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Europa paga sus platos rotos y los de otros también

Los líderes de la UE se solidarizan con Bélgica y subrayan la unidad en la lucha antiterrorista

Suso de Toro

Lo que llamamos “globalización” consiste en la concentración de poder financiero y político en pocos focos, o sea que nos quitan poder. La novedad es la velocidad que ha tomado ese proceso y que hace que nuestras ideas no consigan ir al paso de los acontecimientos. Ya no hablo de ideologías alternativas a esa fiera desbocada que es Wall Street y su argumento, el neoliberalismo.

Wall Street luchó un principio con el proyecto de unidad que se concretó en la Unión Europea y, de una forma peligrosa para el dólar, en el euro. El euro nació sin los instrumentos necesarios para ser una moneda verdaderamente de todos los europeos, y no manipulada por el capital alemán, pero fue una novedad que le daba a Europa una consistencia financiera que se correspondía con el tamaño de su economía, la primera del mundo.

Es posible que no solo el euro haya fracasado, pues tal como está perjudica a una parte de la población europea, sino el proyecto europeo mismo.

La agresividad de la política del imperio norteamericano, que tiene sujeta y sometida a Europa a través de la OTAN, le ha quitado a la Unión capacidad política sistemáticamente y la ha arrastrado a sus intereses geoestratégicos. En su lucha contra Rusia puso en riesgo al continente con el golpe de estado en Ucrania, en la frontera rusa. Y en lo que llaman “Oriente Medio”, pues para el Pentágono nosotros somos “Oriente Próximo”, pagamos el apoyo a los talibán contra los rusos en Afganistán, la posterior invasión de ese territorio, la destrucción de Irak, ahora la devastación y fragmentación de Siria…

Esa parte del mundo es un corredor que siempre fue codiciada por Alejandro Magno, el Imperio Romano, los árabes, el imperio otomano, los ingleses y ahora EEUU. Clave para el paso de la seda, las especias, los esclavos, el algodón de la India y ahora el petróleo.

EEUU tiene la responsabilidad imperial sobre esa parte del mundo. Tras los acuerdos en Camp David con el declinante Imperio Británico, liquidado por la II Guerra Mundial, los norteamericanos asumieron el rol de organizar el poder en ese territorio. Son quien apoyó un Israel nuclear que actúa como una potencia delegada pero con intereses propios y quien tuteló la emergencia de esa nueva potencia suní que ahora está actuando a través del yihadismo: Arabia Saudí agrupando a su alrededor Jordania, emiratos...Fueron EEUU los responsables de que el enfrentamiento político y militar con Irán y Siria, aliados históricos de Rusia, se trasladase a la división del mundo musulmán entre shíies y suníes.

Finalmente el Pentágono, esa máquina donde se funden la industria armamentística y el petróleo, ve como Arabia Saudí escapa a control y está dispuesta a imponerse a la OTAN, crear su propia alianza y quedarse con toda esa parte del mundo.

Lo que no nos cuentan los medios es lo esencial para comprender lo que significan esos atentados: es terrorismo suní, es la política que criminal e irresponsablemente echaron a andar los norteamericanos creando todo tipo de milicias islamistas con las que luego jugaron y juegan y que ahora controla Arabia Saudí. Ese terrorismo es un instrumento político para imponer condiciones.

Europa políticamente es infantil y su ciudadanía se conmueve un mes y luego otro con sucesivas imágenes de niños y adultos escapando de la guerra Siria, ignorando en su inopia que esa guerra fue iniciada por su hermano mayor, el jefe de la OTAN. Europa se culpa a si misma, no tenemos corazón, traicionamos nuestros ideales y nuestros principios…Cierto, pero quien debiera hacerse cargo de esas personas que buscan refugio aquí es la potencia que pagó y formó milicias en Jordania para luego invadir Siria, la que está al norte del continente americano.

Pero Europa seguirá arrastrada uncida a EEUU por Reino Unido, cuando no por Francia, a sucesivos y cruentos disparates imperialistas mientras no se transforme verdaderamente en un ente político autónomo. O eso o será el fracaso europeo.

Y, por cierto, ahora igual que antes, “¡OTAN, no!”

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