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La estúpida política de la venganza

Madrid Central

Ruth Toledano

Hay medidas políticas que suscitan un apoyo unánime, vengan del gobierno que vengan y sea una u otra la orientación ideológica de las personas que las reciben. Son experiencias felices dentro de la crispación y la frustración a las que nos condena la escena de las administraciones públicas. La planificación y la puesta en práctica de esas medidas está sometida a decisiones, informes técnicos, replanteamientos y toda clase de obstáculos. Cuando es posible sortearlos, cumpliendo al tiempo con todos los requisitos periciales y legales, la satisfacción de la ciudadanía es mayor. Es el caso de Madrid Central.

Las personas que viven en el centro de Madrid han sufrido durante demasiado tiempo las consecuencias del tráfico incontrolado de coches por unas calles que no podían soportarlo más: contaminación del aire disparada, congestión de vehículos, ruido. Las personas que venían en coche hasta el atasco de la mismísima Gran Vía desde otras zonas o desde fuera de la ciudad se encontraban también con esas calles asfixiantes. Salvo interesadas excepciones, unas y otras han tenido que reconocer de manera unánime que el Madrid Central de Manuela Carmena ha sido un acierto urbanístico. Hasta que llegaron sus enemigos políticos, que ya en campaña electoral dejaron perplejos a propios y extraños con declaraciones como las de la candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuando dijo que esos atascos “hacían a Madrid especial”. Por su parte, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, hizo intentos callejeros por encontrar críticas ciudadanas a Madrid Central, intentos que resultaron ridículamente fallidos.

“Es una estupidez eliminar Madrid Central”, ha dicho Toni Roldán tras abandonar Ciudadanos. Un buen resumen. Es una estupidez porque lo es eliminar todo aquello que funciona, y ya sabemos que Madrid Central funciona: la contaminación ha bajado a niveles históricos, y basta pasear por el centro de Madrid para darse cuenta del cambio. Es una estupidez porque lo es llevar la contraria a las voces autorizadas, que van desde Ecologistas en Acción a la Comisión Europea, pasando por la Dirección General de Tráfico y la Organización Mundial de la Salud. Es una estupidez porque deja en evidencia que los gobernantes que lo plantean no tienen verdadera vocación de servicio público, sino mero afán de venganza contra sus predecesores.

“Mientras no tengamos seguridad de que eso funciona correctamente no se multa”, ha dicho Martínez-Almeida. Es el colmo de la estupidez. Porque si no se adoptan medidas restrictivas, si no se multa, el tráfico volverá a aumentar y, por tanto, no se podrá comprobar si Madrid Central sigue funcionando. Pero también es una estupidez desde una lógica de partido, en este caso el PP: revertir Madrid Central no solo permitiría de nuevo el paso a los coches más contaminantes, que no pueden hacerlo desde el pasado noviembre, sino que permitiría de nuevo el paso de coches por las calles estrechas de las áreas de prioridad residencial, una medida de restricción del tráfico que impuso el propio PP hace 15 años. Es la demostración fehaciente de que el único criterio actual es tumbar cualquier iniciativa del gobierno anterior. Tanta estupidez puede culminar en multas millonarias al Ayuntamiento de Madrid, que llegarán de España y de Europa y que habrá que pagar con el dinero de los madrileños. Por ejemplo, con el superávit que dejó Carmena en las cuentas municipales.

El caso de Madrid Central ejemplifica una manera de hacer política que es una forma de ser ideológica. Así como el propio Toni Roldán ha definido esa forma de hacer, resumiéndola como “una estupidez”, la ultraderechista Rocío Monasterio definió una forma de ser, cuando resumió la amenaza medioambiental como “camelo climático”. Tanto monta quien es como monta quien hace. Si lo que haga ahora el Ayuntamiento con Madrid Central atenta contra la salud de los madrileños, los responsables municipales serán culpables de algo tan grave como la enfermedad, e incluso la muerte, de los ciudadanos. Un atropello que debiera llegar a tener condenas no solo económicas sino penales. Con el agravante de que el atentado contra la salud pública se perpetrará conociendo las consecuencias que ocasionará, y despreciándolas. Es decir, cometiendo un delito de prevaricación.

Y todo ello por simple y llano afán de venganza. Por gobernar contra sus enemigos políticos, gobernarán contra todos los ciudadanos. Una estupidez con la que se retratan pero también con la que nos intoxican. Ojalá la manifestación convocada por la Plataforma en Defensa de Madrid Central para el próximo sábado a las 19 horas, que recorrerá Gran Vía desde Callao hasta Cibeles, sea muy numerosa a pesar de la ola de calor. Está ya avalada por las casi 220.000 firmas que acumula la petición en Change.org para defender Madrid Central, es decir, una ciudad menos contaminada y más sostenible, frente a los enemigos de la ciudadanía que la gobiernan.

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