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La fractura nacional de la España una

Suso de Toro

Confieso que estoy algo confuso sobre el escribir en un blog y que me resulta algo perturbador. Abrí una página web en cierta situación en mi vida en el año 1999 y hace unos cinco o seis años volví a abrir una especie de blog que ya cerré, pero siempre le temí a recibir respuestas a lo que colgaba en la red. Precisamente le temía, y le temo, a eso que es lo propio de la Red, que todos somos emisores de mensajes: genera ansiedad y me resulta muy costoso, tienen que disculparme la debilidad, soy analógico sin solución. Cuando leía libros y periódicos, cuando más tarde escribí libros y en los periódicos se trataba siempre de una comunicación que o bien uno recibía, como lector, o bien la emitía, como escritor. Ahora no hay esa diferencia y esa separación y todos somos lectores y escritores al tiempo, ése es nuestro tiempo.En este tiempo veo difícil la supervivencia de escritores según el modelo en el que me formé y en ese caso lo mejor es quitarse del medio si se puede. Los mapas de la literatura e incluso el paisaje literario va desapareciendo y, a diferencia de lo que ocurrió anteriormente ya no hay ni un orden ni una jerarquía. Tampoco hay autoridades reconocidas que nos digan ésta o ésta otra “es buena literatura” aunque, naturalmente, como en cualquier otro momento sigue apareciendo. Pero en general, hoy por hoy no hay autoridades reconocidas de ningún tipo. Me refiero a figuras investidas de autoridad moral.

Comprendo perfectamente que la patria última de los humanos es la infancia pero también que su idea de lo que es el mundo es el tiempo que vivió en su juventud, en mi caso una época muy distinta a ésta. Dejando de lado aspectos más personales mi tiempo fue, por ejemplo, el del final del franquismo y la última clandestinidad (Y reconozco en lo íntimo que nunca conseguí salir de alli, pero quedamos en que dejábamos de lado esos aspectos.). En aquel momento una generación impugnaba completamente lo establecido en la vida pública y buscaba sus referencias propias, partidos, ideas, mitos, personas...El franquismo tenía sus mitos, ritos y personajes de referencia (Lola Flores, Manolo Escobar, José María Pemán, Camilo José Cela, Fraga, Amancio, Gento y gol, los toreros...), pero los que disentíamos teníamos nuestro propio repertorio. Aunque fuésemos discípulos reluctantes aceptábamos un magisterio de los que iban delante en la vida, a pesar de que en nuestra ideología había mucho de juvenalismo en el fondo respetábamos a nuestros mayores. Pero la humanidad es constante en ser ella misma y creo que en el fondo eso sigue sucediendo y por eso a los jóvenes les siguen atrayendo las figuras de “ancianos buenos y sabios” (Aceptar eso ayuda a comprender el éxito de aquel libro que por lo visto se leyó tanto hace un año, “¡Indignaos!”)

Aquel no fue un buen tiempo, fue un tiempo de mierda del que realmente nadie quiere hablar, el final del franquismo y los dos años siguientes a su muerte son un hueco oscuro y un silencio hiriente. Las décadas siguientes se establecieron nuevas referencias, partidos y sindicatos, políticos, nuevos escritores, cineastas, músicos, actores y actrices...Pero a partir del fracaso de Fraga la derecha española ensaya una nueva estrategia perfectamente diseñada para recuperar el poder perdido, necesita crear tensión ideológica y separar dos campos en el centro de la sociedad española. Poco a poco y ayudada por la erosión del poder político e ideológico del PSOE en los años noventa creó una corriente política muy dura que incluía cuestionar las referencias públicas de ese período. Un primer ensayo fue lo que alguno de sus protagonistas llamó irónicamente “el sindicato del crimen”. Se trataba de organizar un equipo de periodistas y periódicos que marcasen una línea hostil al gobierno de entonces, el de González. Aquel primer ensayo no fraguó porque faltaba acumular la energía necesaria, eso que llamamos comunmente “mala hostia”, pero esa estrategia continuó, afiló su lanza y fue durísima contra Zapatero, quien por primera vez se vió hostigado también desde la única cabecera madrileña que podía apoyarse y se vió atrapado en una pinza mediática como nunca se había visto.

Debemos comprender que no en todos los países se respira el mismo ambiente social y que la descalificación, la burla, el insulto directo y la difamación son munición común y automática en España contra las personas de izquierdas que tengan alguna proyección o autoridad moral, pero eso no es porque sí sino porque responde a una estrategia. Quien se atreva a dar la cara públicamente por políticas de izquierdas puede ser estigmatizado y ridiculizado: “los de la ceja” o “los faranduleros” o cualquier otra cosa que se les ocurra y erupten con naturalidad. El actor Willie Toledo podría escribir con calma unas breves memorias con su experiencia al respecto. El resultado es la ruptura y la destrucción de cualquier referencia común por encima de posiciones políticas enfrentadas. Y es que la derecha, que jura por la unidad de España, necesita dividirla y enfrentarla para ganar. Desprestigiados los políticos para la mayor parte de la sociedad y odiados los banqueros y financieros, sin la capacidad para generar referencias humanas aceptadas y respetadas por todos España no sólo está dividida entre un nacionalismo de estado y otros nacionalismos antagónicos sino que está dividida de medio a medio en dos mitades que no se reconocen. Por eso el sectarismo, el insulto, la mentira, a falta de respeto o la ignorancia del otro no son ni de izquierdas ni defienden causa buena o justa alguna. Y en la Red los “trolls” seguramente son inevitables, sobre todo en España, pero consciente o inconscientemente sirven a una estrategia destructiva y antisocial.

Me falta información, lo comprendo, pero creo que por mucho que la derecha lo agite como una referencia ideológica, las corridas de toros ya no mueven a la gente, quitadas unas pocas ciudades. Sin entrar aquí a referirme a la tauromaquia ni en sus aspectos culturales ni en el aspecto del tratamiento al animal, los toros no son en absoluto “fiesta nacional” alguna. Ni el flamenco, esa arte tan ostentosamente étnica del pueblo gitano. Particularmente me gustan algunas coplas cuando las canta Imperio Argentina pero tengo claro que es una extravagancia íntima. Ni siquiera se puede decir que la selección española es un referente común: ya podrán los jugadores intentar fraguar el necesario compañerismo que el enfrentamiento nacional los alcanza inevitablemente. Y ya pueden ponerle letra al himno nacional, la Marcha Real, con el que significativamente siguen sin identificarse quienes lo padecieron y quienes siendo de izquierdas instintivamente lo rechazan. Tampoco la Monarquía es hoy un lugar de encuentro, ni siquiera aceptado. Hace años publiqué una tribuna titulada “La España de Paco Ibáñez”, ahi sí me reconozco todavía hoy pero es que en esta España no queda espacio ni para Paco Ibáñez, a pesar de que sigue cantando y componiendo canciones hermosísimas y, por cierto, en castellano.

Me alegraba aquí la semana pasada de reconocer en periodistas como Jordi Évole, el Gran Wyoming o Gonzo a personajes con autoridad moral para una parte de la población, pero francamente creo que son personajes como Belén Esteban y su corte de los milagros quienes reinan. Por otro lado Internet es un espacio muy complejo que no permite crear debates y consensos sociales amplios y al final se estructura en un archipiélago de islas diversas. Uno puede saltar de isla a isla, pero no por eso se crea un continente. En fin, mejor me callo. Bastante derrotado está uno como para encima ser derrotista.

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