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La fanfarronada del “secreto a voces” ya no nos sirve

Lucía Lijtmaer

Se preguntaba Doris Lessing, años atrás: ¿por qué hay atrocidades que quedan fijadas en nuestra mente y otras que, por importantes que sean, desaparecen sin más, y no quedan ni en la memoria? Ella misma intentaba responder: porque hay cierto tipo de acontecimientos que, al inscribirse como narraciones, nos tocan de una manera especial. Así, un niño balsero puede simbolizar la disidencia cubana, y el diario de una preadolescente, contener a todo Auschwitz.

Por otro lado está la información. Un periodista nunca sabe cual de sus informaciones logrará interesar al lector, qué fortalecerá la noción del periodismo como principal arma para revelar hechos de interés público. Eso no le impide seguir haciendo su trabajo y volverlo a hacer, una y otra vez. Información.

Se suceden las informaciones tras la carta del ex president de la Generalitat Jordi Pujol. He aquí algunos titulares: Pujol 'aparcó' 5 millones de euros en acciones de Banca Catalana en una extraña fundación antes de la quiebra, la policía investiga el origen del dinero con el que el 'conseller' Puig pagó su casa de la Cerdanya, El juez Ruz investiga si Jordi Pujol Ferrusola se apropió de subvenciones de los puertos de Rosario y Tarragona, Manos Limpias acusa a Jordi Pujol de llevar dinero a Suiza en coches oficiales, Ruz investiga a Jordi Pujol Ferrusola por una comisión de 9,7 millones en México, etc.

La ciudadanía catalana, mientras tanto, oscila entre la indignación, el estupor y la resignación. También, como no, la ironía y el sarcasmo. Con dinero en Suiza, pillado me han, reza el meme. Pero inquieta y se deja de lado la más preocupante de las reacciones, una que resulta más común de lo que parece entre algunos opinólogos resabiados que enarbolan el llamado “secreto a voces”. “Esto era un secreto a voces, lo sabía todo el mundo”. Esta tendencia pretende contrarrestar la sorpresa ciudadana -recordemos, no hay peor delito a manos de un político que sustraer a beneficio propio las arcas públicas- y alzarse, a la vez, como partícipe exclusivo de un bien tan preciado: lo que solamente unos pocos saben. Una fanfarronada, vamos.

Esto resulta reprobable, al menos, por dos razones: en primer lugar porque si quien lo expresa lo sabía y no lo investigaba o lo ponía en conocimiento de quien era capaz de hacerlo, le convierte en cómplice de una corrupción que, por lo que se empieza a saber ahora, era sistematizada. Por otro lado, esa fanfarronada de hinchar el pecho poniendo el carnet de la profesión por delante en realidad enmascara una gigantesca, titánica falta de respeto hacia los periodistas que, a lo largo de estos años, han estado ejerciendo el periodismo de investigación, ofreciendo información veraz y contrastada sobre los tejemanejes del pujolismo, muchas veces jugándose el puesto y siendo acusados de traición a la patria.

* * *

Posdata, sin relación directa al caso: Quizás uno de los mejores reportajes de investigación en España que he leído este año sea el realizado por Braulio García Jaen, Andrés Aguayo y Matías Escudero Arce, publicado en Infolibre. Extracto aquí: “El testigo estrella de la Fiscalía española en el caso del supuesto complot islamista que iba a atentar contra el metro de Barcelona en 2008 describió ante el juez una red europea de financiación de Al Qaeda de la que él mismo juró formar parte pero que en realidad no existía, según una investigación internacional de Journalismfund.eu”.

No olvidemos que no hacerse eco de la información publicada también contribuye a silenciarla. Y después es mucho más fácil que salgan los fanfarrones, diciendo que todo era un secreto a voces.

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