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El ébola es una emergencia mundial

Un cartel que anuncia una película sobre el virus del Ébola en Freetown (Sierra Leona). / Efe

Odón Elorza

Diputado Socialista por Gipuzkoa —

La preocupación en España sobre el grado de extensión de la epidemia del virus ébola y su creciente temor al contagio va tomando cuerpo y la ciudadanía se empieza a hacer múltiples preguntas sobre un escenario que ya no es exclusivo de una película de terror. ¿Somos conscientes de lo que está pasando?

Me temo que la política de recortes del Rajoy y Mato, así como de muchas Comunidades Autónomas está significando una involución sanitaria al suponer una reducción de disponibilidad de recursos hospitalarios, de medios y al dificultar una correcta aplicación de protocolos de seguridad; todo lo cual se traduce en una mayor exposición de la población a los riesgos sanitarios, entre ellos el de la expansión del ébola.

El Gobierno ha de garantizar que el país está prevenido y preparado, con recursos prestos y protocolos activados en nuestra estructura hospitalaria para combatir su presencia en todo el territorio. Sin olvidar especialmente la casuística inmigratoria en Ceuta, Melilla y las Islas Canarias, las pateras y los protocolos renovados para todos los sistemas regulares de transporte y puntos de control de acceso. Pero sabemos que no se puede blindar ningún país ante el avance del contagio a una velocidad espectacular.

Por otro lado debemos preguntarnos, aún a pesar de la crisis económica, si el Gobierno está contribuyendo de modo solidario y suficiente, como vienen solicitando organizaciones internacionales como la OMS y la ONU –que han reaccionado tarde a la hora de dar la voz de alarma– para ayudar a los Estados africanos donde se sitúa, en marzo, el origen del rebrote de este grave problema sanitario mundial. Y lo hago tras observar la especialidad del Gobierno en repatriar misioneros como gesto.

En efecto, en un mundo globalizado y en el que se produce una gran movilidad de personas, el ébola se nos acerca y afectará a todos sin distinción y, además, puede aumentar en grandes zonas de África la mortalidad de otras enfermedades comunes para los europeos. Mientras tanto, decenas de personas mueren allí cada día por carecer de sistemas preventivos básicos, instalaciones sanitarias, tecnologías adecuadas y un tratamiento de vacunas que aplicarles.

En los últimos días se producía un llamamiento dramático de barack Obama pidiendo a los Estados más fuertes una mayor aportación de recursos lo mismo que reclamara la ONU. Obama ha señalado: “El ébola es una amenaza mundial que puede provocar millones de muertos si no reaccionamos”. Esto resulta muy llamativo y demuestra la hipocresía y pasividad internacional de los grandes Estados, organismos y farmacéuticas si tenemos en cuenta que el ébola es una enfermedad endémica del África Central, conocida desde mediados de los años setenta y que evoluciona con brotes cada vez más letales.

La segunda dimensión del problema la ha puesto de manifiesto el Banco Mundial al advertir las consecuencias de la epidemia en la economía ya paupérrima de países como Guinea, Sierra Leona y Liberia. Ante ambas cuestiones se impone una reacción interna en esos países –sin olvidar su reducida administración y el lastre de sus regímenes corruptos– de la mano de una ayuda internacional rápida que detenga la expansión de la enfermedad.

Pero los países desarrollados actúan con lentitud y sus aportaciones no guardan proporción con la envergadura del reto que se debe afrontar. ¿Será cierto que en el Consejo de Ministros de fecha 12 de septiembre se ha aprobado un crédito extraordinario de ayuda desde Cooperación a un hospital de una fundación en Liberia por el miserable importe de 160.000 euros? ¿Alguien conoce cuál será el montante de la aportación económica total que piensa realizar España en la lucha contra el virus ébola, cómo ha evolucionado nuestra contribución a la OMS en cada uno de los años del periodo 2003-2013 y cuál será en el 2014?

Me gustaría saber a cuánto asciende la financiación del Gobierno a las organizaciones no gubernamentales y fundaciones privadas religiosa o laicas, españolas o internacionales para combatir la enfermedad del ébola. Y como quiero conocer cuáles son estas ONG, qué importe han recibido del Gobierno en cada caso, con qué criterios y con qué condiciones de aplicación del dinero público recibido, he formulado 19 preguntas al Gobierno en una iniciativa parlamentaria.

Me detengo en la reflexión sobre otra dimensión del ébola: la capacidad de una epidemia para poner a prueba la solidez de los valores humanitarios y los principios morales instalados en una sociedad occidental que se dice culta pero alejada de un problema que a muchos les resultaba, hasta hace poco, exclusivo de los países pobres del Tercer Mundo.

También nos recuerda que la OMS permanece desfinanciada por distintos intereses; una circunstancia que es responsabilidad de nuestros gobiernos y de una mala gobernanza mundial que no ha “obligado” a las farmacéuticas a destinar más recursos para la investigación de una vacuna eficaz.

Por tanto, los comportamientos políticos de los gobernantes, su discurso y su práctica, el de los medios de comunicación y los nuestros propios como ciudadanos pueden hacernos descubrir un bajo nivel de solidaridad real con el prójimo. Esto se traduce en egoísmo inicial frente a las catástrofes humanas y en una concepción militarista de la seguridad nacional y de la protección de las fronteras hasta ahora inédita, en el miedo frente a la lejana posibilidad de una pandemia de la que hay que defenderse a toda costa y en la deshumanización de nuestra conciencia colectiva ante personas abandonadas a su suerte en África. Todo un examen para nuestra condición de ciudadanos del planeta.

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