Historia de un saqueo con burla incorporada
En la España de hoy se puede liquidar un banco –el De Madrid-, hijo del grupo Banca Privada Andorrana presuntamente vinculado al blanqueo de dinero, como si fuera algo cotidiano. Aunque no estemos nada seguros de que, una vez más, sus hilillos de plastilina no vayan a causarnos algún percance. Precisamente, el presidente del gobierno -un experto en minimizar catástrofes con las más peregrinas metáforas- habla en Onda Cero Radio y cuenta que no sabe nada de una contabilidad B en el PP, que si acaso será de Bárcenas. Que estén imputados éste y dos ex tesoreros más del partido y avalen la existencia de esa caja de dinero sucio -y destinos en el que fue empleado como la remodelación de la sede de la calle Génova en Madrid-, juez, policía, Hacienda y hasta la Fiscalía que ya tiene mérito, no ha sido suficiente para que Rajoy haya querido enterarse. Tampoco ha estado mal, en el surtido de perlas desplegado, la salomónica aseveración: hay imputados e imputados. Por eso ya ha tomado medidas para que sea él o el PP quienes decidan sobre la cualidad de imputado o de lo que estimen mandar. Un creciente número de españoles dudan ya si les molesta más que les roben o que se rían de ellos.
Porque hay más, mucho más. 82 parcelas. Millón y medio de metros cuadrados concedidos por la Comunidad de Madrid para construir colegios en su mayoría privados o concertados desde 2000 a 2013, según un informe de UGT. En el estudio de las concesiones han aflorado nombres bien curiosos entre los adjudicatarios: el afamado hostelero (y lo que surja) Arturo Fernández, el Opus Dei –especializado en colegios segregados por sexo-, el Arzobispado de Madrid, un López del Hierro sobrino de Cospedal por parte de marido, o el ventrílocuo de cabecera del PP José Luis Moreno. Por cierto, en vísperas de retornar a TVE. Las Madres Mercedarias consiguieron, según el sindicato, una parcela en Tres Cantos a 14 euros el metro cuadrado de un suelo valorado en 700 euros/m². Luego supimos que algunas adjudicaciones nutrieron la trama Púnica de corrupción. Se acusa en ella a Francisco Granados –consejero de Aguirre- de llevarse una mordida en torno al millón de euros en la construcción de colegios privados.
Cada día, varias veces al día de hecho, nos topamos con hallazgos de este tipo. En todos los terrenos. En prácticamente cada rincón de este país. Lideran los que atañen al PP, no en vano gestor del gobierno de España, y de la mayoría de Comunidades autónomas y ayuntamientos. A corta distancia –dentro de sus posibilidades-, los Convergentes catalanes. El PSOE se ha cubierto también de gloria, especialmente en Andalucía. Algún cazo han metido en ocasiones otros que accedían al preciado mando en caja. Y en cada componenda salen los amigos habituales, parientes, maridos, esposas, sobrinos, primos, entrenadores personales, chóferes. La familia al completo.
Han vendido –privatizado, externalizado, dicen, labor que consiste en poner en manos “externas” lo nuestro- todo tipo de servicios públicos. Las joyas que quedaban en pie, tras esa cadena de horrores de décadas que exigiría investigación y responsabilidades. Hasta viviendas sociales han sido entregadas a fondos buitres por varios ayuntamientos, comenzando por Madrid que, sin empacho, ha visto desahuciar impasible a sus inquilinos. Y aún así –y cobrando más impuestos- el PP ha subido la deuda pública por encima de un billón de euros.
Asturias contabilizaba este lunes que sus ciudadanos han pagado 36 millones de euros desde que, nada más llegar, el PP instauró el copago y la exclusión de medicamentos del sistema público. Multipliquen por el resto de España. Entretanto a bancos, concesionarios de autopistas deficitarias, constructoras con contratos fiasco –como los de Florentino Pérez- no les ha faltado de nada. Elijan entre los sinónimos cuál cuadra más: asaltar, depredar, rapiñar, atracar, robar, pillar, despojar, desvalijar.
El destrozo perpetrado a la sanidad pública merece figurar en los anales de la Historia, y no deberíamos cansarnos de repetirlo, escucharlo y difundirlo. Según la lista Bloomberg, el sistema público español aguantó hasta 2013 en el puesto número 5 de mayor eficiencia, en 2014 ya estaba en el 14. Se han detraído de él 10.000 millones durante la crisis. En cálculos extremadamente tímidos –son del gobierno-, porque cada presupuesto general del Estado del PP fue un nuevo hachazo, hasta con partidas extraordinarias de tijera.
