Ya es Halloween en el PP
Ha llegado la semana fantástica del Partido Popular. El fin del verano les sentó fatal. Pero se acerca la hora de recuperar el buen feeling e ir a por todas con la cabeza bien alta. En vísperas de difuntos se preparan para ver pasar por el Senado el cadáver político de su enemigo favorito.
Las calles de Sevilla se llenaron de mujeres indignadas, luego de soportar durante varias semanas que una colección de hombres con traje y corbata les dijeran que no era para tanto lo de los cribados, luego que estaban exagerando, después que mentían, a continuación que estaban excitando la violencia contra los médicos y finalmente que si hay algún problema no tienen más que decirlo, que su puerta siempre está abierta.
Varias semanas después ellas y todos seguimos sin saber a cuántas mujeres ha afectado, quién tomó las decisiones que se van conociendo, a cuántas mujeres se ha llamado o en cuántos hospitales ha sucedido. La única certeza que tenemos reside en que, al nuevo consejero, Antonio Sanz, le gustan los toros y parece que La Oreja de Van Gogh.
La víspera se habían copado las calles de Valencia con ciudadanos indignados todavía un año después. A las mentiras y la incompetencia del día de la Dana, se suman ahora las mentiras de una reconstrucción de un gobierno valenciano que la gestiona como si fuese un expediente administrativo más y un presidente, Carlos Mazón, que continúa sin explicar por qué no compareció en el puente del mando el día más importante de su vida y la de muchos valencianos; sencillamente porque no tiene explicación posible o la que tiene es aún peor que la ausencia.
No son uno o dos casos aislados. Antes habíamos padecido otra poderosa exhibición de incompetencia popular durante la gestión de los incendios en Galicia y Castilla y León. De nuevo el conocido manual de gestión de crisis popular: primero se niega, luego se señala a quienes denuncian, después se anuncia un plan de choque, a continuación se tapa todo con opacidad y propaganda y finalmente se socializa la culpa repartiéndola entre todos.
A falta de gestión, al menos al PP le quedaba la identidad de ser la alternativa y la derecha de toda la vida. La previsibilidad que tan bien aprovechó Mariano Rajoy. Pero ya ni eso. El desconcierto ideológico es la nueva normalidad en el PP. En el aborto, en Gaza o en inmigración. Su respuesta ante la imprevisibilidad que encarnan Vox y Santiago Abascal con tanto desparpajo como inconstancia es más imprevisibilidad: digamos lo que nunca hemos dicho y hagamos lo que no se espera de la gente de orden.
Se fueron de vacaciones pidiendo elecciones por todo y ahora ofrecen truco o trato. El PP ya no pide elecciones. Núñez Feijóo ha vuelto a cuando les pedía a los socios del Gobierno que le hicieran el trabajo y le hicieran presidente.
Pero todo puede cambiar en este Halloween. Con un inagotable surtido de caretas de Koldo, José Luis Ábalos o Santos Cerdán y disfraces de Begoña Gómez o su hermano, el PP se dispone a darle el susto de su vida a Pedro Sánchez y, de paso, recuperar toda la iniciativa perdida desde el verano. Y si algo falla, que no cunda el pánico, que hay un plan B; ya lo ha desvelado el líder: si dice la verdad acabará en los tribunales, y si miente, también ¿Qué puede salir mal?
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