Aunque jodan los profetas...
Que no lo éramos. No éramos profetas sino ciudadanos capaces de ver las consecuencias y el alcance de las violentas medidas a las que íbamos a ser sometidos como individuos y como sociedad. Ahora, estudio a estudio, dato a dato, realidad a realidad estamos viendo como nuestras previsiones sobre el austericidio se van concretado dolorosamente.
Esta semana era la Asociación Nacional de la Carretera la que ponía estadística a algo que era previsible y que ya todos sabemos: que la red viaria española se está yendo al cuerno por falta de mantenimiento. El incremento de la siniestralidad no es debido tanto a nuestra alocada naturaleza de fitipaldis como a las deficiencias del firme y la señalización y a la antigüedad del parque de vehículos que el empobrecimiento no nos ha dejado renovar. Volver a la situación anterior cuesta, según ese estudio, 6.000 millones de euros y no hacerlo es aún peor puesto que nos aboca a tener que reconstruir esa red de comunicación que tanto no costó tejer. Y, lo peor, lo que no se ha cuantificado es las vidas que se han quedado en el asfalto maltrecho que podrían haberse ahorrado si la crisis de los especuladores, el austericidio de Bruselas y el empecinamiento del PP no nos hubieran arrastrado a esta situación. Nosotros seguimos pagando impuestos. Otros, no.
La semana anterior eran otras vidas perdidas por la crisis las que se nos presentaban. La Fiscalía gallega ha imputado, por vez primera, a dos altos cargos de Sanidad de la Xunta acusados de homicidio imprudente grave por no dar el medicamente para la Hepatitis C a dos pacientes que la necesitaban urgentemente según sus hepatólogos. Los médicos denunciaron dos casos y la Fiscalía ha encontrado hasta seis en los que “el retraso en el suministro (...) obedeció a razones de tipo presupuestario del Sergas y no de contenido médico o clínico”. Muertes y dinero.
Como jode ser profeta.
Muchos avisaron de que los recortes practicados en investigación suponían abortar inversiones y no ahorrar gastos y pronosticaron que iba a haber una sangría de potencial investigador formado en nuestro país. No se si se ha hecho pública la cuantificación económica de la pérdida pero hasta en Harvard se han ocupado de estudiar el problema de la fuga de cerebros española. Cerebros que formamos con nuestros impuestos. Nosotros seguimos pagando impuestos. Otros no lo han hecho casi nunca al parecer.
Se veía venir. Como se veía venir la desigualdad, la difuminación de la clase media, el empobrecimiento de los trabajadores y el advenimiento de los empleos basura y de los minijobs aunque no se llamaran así.
Así que todo ese mundo de horrores que fue pronosticado cuando los hombres de negro y la furia de Merkel hicieron campar su ley ya está instalado entre nosotros. No nos consuela nada ser capaces de ver la realidad y sus consecuencias. El caso es que los peores augurios se han cumplido.
Nos queda saber por qué hemos perdido medio año y quizá la oportunidad para haber parado este deterioro. Nos queda la demoscopia que dice que quizá les hemos dado cartas otra vez para seguir en el mismo sendero. Nos preguntamos si tienen alguna fórmula para conseguir avanzar en un sendero más social y más humano a pesar de los halcones. Para todo esto, la bola de cristal se muestra turbia. Lo de ahora, lo que nos acaece como sociedad sometida, eso era muy fácil de prever. Lo difícil, a veces parece que imposible, es arreglarlo.