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Desastre político en RTVE

El Gobierno destina 331,5 millones a RTVE, la misma cantidad que en 2016

Antón Losada

Pedro Sánchez tenía dos opciones. Mantener en sus puestos, fuera de plazo, a los directivos de RTVE responsables de provocar los “viernes negros” mientras se resuelve un concurso que el Partido Popular bloqueó para mantener su control manipulativo y ahora quiere acelerar por la misma razón, siempre con la complicidad de Ciudadanos; o nombrar por decreto una dirección provisional que pilote la Corporación mientras se resuelve un concurso con muchas más posibilidades de salir adelante, porque ya nadie tendría incentivos para bloquearlo o pervertirlo y todos ganarían con un acuerdo razonable.

Con buen criterio eligió la segunda. Ese fue su acierto. Pero se le olvidó que en política no basta con tener buenas ideas, conviene ejecutarlas con la misma inteligencia, especialmente si solo sumas 85 votos en el Congreso; y ese fue su error. Nombrar por decreto al nuevo presidente de RTVE, por muy justificado que esté, ya supone una decisión que requiere mucha pedagogía y va a tener un coste elevado. Para que salga lo menos mal posible y no parezca un trapicheo, ha de elegirse a un profesional indiscutible, a ser posible de la Casa, solo debe anunciarse cuando se tengan los votos necesarios y ha de hacerse donde corresponde, en la propia RTVE.

Desde el momento que se filtró el primer nombre, el desastre estaba cantado. A la asombrosa falta de discreción y la guerra de filtraciones de unos y otros para anular a sus respectivos candidatos, solo había que sumar la ansiedad de Pablo Iglesias por demostrar cuánto manda, que le llevó al error garrafal de dar por hecha la elección en una cadena privada, la comprensible indignación de los trabajadores del Ente al verse ignorados con semejante procacidad, el descaro de la portavoz del ejecutivo, Isabel Celaá, al devolver la pelota al Congreso, cuando todos sabemos que la negociación la ha llevado Moncloa, o el interés de los dos oligopolios privados por seguir machacando la imagen de su competidor público.

Aunque, entre todos, ninguno tan pasmoso como el error de cálculo político cometido por PSOE y Podemos al dar por hecho que a los nacionalistas no les queda más remedio que apoyar cuanto ambos acuerden. Parece mentira que no se hayan enterado todavía de que agitar el fantasma de votar con el PP sólo asusta a socialistas y morados, porque para ambos sí tiene un coste político y electoral. Los nacionalistas vascos y catalanes siguen otra lógica y juegan a otra cosa. No se les puede informar de los acuerdos adoptados como si no tuvieran más opción que apoyarlos, porque sí la tienen. Hay que pactar previamente con ellos, porque sin sus votos no se puede gobernar en serio, ni con 85 diputados, ni con 85 más 71 diputados. Los nacionalistas vascos esperan reconocimiento, porque para eso les han votado los vascos. Los nacionalistas catalanes necesitan gestos y resultados que puedan contar como avances para una solución política en Catalunya porque para eso les han votado los catalanes. Se llama política y no se hace en los telediarios.

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