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La izquierda ante la debacle

La candidata de Podemos en la Comunidad de Madrid, Alejandra Jacinto, y la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, en un mitin en Alcorcón.

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Lo que comenzó en Andalucía, cuando la comunidad que fue durante décadas el mayor granero de votos socialistas perdió el miedo a que gobernara la derecha y con Juanma Moreno Bonilla convertido en talismán electoral, se ha trasladado en estas elecciones autonómicas y municipales al resto de España. Ante la exhibición de fuerza del PP, que ha mejorado de forma notable sus resultados y no solo por la asimilación de los votos de Ciudadanos, queda por ver si estamos ante un escenario idéntico al de 2011. Aquellas autonómicas, en las que el PSOE perdió todo su poder regional y buena parte del local a manos del PP, fueron el preludio de la amplísima mayoría absoluta de Mariano Rajoy ¿Está a tiempo Sánchez de dar la batalla en las elecciones generales o es inevitable el cambio de ciclo que culminará con Alberto Núñez Feijóo en la Moncloa? La situación de España nada tiene que ver con la de 2011 pero la izquierda se encuentra ante la paradoja de que los buenos datos económicos, las medidas sociales y el avance en libertades no funcionan electoralmente ni evitan el agotamiento. Y la peor noticia no es siquiera la mala salud del PSOE sino el hundimiento de los socios de gobierno, especialmente en todas las grandes ciudades. El hundimiento de Podemos en territorios tan importantes como Madrid, la caída de Más País o el inexistente efecto movilizador de Yolanda Díaz y su proyecto ha demostrado que la desunión, las cuitas y el fuego cruzado en ese espacio político ha derivado en una única realidad: todos han perdido.

La crítica a toro pasado, el día después de las elecciones, es muy fácil de hacer y solo cabe plantearse si la situación es reconducible o el enfermo se encuentra en estado terminal. La izquierda española se enfrenta a un cierre de ciclo pero no solo, también a la incapacidad para capitalizar los avances sociales y los datos económicos positivos entre una clase media muy precarizada. El votante ha preferido la derogación del sanchismo y sus pactos y el sonido de los ideales liberales, aunque estos en realidad tengan como objetivo favorecer los intereses económicos de una élite empresarial y rentista.

El problema del PSOE es Andalucía, aunque los ojos se volvieron ayer a la Comunidad Valenciana, Aragón o La Rioja, pero lo es mucho más el hecho de que a su izquierda haya multitud de actores pero no un proyecto definido. Los líderes de este espacio han conseguido que sus votantes tengan un juicio distorsionado y pesimista de los propios partidos que lo conforman. En España se tiende a votar, a derecha e izquierda, a alguien de fiar, de los de siempre, que ponga orden en el caos, aunque este caos sea inventado. El populismo de la derecha se ha encontrado con una izquierda dividida que entra con facilidad en el marco de las guerras culturales que fijan desde el PP y que pierde votos decisivos en las heridas de la desunión. Recuperar crédito en Andalucía y superar el bloqueo que impide crear una alternativa verdadera a la izquierda del PSOE son las dos cuestiones más urgentes, no ya para dar la batalla en las próximas generales, para tener un futuro desde la oposición si Núñez Feijóo llega a gobernar, lo que hoy parece mucho más posible que ayer. 

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