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El efecto Draghi y su onda expansiva

Mario Draghi.

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Mario Draghi ha sido encargado de formar gobierno en Italia, que vive una nueva crisis de su laberinto político. De ser elegido –y parece contará con los apoyos necesarios– , sus efectos pueden afectar a Europa y, sin duda, a España. Ex presidente del Banco Central Europeo, su designación ha sido acogida con alborozo por el mundo del dinero y todo el establishment. Destacan de él que es un prestigioso economista y que salvó al euro. Ahora, a sus 73 años, se apresta a “salvar Italia”, su país, nos dicen. Sin embargo, se presenta una biografía de Draghi marcadamente incompleta. Es curioso, desalentador, cómo se borran pasajes de la historia que hemos vivido y sufrido.

Una Italia presidida por Draghi pondría en Roma una segunda cabeza a la altura de Bruselas y condicionaría las políticas de la UE, ya entusiasmada con la posibilidad. Y las de España, porque los partidarios de un gobierno de “salvación nacional”, con PSOE y un PP pringado de corrupción, no pueden disimular su euforia. Sus portavoces mediáticos, exultantes, dan toques a Sánchez en ese sentido, de nuevo. El maná de millones de euros a gestionar y recortes patrocinan la operación.

Y es que la nueva crisis de gobierno en Italia se ha producido por los Fondos Covid de reconstrucción europeos, sin tapujos. El botín que ansían gestionar quienes siempre lo hacen y de la misma forma. El ejecutor, entroncando tácticas de la Italia ancestral, ha sido Matteo Renzi, un presunto centrista de trayectoria turbia que forzó la crisis del gobierno de Giuseppe Conte. El Renzi que pactó con Berlusconi una reforma electoral que le salió por la culata. Renzi tumbó la coalición de gobierno al retirar a sus dos diputados y avanza que le gustaría ser Secretario General de la OTAN.

Sin duda, era un momento delicado para convocar elecciones en Italia. Crítico por la pandemia, crisis económica y división política. Draghi habrá de contar o con el Movimiento 5 estrellas (M5S), bastante dividido, o con la Liga neofascista de Salvini que ya fue vicepresidente y que cayó por sus desmanes en la crisis de los refugiados. Y parece que no va a tener problemas, a cambio de ministerios, dicen. Y faltan los “Hermanos de Italia” –posfascistas declarados– que no apoyarán a Draghi en principio y tienen en Giorgia Meloni a una líder con gran tirón para tener en cuenta en una eventual cita con las urnas. Conte, el erudito con un currículo de méritos académicos de 12 folios, y propuesto en su día por M5S ha dicho que adelante con lo de Draghi, tras los avatares sufridos. Pero no habla por todo el movimiento. Berlusconi –que aún alienta en política– también apoya a Draghi, evidentemente.     

Pero ¿quién es el Mario Draghi completo? Es cierto que ha desarrollado una brillantísima carrera. Lo encontramos en los años 80 como director ejecutivo del Banco Mundial. De ahí pasó a la vicepresidencia de Goldman Sachs que es mucho más que un potente “banco de inversión”. Gobernador del Banco de Italia después. Y presidente del BCE desde 2011, un año crucial, y hasta 2019.  

La que llaman “crisis del euro” está en 2011 en pleno apogeo. En realidad el euro –al que no se acompañó de una unión fiscal y política– es una moneda vulnerable. El euro sufrió hasta fuertes ataques especulativos durante el período del árbol caído del capitalismo, cuando el desplome de Lehman Brothers marcó la caída del sistema financiero mundial. El desencadenante es, sin duda, ese derrumbe de 2008, la crisis del neoliberalismo por sus excesos. Los mandatarios del G20, tras algunos momentos de incertidumbre y grandes promesas, decidieron que mejor la pagaran los ciudadanos. Levantaron de nuevo el entramado con los recortes y la austeridad por decreto. En ese tiempo, se materializa, se ahonda, la división de la UE entre países de primera y de segunda. Los del sur en la diana.

Mario Draghi llega en 2011 para sustituir a Jean Claude Trichet. Será el presidente del BCE más político de su historia. Como político actuó al frente de él. Lo había hecho antes. Si el euro se estaba rompiendo, decían, era por la crisis de la deuda y empezó por Grecia. Por las abultadas deudas públicas de varios países, a menudo fruto de movimientos especulativos. Lo de siempre. Los gobiernos conservadores griegos de Nueva Democracia habían recurrido al Draghi vicepresidente de Goldman Sachs en su día, para que maquillara sus cifras y poder entrar en el euro. Hecho determinante en la crisis posterior. Draghi no es tanto tecnócrata como un neoliberal de libro, el candidato del “partido” del dinero.

El BCE formaba parte con el gobierno de la UE y el FMI de la temible Troika vigilante de los rescates. Decidieron ejecutar a Grecia, con apenas un 2% del PIB de la UE, como advertencia por haber votado a la izquierda de Syriza, que para nada se comportó como la coalición radical de izquierdas con la que era nombrada con temor, era demasiado el destrozo griego. Al punto que tiempo más tarde, mandos de Bruselas pidieron disculpas. Tampoco Zapatero gozó de los favores de la Troika, de la justicia de la Troika. Draghi llega y realiza su papel –político– cortando el grifo a Grecia, por completo, y apoyando a países como España en el mismo día. Emprendió una nueva política de compra masiva de deuda pública, por esto es por lo que le consideran salvador del euro. Compró títulos de deuda pública y privada por valor de 200.000 millones de euros. Según el mismo declaró, España, el gobierno de Rajoy ya fue el mayor receptor de fondos del BCE con el 30% del total. Algo que suele recordarse muy poco. O nada. El BCE fue con Draghi más que nunca el Banco Público de los bancos privados: prestó 489.000 millones de euros a 523 bancos para un período inusualmente largo de tres años a un tipo de solo un 1%, para que los bancos privados lo prestaran a su vez a los Estados con intereses.

Y se volcó en pedir recortes en franca sintonía con el gobierno del PP. Bajada de sueldos, “desproteger” el empleo y los subsidios de desempleo –dijo– y liberalizar aún más el sector servicios, “retirando obstáculos a la libre competencia”. Había hecho lo mismo en Italia, impulsando la mayor ola de privatizaciones en el país.  

En aquellos días de la crisis, de la salida de la crisis, Goldman Sachs logró colocar a tres grandes puntales para que presuntos técnicos sustituyeran a políticos para realizar las labores “de ajuste”, de “austeridad” que creían necesarias. Y así aparecen en centros neurálgicos del poder europeo Mario Monti, jefe de Gobierno italiano a dedo como presidente tecnócrata;  Lucas Papademos, jefe de Gobierno griego a dedo también; y Mario Draghi, jefe del BCE, por el procedimiento habitual. No resultó en Italia y en Grecia, volvieron a la democracia de las urnas en cuanto pudieron; en el BCE sí, al punto de elevar a Draghi a los altares.

La pandemia de coronavirus ha causado enormes estragos, en la salud de las personas y en la economía. Los que siempre manejan los hilos buscan nuevas oportunidades para seguir en lo mismo. Probablemente Italia no tiene muchas más salidas ahora, pero un Draghi allí influirá en la política europea reforzando lo que él representa, y presionará al gobierno español de coalición para que se avenga a ser un obediente chico neoliberal. Los daños colaterales no suelen importar en estas operaciones.

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