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La Esperanza es lo último que se pierde

Javier Gallego

La Esperanza (Aguirre) es la última que se pierde. Se han perdido todos sus amigos, desde Granados a Lamela pasando por Güemes y López Viejo, y ahora Ignacio González, todos aquellos a los que nombró y puso al frente han caído, pero ella siempre ha encontrado la manera de caer de pie y salir del lío. Durante su mandato han ocurrido los casos de corrupción más graves, Gürtel, Púnica, Caja Madrid, pero de nuevo se las ingenió para que no le salpicasen. Tiene la habilidad de pudrir todo lo que toca y seguir como una rosa, de dejar que el barro de la corrupción campe a sus anchas y quedarse tan ancha. Debe de tener un cuadro de Esperanza Grey en casa. Nadie lo ha expresado mejor que Manel Fontdevila en esta viñeta en la que muestra a la presidenta impoluta, con un traje blanco de angélica inocencia, en mitad de un barrizal que lo enfanga todo.

Así ha sido desde que empezó. Llegó a la presidencia gracias a un pucherazo y a la financiación ilegal de la Gürtel a través de Fundescam, que ella presidía. No solo se libró de la culpa del 'tamayazo', sino que encima el electorado la premió. Madrid no paga a traidores pero sí a quien propicia la traición. Madrid se vendió al mejor postor, una mayoría de votantes vendieron su alma a esta impostora, y durante una década la Gürtel, la Púnica, el saqueo de Caja Madrid, el de Telemadrid, sus regalos a la sanidad privada, sus ataques a la escuela pública, las radiales que hemos tenido que rescatar y sus intentos de privatizar el agua y los hospitales. Esperanza es como un cáncer, que te va matando mientras se hace más grande.

Ahí la tienen otra vez, de candidata a la alcaldía, dedazo de Rajoy mediante. Paradójica la forma que tiene el presidente de renovar el país con una septuagenaria que abandonó sus electores y llenó la comunidad de mangantes. El cinismo del presidente solo Aguirre lo supera. Ella es capaz de presentarse como víctima de atropellar a unos agentes, de llamarse liberal aunque lleve toda la vida amarrada a nuestros pechos, de criticar las mamandurrias y colocar de asesor a su retoño. Es capaz hasta de decir que destapó la Gürtel y de hacerse la infanta cuando encarcelan al que fue su mano derecha. Ayer la puso en el fuego por su valido, hoy le pillan prevaricando con policías y Aguirre ni se quema. Tampoco González, por cierto. ¿Qué tiene que hacer un político para dimitir en este país, matar a alguien?

La buena noticia es que el PP tiene miedo a perder y se agarra, a la desesperada, a su última Esperanza. Rajoy se ha tenido que plegar a su enemiga porque no le queda otra, pensando que, si gana, gana el PP y, si pierde, se hunde ella. No las tienen todas consigo Mariano y saca a la artillería pesada, a la Dama de Hierro y a la sargento Cifuentes, la que llama etarras a los manifestantes y ayer mismo demostraba su talante pidiendo la prohibición de un concierto de Soziedad Alkoholika que finalmente ha cancelado el Ayuntamiento. Cómo es la democracia norcoreana de Madrid, oiga.

Quizá sea mejor así, que tengan que echar mano de lo mejor que tienen para que el resto de las fuerzas se espabilen. Que la vida iba en serio –como decía el tío poeta de la condesa–, que hay que ponerse manos a la obra y dejarse de zarandajas. La otra buena noticia es que Aguirre ya no es la que era. Aunque siempre hay que temer al voto cautivo de la derecha, sus fugas han hecho huir a votantes y ahora lleva a Granados, al ático de González y al PP de Rajoy a cuestas. Además ha perdido apoyos en la prensa de derechas, ahora fascinada con Rivera y cansada de sus gracietas. Es difícil pero qué triunfo más dulce verla caer, por fin, al lodo. De Madrid, al suelo.

La Esperanza es lo último que se pierde, o sea, que se puede perder. Yo no pierdo la esperanza de que, esta vez, pierda ella.

Javier Gallego es director de Carne Cruda. Puedes escuchar el programa todos los martes y jueves, a partir de las 12:00, en www.carnecruda.eswww.carnecruda.es

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