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Hacerse un Valls

Albert Rivera, junto a Begoña Villacís y Marcos de Quinto, tras anunciar su retirada de la vida política.

Esther Palomera

“Ni unos ni otros le perdonarían sus escritos, y pasó a ser uno de los raros escritores que perdieron la guerra y, además, los manuales de la literatura, confirmando con ello que si algo detestaba más que ninguna otra cosa cada uno de los dos bandos no era el bando contrario, sino cualquiera que se resistiese a pertenecer a uno de ellos (....)”. Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944). Así lo retrató Andrés Trapiello en “Historia de un infortunio”, un prólogo escrito para la reedición de “A sangre y fuego”, el mejor texto jamás escrito sobre nuestra Guerra Civil.

Enterrado en Londres en el cementerio de North Seen, sin lápida, sin nombre y sin fecha después de que las dos Españas le sepultaran, ahora se le reclama con un emotivo acto impulsado por el Instituto Cervantes allí donde yacen sus restos. Hoy está más vivo que nunca. También sus palabras: “Viniendo de un campo o de otro, de uno u otro lado de la trinchera, llegará más tarde o más temprano la única fórmula racional de subsistencia. La de organizar un estado en el que sea posible la convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas (...)”

En la España actual también hay algo de eso. O eres de unos o eres de otros. Sin matices, sin zonas templadas, sin grises… Y más que lo será a partir de ahora que PSOE y Podemos están decididos a gobernar juntos. La derecha ha sacado toda su artillería. Y una parte de la izquierda reniega de que ese Ejecutivo vaya a depender de la abstención de los independentistas. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, ha sido el único en poner voz a lo que piensan algunos otros. Lo mismo que Pedro Sánchez hasta hace dos días, por cierto. ¿Qué otras opciones hay para salir del desbloqueo? O se abstiene ERC o lo que queda de Ciudadanos, tras la hecatombe del 10N, vota a favor de la investidura. No hay otra. Esas son las dos únicas vías.

ERC ha entrado en la escena con un “de momento, no”. Ya veremos qué haría si sobre sus siglas recayera la responsabilidad de unas terceras elecciones. El contexto de unas anticipadas en Catalunya tampoco hay que obviarlo, porque en el juego del independentismo catalán por ver quién se desmarca primero de la unilateralidad nadie quiere ser acusado de botifler. El PSOE no rechazará la abstención de los republicanos. ¡Solo faltaría! En democracia nadie puede imponer, condicionar y mucho menos rechazar el apoyo de otros. Otra cosa es que aceptara sus exigencias, más allá del reconocimiento de un problema político que requiere diálogo y soluciones en el marco de la Constitución.

Reconocer a estas alturas que en Catalunya hay un problema político al que debe darse respuesta más allá de los tribunales de Justicia ni convierte a un gobierno en rehén de los independentistas ni supone que Sánchez haya vendido su alma al diablo, como escucharemos, a pesar de que ahora, como antes del 10N, la derecha también tuvo ocasión de ser decisiva en el desbloqueo y no quiso serlo.

Con Vox pisándole los talones y con Cayetana Álvarez de Toledo haciendo la guerra por su cuenta, el PP de Casado tiene escaso margen, no así el partido al que ha llevado Albert Rivera al abismo. Ciudadanos lo tiene más fácil. Si quiere desandar el camino que le llevó a la ruina electoral, volver a la centralidad y enfocar al horizonte medio para la recreación de un partido con el que reconstruir un espacio que rompa la actual dinámica de bloques, que se haga un Manuel Valls. Los votos del ex primer ministro francés fueron decisivos para frustrar el acceso del independentismo a la alcadía de Barcelona. Ada Colau le debe el bastón de mando porque, de no ser por él, Ernest Maragall (ERC) sería hoy alcalde.

Los suyos, los de ellos, los de los únicos 10 diputados que le quedan a Ciudadanos en el Congreso, pueden hacer lo mismo. Pensar más allá, enfocar a largo, anteponer el futuro de España al suyo, corregir el rumbo, salir de la trinchera y demostrar, con los hechos y no solo con la palabra, que de de verdad desean un país en el que no haya ni rojos ni azules. ¿No dijeron eso en campaña electoral? ¿Acaso no comprometieron que sus votos servirían solo para desbloquear la situación?

Si no lo hacen, la pregunta seguirá siendo la misma que muchos de sus exvotantes se hicieron antes de pasar por la urna. ¿Para qué sirve Ciudadanos? En Catalunya nacieron para frenar al independentismo. En España, para romper la política de bloques. No han conseguido ni lo uno ni lo otro. Así que la respuesta parece obvia. Están a tiempo de hacerse un Valls o sentarse a esperar ya solo un entierro en el que rojos y azules les reserven una tumba también sin lápida y sin nombre. En su caso no será por haber contribuido a acabar con la política de bandos, sino por empeñarse ciega y torpemente en permanecer solo en uno de ellos. De la irrelevancia al olvido hay un paso, y están a punto de darlo.

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