Tu Moncloa es la mía
Después de la desagradable tensión y las cosas feas que se dijeron en campaña, llega el “momento Bertín Osborne” que tanto gusta en la política española. Vamos de buen rollo; venga, no nos enfademos más ni discutamos tanto, vamos a tomarnos algo juntos, que en el fondo somos todos españoles y queremos las mismas cosas: paz, amor, trabajo para todos y que los hijos no enfermen. Nada sella tanto este momento de hermandad española como una visita a domicilio. Que se vea que no somos salvajes y sabemos ir a territorio enemigo sin sentir el impulso irresistible de saquearlo y quemarlo todo después.
Además de dejar en evidencia, una vez más, que el papel del rey Felipe VI se está quedando en papel de fumar, la ronda de encuentros convocada por el Presidente en funciones y aún no candidato en plan “vamos a marcar perfil institucional en el Palacio de Moncloa, por si acaso alguien no se ha enterado de que gané las elecciones”, nos va a dar que hablar y a mantener entretenidos en esta semana tonta entre campaña y campaña. El espectáculo siempre debe continuar. Ya lo decía Lina Morgan.
Tendrá su punto comprobar si Pablo Casado y Albert Rivera aprovechan para enmendar su garrafal y poco patriótico error de no llevar rabo de toro en su otra visita institucional a Bertín Osborne. También intriga averiguar qué le llevará Pablo Iglesias de regalo esta vez. Me permito sugerir la primera temporada de 'Umbrella Academy', muy apropiada para temas de convivencia.
La razones de Sánchez para convocar en su despacho parecen tan obvias que da un poco de vergüenza comentarlas. Casi parece que nos dan el canuto para asegurase de que hacemos bien la O. Los motivos de sus invitados se escapan algo más. Descartada la posibilidad de que Rivera y Casado vayan a llevarle un colchón nuevo, sólo queda la opción de que uno va porque el otro dijo que sí y la mejor manera de no equivocarse es copiar al adversario. Si hubiera dicho que no, faltarían los dos. En el caso de Iglesias seguramente será que no puede negarse si no quiere dar la excusa perfecta para que le dejen fuera del partido.
Cabe una tercera opción. Que aprovechen todos este “momento Bertín” para acordar cómo gestionar juntos la irrupción de la derecha extrema, pactar dejar de competir por su agenda y juramentarse para que el Congreso de los Diputados no se convierta en un circo de tres pistas. Pero para eso hace falta tener sentido de Estado. Un bien escaso en estos tiempos.