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Ya empezamos

Las Campanadas en televisión.

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No sé a ustedes pero, en mi caso, no llevo ni unas horas en el 2023 y ya me han colocado una cantidad importante de cosas que, o me sobran, o desconocía que necesitaba. 

Ignoro si realmente precisamos que se construya y tener que soportar después durante días tanto aparato intelectual y solidario para explicarnos un vestido. O que en una televisión pública se hagan chistes casposos sobre árabes o chinos como si la Transición no fuera a acabar jamás. O que José Mota nos explique que la sanidad española funcionaba muy bien hasta que vinieron los políticos con sus recortes; como si siempre hubiera estado allí o antes funcionase sola y no gracias a la democracia y la política que la universalizaron. O que Ana Obregón nos vuelva a indicar cuáles deberían ser las prioridades de las políticas de investigación; aunque al menos esta vez nos hayamos ahorrado a Nacho Cano y los responsos a los políticos. 

Comprobar una vez más que la televisión del futuro no pasa de ser un viaje sin retorno a la teletienda del pasado es una forma como otra cualquiera de acabar el año. Reconocer que, en Nochevieja, los playbacks de las galas continúan siendo lo más profesional y aquello que mejor envejece acaba resultando la mejor manera de empezarlo.

Estoy completamente seguro de que muchos de ustedes, igual que yo, habrían terminado el año igual de felices sin un mensaje institucional de su presidente o presidenta autonómico. 

En Galicia no tenemos presidente, solo disponemos de un guía turístico —Alfonso Rueda— que ya les invita al Xacobeo del 27. Javier Lambán, García Page y Díaz Ayuso no sabrían qué hacer si mañana desapareciese de sus vidas Pedro Sánchez. Andarían errantes de plató en plató, de mensaje en mensaje institucional, intentando llenar de contenidos una gestión que ahora se resume en escrutar la de Sánchez. Si cada diez palabras no pronunciasen al menos una vez “radicales”, “independentistas”, “Pedro Sánchez” y “España”, se desintegrarían. 

Tampoco sé si necesito tanta semblanza e información sobre Benedicto XVI, el Papa emérito. No conozco tan en profundidad su obra como Díaz Ayuso, que le ha proclamado un “héroe intelectual”, pero sorprende que quienes le lloran con tanto pesar no se hayan apresurado a distinguir su cualidad más destacada: nunca se equivocaba de bando, desde niño siempre ha sabido estar con los que iban ganando. Seguramente sería tanta altura intelectual la que le impidió mostrar un poco más de empatía hacia los desarrapados a quienes la teología pretendió liberar, o las víctimas de todos los abusos clericales que encubrió durante décadas. Estaba muy atareado interpretándonos la palabra de Dios y vigilando que no nos desviáramos de ella. 

Por lo demás, bien. Salió Andrés Do Barro cantando “pandeirada” en Cachitos. Así que no todo está perdido. Aún hay esperanza para este 2023.

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