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El estropicio

Imagen de archivo del edificio del Tribunal Constitucional. EFE/Emilio Naranjo

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Cuerpo a tierra que vienen los nuestros.

Pío Cabanillas

Soy consciente de que se libra una batalla y de que hay francotiradores acechando a los supuestos traidores que no se aposenten de forma visceral en una u otra trinchera. No me busquen en ellas. El diagnóstico es una cosa y, el tratamiento, otra. La receta no puede curar un mal a base de matar al enfermo.

Comparto plenamente el diagnóstico sobre la imposible posición en la que la derecha política y judicial ha puesto a las instituciones. Llevo casi una década desgranando el lento, constante y contundente destrozo institucional emprendido por el PP coincidiendo con el inicio de sus graves problemas al descubrirse su sistema de corrupción interna. Comparto el diagnóstico en la cuestión catalana y, aunque el Gobierno no pueda ser más explícito, también es culpa del PP y de la derecha judicial haber emprendido una represión penal sobre los graves hechos de Cataluña para la que ha sido preciso un estropicio consistente en torcer y forzar y reinterpretar múltiples normas (de competencia, de jurisdicción, de derecho procesal y sustantivo). Lo de Cataluña tenía un antídoto previsto por la CE llamado artículo 155 -que tanto miedo daba activar, repasen esas horas, y que finalmente se usó- y después pareció que tan grave paso no era suficiente si no se hacía pasar por la cárcel como diera lugar a los líderes catalanes.

Comparto plenamente el diagnóstico de que es un destrozo democrático inaceptable que la derecha socave el principio democrático de tolerancia mutua pretendiendo la ilegitimidad de las otras opciones del juego democrático. Comparto así mismo que es necesario, para encauzar el futuro, enmendar el daño social creado por una creativa venganza penal que ni los catalanes no independentistas comprendieron.

Eso no significa que comparta de forma ciega la medicina que se está a punto de recetar en grageas de reformas de la LOPJ y del Código Penal. Lo que nos ha traído aquí es muy peligroso, entrar en la misma dinámica para contrarrestarlo también lo es. No analizo ahora la culpa de base del PP y la derecha judicial -todo se arreglaría con que desistieran de su destructiva actitud para conservar poder usando argucias de la peor estofa democrática- sino si las formaciones progresistas pueden considerar que el fin justifica los medios y tirar por la calle de en medio. Lo que me pregunto es si hay que detonar las mismas armas sucias que han detonado ellos. Lo que me inquieta es hasta dónde puede llevarnos, en un tiempo tan inestable, la colocación de cargas, aunque sean controladas en los cimientos democráticos, constituidos por contrapesos tanto escritos como informales.

Ninguna constitución sirve por sí misma para garantizar la democracia. Ni siquiera la de Weimar, redactada por las mejores mentes jurídicas de su época, lo logró. La democracia es un sistema humano y lleva en su interior las dinámicas de autodestrucción propias del comportamiento de la especie. Por eso, junto a la norma básica, las democracias establecen toda una serie de autotrampas, para lograr atrapar y cortar esas derivas que humanamente sabemos que se van a producir. Derivar entra dentro de lo esperable, destruir el sistema de contrapesos y de reglas para hacerlo más fácil es casi un suicidio. Por eso no sé si moralmente los progresistas pueden permitírselo. Soy una romántica, siempre pensé que sí existía esa superioridad moral que a la derecha tanto le duele y le molesta.

Me producen dudas las reformas del Código Penal a la carta. No es forma de hacerlo la que se impone para un fin concreto ni buenos los plazos urgidos. El indulto fue una respuesta contundente al mal que antes he esbozado. La reforma de la malversación me resulta difícil de aceptar a priori, al menos sin un texto concreto. A mí me parece que sí hay otras muchas cosas, además de llenarse el bolsillo, que pueden llevar a un político a corromperse en la gestión del dinero público, como el clientelismo o la financiación de su partido. La lucha contra la corrupción es un baluarte que no se puede abandonar.

Me produce muchas dudas el descenso de la mayoría necesaria para que el CGPJ nombre a los miembros del Constitucional. Una mayoría reforzada es uno de esos contrapesos democráticos. No me vale que me digan que el TC aceptó la reforma de Zapatero que cambió esas mayorías en los nombramientos judiciales, porque lo que hizo ZP fue subirlas -aumentó el contrapeso- y lo que se hace ahora es bajarlas -se disminuye el contrapeso-. No me cabe duda del sucio juego infantil que se traen los vocales conservadores enquistados en el CGPJ. Me da vómitos su actitud. Lo que me pregunto es si esa era la solución. No entiendo cómo no se ha obtenido la dimisión en bloque de los vocales progresistas para dejar el órgano sin quorum y, por tanto, inservible para los manejos de la derecha. ¿No era más fácil eso que la burda solución de desbaratar un contrapeso democrático? ¿Mueve el PP a toque de estrategia a sus vocales afines y no puede el sector progresista lograr una dimisión?

Puede argumentarse la utilización del derecho penal ante el surgimiento de un nuevo problema, tal es la negativa de los vocales de un órgano constitucional a cumplir sus obligaciones legales. Tiene complicaciones técnicas que no sabemos cómo se articularán. Leo que se pretende que se les pueda imputar un delito de desobediencia o de prevaricación omisiva si no efectúan los nombramientos en el plazo de tres días. ¿Se puede cometer un ilícito penal omisivo en el ejercicio de una función constitucionalmente atribuida? No administran justicia, así que es dudoso que puedan cometer un delito contra la Administración de Justicia y tampoco son funcionarios ¿Hablan de un delito contra la Constitución? No se sabe. Nueve individuos conjurados no pueden hacer saltar por los aires todo el diseño constitucional, pero es difícil abonarse a ojos cerrados a esa carta de respuesta. La amenaza parece altamente inoperante puesto que deberían ser sus pares de la sala II los que aplicaran este precepto pero, como los conjurados son valientes sólo si no se la juegan, ya han convocado un pleno para hacer lo que se negaban a hacer. A lo mejor la mera amenaza resulta tan eficiente que nos podemos ahorrar una reformar que a saber para qué y quién podría emplear en el futuro. Eso espero.

Tampoco apoyo el golpe en la mesa de nombrar a dos políticos como miembros del TC, algo que no entra dentro de nuestra cultura democrática, que no es la misma que la francesa, entre otras cosas porque nuestro TC ha acumulado características jurisdiccionales y hasta de ejecución que lo hacen diferente a otros constitucionales. Me parece indigno haber criticado y pataleado por el nombramiento de Enrique Arnaldo, Concepción Espejel, de Enrique López o de otras inaceptables elecciones del PP, y ponerme ahora en primer tiempo de saludo.

Por último, me repugna el alineamiento descarado y cobarde de tantos juristas: de los de la derecha porque jalean el destrozo que les beneficia y de los de la izquierda porque aceptan o callan ante el estropicio provocado desde sus trincheras. Sin los magistrados y los juristas nada de esto hubiera sido posible. Son demasiado culpables para sacarlos de la ecuación.

Hay muchas dudas éticas, políticas y técnicas que plantearse antes de aplaudir. ¿El fin justifica los medios? Estos medios son muy discutibles en sí. ¿Podemos continuar la destrucción de contrapesos democráticos para contrarrestar un mal cierto? ¿Tenemos derecho a exigir que los “nuestros” sean mejores? ¿Qué vamos a hacer cuando esta misma lógica la apliquen otros, por ejemplo, y la vida no lo quiera, Vox?

Servir certidumbres a veces es pecado de lesa simpleza. 

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