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Una mujer es libre para todo

Sede de la Policía Local en Estepona.

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Vosotros no vais a decidir sobre mi vida; seré yo quien lo haga

Amy Schumer

Una mujer es libre para tomar todas sus decisiones. 

La Testigo Protegido nº 1 también. Podía hacerlo y lo ha hecho. Ha decidido no someterse ni a un procedimiento judicial de años ni a un acoso mediático que la iba a dañar ni a un juicio social que tampoco deseaba. Tal vez a cosas peores. Tenía motivos para temer a tenor de lo que vivió la víctima de San Fermines después. La decisión de la víctima de la violación de los policías de Estepona no la cuestiona a ella sino a nosotros. La decisión que ha tomado a través de su representante procesal de llegar a un acuerdo y no celebrar juicio la ha tomado para buscar lo mejor para ella y me pongo en pie y la aplaudo porque no es tarea suya satisfacer a nada ni a nadie. Es muy posible que lleve toda la razón: evitar el juicio es evitar que su identidad y su vida actual sean pisoteadas de nuevo impunemente. Probablemente yo misma se lo hubiera aconsejado, conocidas todas las circunstancias, si hubiera sido su madre. 

No entiendo pues la polémica. No es este un tema para la polémica sino para la reflexión. A la Testigo Protegido nº1 la violaron y vejaron con 18 años dos agentes de la autoridad vestidos de uniforme. Dos tipos que fueron a su casa, arrebataron unas llaves y la violaron sobre la encimera de su propia cocina. Dos policías. No tiene que dar explicaciones a nadie sobre lo que decida hacer ahora. El feminismo no es una nueva inquisición que arrebate a las mujeres su poder para regir su vida y les obligue a vivirla de una forma determinada. Si así fuera, a mí que me borren. No tenemos que mirar en este caso hacia la víctima sino hacia otros muchos focos de ignominia y de culpa que no la atañen a ella. Por eso la dejo aquí, con su vida con un trauma extraordinario y con su decisión que pretende impedir más daño. A la Testigo Protegido nº 1 sólo le deseo con total sororidad que pueda remontar un trauma de tal entidad y que el resto de su vida sea muy feliz viviéndola como ella decida vivirla. 

Este asunto tiene muchas más aristas y somos nosotros los que nos vamos a adentrar en ellas. 

En primer lugar el funcionamiento de la Administración de Justicia. No por la aceptación del acuerdo ni por el propio acuerdo que es perfectamente legal, sino de la Justicia mirada con los ojos de la víctima. Lleva ya cuatro años, cuatro, desde su violación hasta el acuerdo que evita el juicio y aún le quedaba pasar el juicio oral y quién sabe si otros dos o más hasta obtener una sentencia firme. La primera reflexión es sobre cuánto tiempo puede y debe una víctima estar sometida al permanente recuerdo de su ultraje. Cuando quieran ser críticos, no critiquen a esos jueces que sólo podían aceptar el acuerdo, sino a quienes no crean plazas de jueces ni de fiscales suficientes ni pagan suficientes funcionarios ni hacen el más mínimo esfuerzo para que se haga justicia en un plazo razonable. 

Luego está la forma en que la Justicia, por sus propias características, trata a víctimas de delitos que afectan de forma tan profunda a la intimidad de una mujer. Un ser humano sin intimidad no es tal. Destruirla parcialmente es destruirlo en parte y afectar a su núcleo esencial. El proceso debe ser contradictorio y respetar todas las garantías pero no debe ser una nueva tortura para el ya victimizado. Hay que explorar con decisión esas vías. Menos forraje en las leyes y más establecer mecanismos reales. Ni el procedimiento ni la forma material en la que se lleva a cabo son bálsamo para ninguna mujer violada o maltratada. He visto que la fiscal de Sala de Viogen sugería ayer avanzar en la preconstitución de la prueba en los delitos de violencia sexual. Esto vendría a suponer copiar el sistema que se sigue con los menores y llevar a cabo una sola declaración -con juez y todas las partes incluidas- durante la instrucción que sirviera ya para el juicio oral. Sólo le veo una pega, y es que se trata de una grabación y ya sabemos a qué nos exponemos si la custodia no es perfecta. 

