Genocidio de padres oprimidos por el colegio
La nueva élite de la posverdad conforma un grupo al que se le ha revelado una realidad como a quien se le aparece la Virgen: eso que te habían contado toda la vida es mentira y solo un puñado de críticos inteligentes y libres como tú ha sido capaz de darse cuenta. Esa nueva clase que había sido hasta ahora oprimida alcanza también a la educación pública. Son esos padres que reivindican su “libertad de elección de colegio y sin adoctrinamiento”, o lo que es lo mismo, que a mi hijo lo adoctrinen en los valores que yo quiero pero con centros pagados con dinero público. Ante todo, que no le instruyan en nada que ver con el sexo, la ausencia de religión, el feminismo o la visión política de la vida. O sea, que les den solo Plástica a ser posible unos humanoides sin ideas propias ni posibilidad de transmisión de conocimiento.
También reclaman más concertados para no tener que llevar a sus hijos a la pública, es decir, un Estado al que reclaman subvención y que luego denuestan como el peor de los gestores de la enseñanza. El Estado sí, pero cuando me sirva y me pague lo que solo a mí me convenga.
Con ese humor y con Vox alentando a la revolución de los padres oprimidos por la “dictadura progre”, unos progenitores de Baena han denunciado a un instituto público por proyectar un documental sobre la mujer maltratada y quemada Ana Orantes. Qué es la violencia de género sino una enseñanza nociva y un invento para acosar al hombre y subvencionar chiringuitos.
Obviamente, Vox y HazteOír han salido a aplaudir y el tutor y el colegio han tenido que defender ante el juez que el currículum y los contenidos de un centro público los elige de momento la administración pública y los profesores, no los guardianes de la fe y la moral. La denuncia no llegará a nada más que a atascar aún más la justicia, pero crea un peligroso precedente: el del acoso al funcionario, el de los pies de plomo si no quieres problemas, el de sentirse acechado por una nueva legión vigilante de los padres del pin parental, que quieren mantener a sus hijos bajo un código incorrupto sin influencias diversas pero en centros públicos, en los que ellos podrían decidir por encima del Estado.
Unos padres a los que les ofende que se hable de la violencia de género y se muestre la historia icónica de una mujer que acabó muerta por la connivencia social y unos poderes públicos aún poco concienciados con el problema, justamente el estadio al que la extrema derecha quiere volver: el problema es doméstico, está en casa y es universal para todos los géneros y edades. Se ve que no han tenido nunca hermanas, amigas, cuñadas o hijas en relaciones tóxicas de superioridad. Se ve que quieren retroceder a los 80 y arrastrar con ellos a todo el sistema, que ha tardado casi 40 años en introducir la eduación contra la violencia de género en los colegios.
Pero hay solución para este conflicto, no todo van a ser malas noticias: aunque esta nueva minoría no lo crea, en España hay libertad de elección de colegio, ahí están los católicos, ateos, progres, públicos, elitistas, alemanes, trilingües o del Opus. Están los que hablan de machismo y los que hablan de violencia intrafamiliar o los que solo hablan de dios, los que dan referentes homosexuales a sus niños y niñas y los que los ocultan y no mientan el sexo porque es pecado a menos que sea para procrear hijos. La mala noticia para ellos es que si quieren educación a la carta no se lo cubre el menú del día. En lugar de boicotear el sistema público con denuncias y amenazas podrían simplemente abandonarlo y pagar por la educación específica que desean.