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Honorables jarrones chinos

Los expresidentes Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar y Felipe González

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“He autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación...” Estas medidas y melifluas palabras del 4 de noviembre de 1998 en referencia a la organización terrorista ETA, las expresó públicamente ante las cámaras de televisión, como le exigieron entonces, el presidente del Gobierno José María Aznar.

Podemos colegir de ello que Aznar, también presidente del Partido Popular en la época, estaba blanqueando a la organización terrorista ETA. No, lo que estaba es iniciando una negociación con el fin de tratar de detener el horrible caudal de asesinatos y acciones terroristas. Como dijo en algún momento Iñaki Gabilondo, refiriéndose tanto a José María Aznar como a Felipe González, en circunstancias extremas tomaron iniciativas extremas.

Hoy, cuando políticos del Gobierno se reúnen con representantes de Bildu, ¿están blanqueando la marca política de ETA? No, están negociando con una fuerza política que cuenta con un determinado número de escaños en el Parlamento.

Te gustará más o menos Bildu, te gustará más o menos Vox, te gustará más o menos ERC, pero todas son fuerzas políticas que han obtenido votos de los ciudadanos y que, por ello tienen una representación parlamentaria. Si aceptamos la democracia, a algunos les cuesta y mucho, lo aceptamos todo, lo bueno y lo malo. En su momento quedamos en que si no había violencia, era posible defender cualquier idea. Ahora que no hay violencia, ¿hemos cambiado? ¿Ahora no es posible defender cualquier idea con la única fuerza de la palabra?

Todo esto viene a cuento porque la FAES, esa fundación creada por José María Aznar que nos ofrece de vez en cuando interesantes documentos para el debate, desde su óptica del Partido Popular claro, ha publicado esta semana un editorial titulado “El error fatal”. Y en ese editorial, la FAES de Aznar se muestra enormemente preocupada por lo que está haciendo el Partido Socialista, y especifica bien claramente, el PSOE de Rodríguez Zapatero y el de ahora, el de Pedro Sánchez. No el de antes, no el del honorable Felipe González, que era otra cosa, aunque otro honorable José María Aznar hiciera famosa, como jefe de la oposición, aquella frase de “váyase, señor González” cuando éste era presidente.

FAES en su editorial señala claramente cuál es el problema: “La España democrática, salida de un proceso ejemplar de reconciliación y acuerdo, se enfrenta hoy a un grave intento de destrucción. Una combinación de fuerzas que une a la extrema izquierda populista, a los independentistas y a los legatarios de ETA que han encontrado en la deriva del Partido Socialista desde la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero, el terreno abonado para avanzar en su siniestro proyecto de polarización política y ruptura territorial”.

Temen, además, que se perpetúen porque “en este proyecto, la oposición quedará relegada a la periferia del sistema, lo que garantizará a la izquierda y al nacionalismo la ocupación indefinida del poder”.

Quizá por eso en FAES echan en falta a Felipe González. “Lamentablemente, el Partido Socialista es el que es y su proyecto está igual de claro que el de sus socios. Si hay otro PSOE, debería manifestarse”, nos dicen. Pero el ex presidente ya se ha manifestado recientemente en el diario argentino Clarín: “Esta monarquía, que yo califiqué de republicana - dice en el periódico argentino Felipe González- y que tiene un comportamiento de presidencia que no gobierna y es representativa, la prefiero a una republiqueta como la que algunos pretenden, de éstas que llaman plurinacionales y con derechos de autodeterminación.”

Vemos ahora que González es más de esta monarquía, que de “aquella republiqueta”. O tempora, o mores. ¿Dónde quedaron las chaquetas de pana del camarada “Isidoro” de Suresnes?

Parecen evidentes las similitudes entre lo que dice FAES y lo que dice González. Pero hay una importante diferencia. FAES, Aznar, Fraga y antes Franco, han dicho siempre lo mismo, sobre este asunto. Franco hasta destruyó la República y organizó una Guerra Civil. Han sido consecuentes. González, en cambio, decía otra cosa cuando fue aclamado como nuevo secretario general del PSOE en Suresnes.

Allí, cerca de París, en octubre de 1974 y todavía bajo el régimen de Francisco Franco, el PSOE que presidió González se pronunció a favor de “la constitución de una República Federal de las nacionalidades que integran el Estado español” y acordó que “la definitiva solución del problema de las nacionalidades que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español”.

Cierto que el pensamiento de cada uno puede variar con el tiempo, cierto que cada cual es libre de variar ese pensamiento y adecuarlo a la realpolitik, cierto que uno puede ser obrerista y revolucionario en su juventud y pasar a ser carcunda y reaccionario en su vejez, o al contrario, aunque no resulta tan frecuente. Cada cual está en su perfecto derecho.

Pero resulta sorprendente que un estadista con tantos años de experiencia política como González, no quiera entender que cuando el secretario general de tu partido marca una línea a seguir, lo lógico es que la aceptes y si no la aceptas, en pleno uso de la libertad personal, te eches a un lado y dejes que ese secretario general se la pegue o acierte. Parece lógico pensar que un ex presidente del Gobierno y ex secretario general del mismo partido, debería ser el primero en dar ejemplo de disciplina de partido.

En un reciente debate electoral, cuando Donald Trump, actual presidente de Estados Unidos, quiso enredar a Joe Biden, candidato demócrata a la presidencia, con el socialismo de Bernie Sanders o las ideas de otros pre candidatos demócratas o ex presidentes, Biden se lo dijo bien claro a Trump: “el Partido Demócrata soy yo”. Pedro Sánchez podría decirle lo mismo a Felipe González: “El PSOE soy yo”. Felipe González también lo fue, en su momento.

Y así es, el tiempo para algunos pasó. Hicieron lo que hicieron, la Historia les juzgará y ahí queda la cosa. Hoy el gobierno lo conforman el PSOE y Podemos, gracias a una herramienta que se llama mayoría parlamentaria, y  hasta el propio González reconoce el extraordinariamente difícil momento que le ha tocado vivir al actual gobierno debido a la crisis global del coronavirus. “Nunca he vivido - dijo González al diario Clarín- un momento de incertidumbre multidimensional como el que estoy viviendo ahora, hay incertidumbre sobre la pandemia y sus consecuencias, económicas, sociales, educativas, políticas e incertidumbre sobre las consecuencias geopolíticas”.

Por esa razón cuando en FAES leemos “más allá de los habituales nombres de prominentes socialistas que se suelen citar como placebo para intentar convencerse de que el PSOE no es realmente el que es”, yo, si fuera Felipe González, pensaría para mis adentros: ¿se refieren a mí, o a algunos de mis colegas de aquel tiempo? Y seguiría pensando, “en este momento de incertidumbre multidimensional” por la maldita pandemia, ¿debo apoyar una visión progresista de la política, aunque no esté de acuerdo con los detalles, o debo encajar en la visión de FAES?

El propio González dijo a Clarín: “Mi agobio en la vida política española es que me cuesta un enorme esfuerzo sentirme representado. Mire hacia donde mire.” Pues sí que es un problema, sobre todo para alguien que fue secretario general del PSOE desde 1974 hasta 1997, y presidente del Gobierno con ese partido desde 1982 hasta 1996, y contó con la lealtad de sus correligionarios.

Con todo el respeto a un expresidente, voy a utilizar las palabras del propio Felipe González para apuntar hacia una solución: “Para mí, los expresidentes son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. Se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes”.

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