La segunda reflexión va sobre las policías, sus miembros y su selección. Hablamos de dos policías que haciendo un control de alcoholemia se “encaprichan” de una chica de 18 años que va borracha dentro de un vehículo que detienen y que se prevalen de su condición para intentar quedar con ella, a lo que se niega, y después para seguirla hasta su casa, entrar y violarla allí. Leyendo la sentencia se entiende perfectamente cómo utilizaron el poder del uniforme y de la amenaza para conseguir atemorizar a tres personas de muy poca edad y conseguir su objetivo criminal. Sus padres han pagado 80.000 euros para la responsabilidad civil y para lograr en el acuerdo cambiar los 30 años por 2 años de prisión, inhabilitación especial para empleo público, lo que significa la expulsión de la policía, inclusión en el fichero de agresores sexuales, libertad vigilada durante 5 años -el primero con presentaciones mensuales-, prohibición de aproximarse a menos de 500 metros y de comunicar con ella por cualquier método en 10 años y la inhabilitación para el sufragio pasivo. Los dos años de prisión se han convertido de forma casi automática en un no ingreso en prisión, aunque no lo haya visto así el presidente del tribunal que ante la práctica ausencia de castigo para un acto tan deleznable ha realizado un voto particular. Pedro Molero, el magistrado disidente, considera que la voluntad de la víctima ha de ser tenida en cuenta -estamos ante delitos semi públicos- pero cree que no hay ningún pronóstico claro de que no vayan a reincidir y que eso era decisivo a la hora de ingresarlos en prisión. “Las sentencias claman por ser cumplidas” llega a decir. 

Hablemos también de la sombra del juicio de La Manada y de las consecuencias que tuvo para la víctima la decisión de la defensa de aquellos tipos de cuestionar la actuación de ésta. Miremos a la revelación de su identidad y a las fotografías que fueron mostradas. Recordemos las horas de debates acalorados en los que un grupo de contendientes -los anti feministas- cuestionaban y juzgaban permanentemente los actos de la víctima, la vida de la víctima y terminaban por cuestionarla a ella. Esto ha pesado sin duda sobre la decisión de la Testigo Protegida nº1. Ella no va a sentirse reparada por esta condena ni por la de 30 años pero tampoco iban a ayudarle “los rigores de un juicio o el interés mediático”. Los medios también han pesado. Las horas de televisión han pesado. El tono de los debates ha pesado. Un peso grande cae sobre los medios pero, escuchen esto bien, también sobre la sociedad. Los medios no hacen sus programas más amarillos ni más sucios ni más agresivos para las víctimas sólo por una decisión sino para ganar audiencia y la audiencia, señores y señoras, son también ustedes, son millones de personas, es la sociedad. No apagan eso sino que lo encienden. Ya me entienden. Si la víctima de Estepona ha preferido la conformidad, también es por todos nosotros.

Por último una nota pequeña sobre los amigos de sexo masculino que acompañan a veces a las víctimas. En este caso también había uno, cuyo comportamiento no pudo ser en mi opinión más abyecto. Viendo claramente el objetivo de los policías no sólo no adoptó ninguna postura para impedirlo sino que instó a su amiga la víctima a quedarse a esperarlos y le dice, según sentencia, “que por la condición policial de los acusados que los policías vienen a verte a ti, quédate por favor que son policías y como no hagamos lo que quieren se nos va a caer el pelo” y se deja después quitar las llaves de la casa sin oponer ninguna resistencia. ¡Es que la desnudan y la penetran con los dedos y la sobetean delante de él sin que haga nada! ¿Un chico se hubiera comportado hace unas décadas así? 

La víctima ha considerado que el acuerdo era lo mejor para su vida y eso hay que respetarlo. Nuestra única misión consiste en poner las condiciones para que otras víctimas no vean como mejor solución detener el engranaje del juicio y de los medios. Ese es el problema y no su decisión.

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