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Milagro en la Carballeira de San Xusto

Feijóo junto con el presidente de Andalucía, Juanma Moreno y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso durante la inauguración del curso político en la Carballeira de San Xusto en Cerdedo-Cotobade

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Al fresco de la sosegada y rumorosa Carballeira de San Xusto, en el concello pontevedrés de Cerdedo-Cotobade, lo más lejos posible de donde lo hacían antes -en Ribadumia, el feudo de Rafael Louzán, el antiguo barón pontevedrés hoy condenado a 8 años de inhabilitación por andar prevaricando-, acudieron el sábado las huestes populares. Iban convocados para inaugurar el curso político y sacarle lustre a la brillante armadura de Alberto Núñez Feijóo, la nueva esperanza blanca invicta ya en las justas demoscópicas; pero tuvieron la suerte de presenciar un verdadero milagro.

Más que el típico acto para sacarse unos totales en los telediarios y unas fotillos en las portadas con la excusa del nuevo curso, testimoniaron una verdadera anunciación de la victoria que ha de venir, con todo el baroneo popular extasiado en primera fila, encantados todas y todos de quedarse callados y haberse cruzado el tapón de Pedrafita solo para hacer de extras.

Ante sus extasiados compañeros de fatigas, Núñez Feijóo sacó el orgullo del emigrante retornado, pese a vivir en la tierra de la libertad a la que estaba encantado de irse hace apenas dos meses. Lloró cuánto le duele España y cuánto echa de menos “a súa casiña, o seu lar” mientras emplazaba a Pedro Sánchez a un debate “sereno y sosegado” en el Senado y así, de paso, le damos utilidad.

El enardecimiento fue tal que si Núñez Feijóo llega a decir que el agua que bebían con avidez para combatir el calor era vino, Díaz Ayuso habría proclamado entusiasmada que se trataba de Vega Sicilia y rápidamente Miguel Ángel Rodríguez habría organizado una cata para la prensa.

Feijóo ha veraneado sin moverse de Galicia y sin estresarse mucho, pasando de las calificaciones que le han ido otorgando los ministros del Gobierno como si se estuviera presentando a un concurso-oposición. Sabe que lo único que tiene que hacer es esperar. No necesita inventar una nueva estrategia de comunicación cada día.

El curso político que empieza trae dos novedades que lo cambian todo, aunque parezca que todo sigue igual. La primera reside en que por primera vez desde la moción de censura a Rajoy el actual Gobierno compite con una alternativa posible y probable. La segunda deriva de la primera: en Moncloa no acaban de entender ni lo que implica esa novedad, ni cómo gestionar a Núñez Feijóo.

Primero le intentaron aplicar una especia de paternalismo cosmopaleto dedicado a recordarnos que no sabe idiomas o que había salido poco de Galicia. Después nos explicaron que era un hombre con quien se podía hablar. Luego nos contaron que no, que no era de fiar. Para acabar de arreglarlo, nos han acabado desvelando que no es de fiar ni para los suyos y que quien manda de verdad es Díaz Ayuso. Le han exigido, por este orden, que se siente a hablar, que cumpla su palabra y que ponga orden en su partido para que, al final, acabe pareciendo que, ahora, quien no quiere hablar es Sánchez. Como diría el maestro Rajoy, nunca cambies lo que funciona. Si algo sabe hacer Núñez Feijóo es esperar, créanme.   

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