Han mermado drásticamente la ayuda a la dependencia allá por dónde se mire. Hasta en un camión se denuncia están haciendo resonancias magnéticas en Castilla La Mancha, la comunidad que lidera el aumento de la deuda pública de todos, pese a ser Cospedal la más experta carnicera de lo público, rivalizando con sus colegas de Madrid y las que nos ofertan para seguir.
Han logrado convertir nuestra salud en un negocio privado. Nuestros datos personales ya circulan en el mercado de compra-venta. Para ofertarnos lo mejor o lo que ya no cubre o terminará por no cubrir la sanidad pública. Nadie se siente más vulnerable que cuando está enfermo o lo están sus seres queridos. No existe presa más propicia.
Cuesta incluso resumir ese diario devenir por el saqueo hasta de lo más preciado. Por la desfachatez inmensa que se lo echa a la espalda como quien llevara una estola. Porque abarca todos los terrenos. Hasta los registros civiles ha entregado al lucro privado. Atracos a los derechos humanos de las personas, al concepto de justicia, a la información libre por medio de cada vez menos sutiles procedimientos. A la inteligencia, con las continuas manipulaciones.
Y encima sin el menor pudor en burlarse de nosotros. Aquí también pueden escoger entre distintas acepciones el trato que en este punto nos deparan: mofa, chanza, guasa, pitorreo, recochineo, choteo, desprecio, escarnio, engaño, estafa, fraude, camelo.
Y ahí marchan con sus tarjetas Black paga todo o las comodín que sirven para cualquier eventualidad. Para seguir en cargos y proyectos pese a estar imputados –o los eufemismos que quieran ponerles- en escandalosos casos de corrupción. Desde la troncal del PP en la Gürtel, a Púnicas, EREs y todo el diccionario. Y veremos en qué quedan.
No cabe un saqueo mayor –salvo el que está por venir si seguimos en este camino-. Cuesta imaginar esperpento superior al de postular como alcaldesa de Madrid a alguien con el historial de Esperanza Aguirre. Y que siga danzando por las televisiones. Y que elabore listas –con notable presencia de la ultraderecha por cierto- como si nada hubiera ocurrido y hasta que vaya a ser votada. Estas cosas en un país serio no ocurren.
O que salga de candidata de impoluta progresía alguien como Cristina Cifuentes, látigo de las protestas ciudadanas a la gestión de su partido. Sus colegas en el gobierno ya se han encargado de elaborar un marco legal ad hoc que pone los pelos de punta en la Europa que guarda aún las esencias democráticas. Por no hablar de los tribunales remodelados o de la fiscalía que hacen dudar de la separación de poderes.
Es la historia interminable. No acabaríamos nunca. Recomiendo echar la vista atrás, a la hemeroteca, de vez en cuando para comprobar lo que está engullendo la sociedad española. Probablemente nadie soñó encajar y deglutir con semejante soltura tanto sin sentido, no creyó que sus conciudadanos fueran capaces de tragar tanto. Al parecer, el truco residía en echar al gaznate social toda la basura mirando para otro lado. Como el que distrae contemplando las nubes mientras tira el agua sucia de la fregona por la ventana. Ya se encargarían sus medios y empleados de propaganda en redondear la labor de despiste. No creas a tus ojos, ni a tu estómago, ni a tu desconsuelo, ni a tu conciencia, mírame a mí: esto va bien, nos recuperamos. Todo lo que no sea esto –óyeme bien- es peor, es el caos.
Gobiernan y desgobiernan con la seguridad del que se va a quedar para siempre, pero la ira y malas artes les delatan. Emprendemos ya un camino de citas electorales, será sin duda asaeteado con toda la batería manipuladora disponible, pero el resultado dista de estar escrito. Hay mucho hartazgo, consciencia de la realidad, sonrojo por el atraco constante. Irrita lo que ni imaginan que, encima de robar, se rían de nosotros. Y ni de eso se privan, parecen haberle cogido gusto.
Hay también un enorme afán de liberarse y construir. Opciones mucho más limpias. Apasionante y crucial el momento que vivimos. Aunque muy peculiar, primera parada: el domingo en Andalucía.