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Impuestos y coduching

Ducha

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Simonetta Sommaruga es la Ministra de Medio Ambiente de Suiza. Probablemente nadie la conocía fuera del país hasta que hace un par de semanas propuso que los ciudadanos compartan ducha como medida de ahorro a las puertas del invierno. La propuesta fue recibida con la lógica sorna en redes sociales –ducharse juntos y ahorrar agua parece propio de relaciones marchitadas- lo que obligó a Sommaruga a matizar sus declaraciones aclarando que el consejo está destinado a gente joven ya que “después de cierta edad, las duchas compartidas ya no son cómodas”. 

Como norma general no acostumbro pensar en ministras de medio ambiente suizas mientras me ducho, pero ayer lo hice. Pensé que, definitivamente, su consejo no es aplicable si valoras la comodidad pero tampoco si vives en un piso con termo o calentador eléctrico de agua, a menos que te guste salir de la ducha sin enjuagar. Aunque tal vez lo de salir de la ducha sin enjuagar sea sugerido pronto por algún otro ministro de medio ambiente como una práctica de ahorro energético llamada ‘jaboning’.   

A la ocurrencia de la ducha compartida pronto se le puso nombre en España: ‘coduching’, un nuevo integrante del ya extenso y variado ‘Diccionario español de neolenguaje adaptado a la precariedad’. El ‘coduching’ forma parte, por tanto, de la la apabullante tendencia (y obsesión mediática) a conceptualizar el empobrecimiento en términos que se presentan como beneficiosos o con una eficacia simbólica para el ciudadano. Porque no es lo mismo decir que tienes que compartir ropa, a decir que practicas el coclothing, expresión que me acabo de inventar pero que puede que exista, prefiero no comprobarlo. Tenemos el coliving, el coworking, el wardrobing, el nesting, o mi favorito, el polyworking, que consiste en tener varios trabajos a la vez para llegar a fin de mes, aunque en algunos medios de comunicación se venda como  la oportunidad de crear diferentes fuentes de ingreso si te apasionan varias áreas laborales. ¡Con el polyworking puedes ser inversora, presentadora de podcasts, escritora y administrativa! Básicamente, toda terminología barroca anglosajonizada coloca al usuario como benefactor consciente de la práctica ahorrativa, no como víctima de un sistema que provoca estas prácticas. 

Por supuesto, hay muchas cosas que puedes hacer para ahorrar un poco de dinero en el día a día: utilizar luces de bajo consumo, poner la lavadora en franjas horarias más baratas, no extenderse en la ducha, cocinar en el microondas en vez de en el horno, aprovechar el calor residual de la cocina, etc. Pero por mucho que vayas apagando los interruptores de la luz como ese padre que le repite al hijo que no trabaja en una compañía eléctrica, el aprieto económico en el que nos encontramos no se puede resolver solo con disciplina personal y mejores decisiones de consumo energético. Esto se siente como cuando bebes en pajitas de cartón por el medio ambiente mientras un famoso acaba de recorrer en avión privado los 200 kilómetros que separan su residencia habitual de su mansión en la playa. 

Decía Rajoy en el Foro La Toja, también conocido como el Foro Masculino La Toja, que es peligroso resucitar el viejo debate ricos-pobres. En realidad, es un debate mal planteado. Los pobres o la clase media (sea lo que sea eso ya) no se oponen a la riqueza de los ricos; a lo que se oponen es a la desigualdad lacerante que no deja de crecer mientras multipropietarios (algunos evasores fiscales) protestan airadamente por un posible impuesto a la riqueza, mientras jugadores de fútbol que cobran –como mínimo- 160.000 euros anuales ironizan sobre un posible impuesto a respirar, y mientras otros ciudadanos se ven obligados a practicar el coduching con agua poco caliente.  

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