Si yo tuviera una escoba
En los últimos meses se suceden las huelgas indefinidas de trabajadores de limpieza y de recogida de basura por todo el país. No creo que en estos sectores haya más conflictividad que en otros, sino que sus huelgas son siempre muy fotogénicas: nos fascinan esas imágenes de montañas de desperdicios en las calles, vecinos con mascarilla y algún roedor que pasaba por allí; o los colegios y hospitales con los pasillos llenos de porquería y las papeleras desbordadas.
Tan irresistibles son, que algunos periódicos montan enormes fotogalerías en sus webs, y hasta piden a los lectores que envíen imágenes de la basura acumulada en sus calles. Curiosamente, son los mismos periódicos que más dicen preocuparse por el daño que estas imágenes causan a la imagen de la ciudad o del país.
Esa misma prensa, los gobernantes y los empresarios se escandalizan por la repercusión de estas huelgas en el exterior, por el deterioro de la “marca España” ante los reportajes que, estos días por ejemplo, han dedicado la BBC, la CNN, Le Monde o el New York Times a la huelga de los trabajadores de recogida de basura en Sevilla.
Los escandalizados parecen no enterarse de que estos medios extranjeros hace tiempo que optaron por la representación metafórica de nuestro país, y acogen en sus páginas todo aquello que refuerce una imagen inamovible: la de España como un país en las últimas. Publican fotos de calles llenas de basura porque ven esa calidad metafórica: son la imagen de un país enterrado bajo toneladas de políticos basura, bancos basura y deudas basura. Publican las fotos de Sevilla solo porque confirman esa imagen previa. Si se nos cae un edificio, ocupará también sus portadas porque representa el derrumbe del país. Y si el rey se da un tropezón en la escalera, lo reproducirán por lo mismo, por la metáfora de un país por los suelos.
La “marca España” no la lesionan los trabajadores de Lipasam (empresa municipal sevillana), ni los que antes dejaron sin barrer las terminales de Barajas, ni los que pararon en Jerez meses atrás o han hecho huelga en la limpieza de colegios u hospitales aquí y allá. En todos los casos los trabajadores defienden sus derechos, en tiempo de una ofensiva brutal que recorta salarios, amplía jornadas laborales o deja nóminas sin pagar durante meses. Y lo hacen como legítimamente deben hacerlo todos los trabajadores: luchando, en huelga.
En el caso de Sevilla no conozco a fondo el conflicto, ni falta que me hace: yo en estos tiempos de guerra me guío por el principio de “In dubio pro operario”. Ante la duda, a favor del trabajador. Y pocas veces falla.
No son estos trabajadores los que joden la “marca España”, sino la pringue que suelta estos días cualquier periódico, que ni para envolver pescado sirven por lo tóxico de su contenido: todos traen, día tras día, portada, editorial y una docena de páginas sobre Bárcenas, Ana Mato, la Gürtel, los ERE del PSOE, las ITV de CiU, las cuentas suizas de unos y otros, la amnistía fiscal hecha a medida de todos los chorizos, Urdangarín y señora, Lloret de Mar, la depuradora valenciana, los pufos de Calatrava, los enchufes de Baltar, el aeropuerto de Castellón, el agujero galáctico de Bankia.
Todos estos escándalos, todos, coincidían ayer en las páginas de cualquier periódico, en la apertura de los informativos. Eso sí que son toneladas de basura, eso sí que es aire irrespirable y ratas hurgando entre la mierda. Y no hay quien lo barra.