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Aún no hemos visto nada

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.

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No vamos a contar por enésima vez la fábula del escorpión y la rana. Ya la conoce todo el mundo. Me parece, en cualquier caso, que el nuevo gobierno de Pedro Sánchez (si llega a nacer) está condenado a ahogarse en mitad del río, o incluso antes. No estoy seguro sobre quién ejercerá el papel de escorpión, porque el negocio puede acabar consistiendo en una carrera para ver quién pica antes. En el caso de Sánchez, está en su naturaleza. En el caso de los independentistas catalanes, Junts y Carles Puigdemont especialmente, constituye una necesidad vital. ¿Quién será la rana? Todos nosotros.

Los resultados de las elecciones en Cataluña suelen ser bastante distintos, según se trate de generales o autonómicas. Pero la votación de julio dejó datos preocupantes para el independentismo. En las generales de 2019, con la asonada de 2017 aún reciente, ganó Esquerra Republicana, seguida de cerca por los socialistas y Comunes-Podemos, con Junts a poca distancia y el PP lejos, con 287.000 votos y dos diputados. En 2023 arrasaron los socialistas, seguidos por Sumar y el PP en tercer puesto, con 469.000 votos. Esquerra Republicana y Junts quedaron por detrás de las tres fuerzas “españolas”.

O sea, tienen que hacer algo. La presunta amnistía (eso de lo que se habla tanto y de lo que conocemos tan poco) no suscita grandes pasiones en Cataluña. Domina el asentimiento, posiblemente más por cansancio que por otra cosa. La reforma del delito de malversación de fondos públicos y, si se da, la amnistía, permitirán sin embargo reavivar los rescoldos del soberanismo/ independentismo allí donde, por pura correlación de fuerzas (mucho activismo, poca población), resulta más fácil hacerlo.

Cabe aventurar una nueva ronda de referéndums locales en poblaciones pequeñas, una nueva ronda de victorias independentistas insignificantes pero narradas en términos heroicos y un pulso entre ERC y Junts para ver quién es más audaz y quién dice o hace la burrada más grande. O sea, tras haber ayudado a investir un gobierno en Madrid (si eso finalmente ocurre), tendrán que distanciarse de él lo antes posible y de la forma más espectacular posible. Habrá que ver cómo se aprueban unos presupuestos en estas condiciones.

Recuerden que los presupuestos elaborados por Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro fueron prolongados tres veces. Recuerden que hasta Sánchez tuvo que asumirlos. Y recuerden, claro, cómo acabó Rajoy. Un gobierno en minoría tiene la yugular demasiado expuesta.

El independentismo no puede arriesgarse a un referéndum de verdad, porque lo perdería. Sí, habría ganado de alguna forma el reconocimiento a eso que llaman “derecho a decidir”. Y por eso lo reclaman, aunque no para mañana o pasado. De momento les vale con una promesa, con un horizonte que permita convencer al electorado “indepe” de que los hechos de 2017 y lo que vino después fueron útiles y permitieron acercarse al objetivo. Necesitan una esperanza para salir de su desoladora situación actual.

No hay mucho para elegir. No se trata de optar entre la repetición de elecciones y un gobierno inestable, porque ambas cosas son compatibles. Una nueva votación en enero puede dejarnos en el mismo sitio donde estamos. ¿Crispación? Aún no hemos visto nada.

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