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De 'no pienses en un elefante' a pensar en dos

Iván y Redondo, y su número dos en Moncloa, Francisco Salazar

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Estos días de campaña electoral bulle la sede del PSOE. No decimos PSM porque a los socialistas madrileños nadie les ha invitado a esta fiesta, salvo para hacer bulto, hablar poco y decidir nada. La Moncloa ha hecho del socialismo madrileño lo mismo que Ayuso ha hecho del PP, una especie de atrezzo que aparece de cuando en cuando en la escena pero con participación exclusivamente ornamental. ¿Dónde están el secretario general del PSM o el presidente del PP de Madrid? 

Ni el polifacético José Manuel Franco –que anteayer era delegado del Gobierno y hasta aún hoy secretario de Estado para el Deporte–  ni el incombustible Pío García Escudero han tenido participación alguna en esta batalla en la que, al parecer, los madrileños nos jugamos algo tan vital como la libertad de no volver a encontrarnos a nuestros ex por la calle nunca más. 

Los jefes de campaña de los candidatos popular y socialista han sido nombrados a título de inventario para que no entorpezcan ni  interfieran en las estrategias diseñadas por otros. El popular Alfonso Serrano es para Miguel Ángel Rodríguez lo mismo que Mónica Carazo para Iván Redondo. Dos apparátchiks cuya vida laboral está expedita, más allá de las cotizaciones por cargo público, que había que designar oficialmente para cubrir el expediente partidista. Los argumentarios, el diseño, los mensajes, los reclamos, los actos del día, los marcos y hasta los teloneros que acompañan a los aspirantes los deciden los gurús de la comunicación política y ellos no intervienen más que para dar los buenos días cada mañana y aparecer de cuando en cuando junto a su candidato a ver si alguien repara en su existencia, suena la flauta y ascienden en el escalafón orgánico.

Decíamos que bulle el PSOE precisamente por esto. En el PP se quejan, pero sólo entre susurros porque saben que Rodríguez ha hecho de Ayuso un fenómeno político inexplicable que suma votos con su descaro y sus ocurrencias y que, gobierne o no después del 4M, no hay duda alguna ya de que duplicará el número de escaños populares tras zamparse a Ciudadanos y robar la mitad de los votos a Vox.  En el PSOE es otra cosa. Se lamentan, no porque Ángel Gabilondo trajera de serie la sosería, la seriedad y la formalidad, sino de que los gurús monclovitas hayan pasado sin transición de poner en valor la moderación y la serenidad de su candidato a que se sumase al grito de ¡que vienen los fascistas!

“La máxima que rige para todo experto en campañas electorales de que una vez diseñada la estrategia, queda prohibido cambiarla no debió estudiarla Iván Redondo”, se lamentan en la sede socialista, donde esta vez creen que el flamante jefe de gabinete de Sánchez ha sucumbido al marco impuesto por otros. Primero, al de Ayuso. Y, ahora, en este final de campaña donde llueven las balas y las amenazas, al de Iglesias. La Moncloa entró en la disyuntiva socialismo-libertad con la que abrió la candidata del PP la campaña y asume ahora como propia la de fascismo-democracia que enarboló el aspirante de Unidas Podemos, tras la negativa de Vox a condenar las amenazas de muerte recibidas por Iglesias permitiendo que Ayuso escape de la rendición de cuentas sobre su gestión de la pandemia. 

Decía Lakkof en “No pienses en un elefante”, un clásico de cómo funciona el lenguaje político, que cambiar los marcos es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo y que en política no se deben pensar las cosas tal y como las presentan los adversarios para enmarcar el debate público a su conveniencia. Los socialistas lo han hecho. No una, sino dos veces. Han pensado no en uno, sino en dos elefantes. El de la libertad y el del fascismo.

La suerte está prácticamente echada. Quedan apenas tres días de campaña y no parece que al PSOE le quede tiempo para reenmarcar el debate, reactivar la simpatía por sus valores o generar conciencia sobre la realidad madrileña, que no es una forma de vivir ni una identidad como dice Ayuso, sino un marco de desigualdad en una región que fue la quinta por la cola en aumento del gasto social en 2020 y cuyo gobierno invirtió sólo un 2,1% en este capítulo. Una cifra que supuso un 62,5% menos del incremento del conjunto de las comunidades autónomas. Y esto a pesar de la situación de emergencia sanitaria, social y económica, y de los recursos inyectados por el Gobierno de España.  Son datos del informe del Ministerio de Hacienda sobre los gastos de las Administraciones Públicas en 2020 en términos de contabilidad nacional que se hizo público el pasado 31 de marzo.

O los indecisos, cuyo porcentaje parece que aumenta en los seguimientos diarios de los partidos, obran el milagro (laico) para la izquierda o esta vez los estrategas, los de verdad, no aparecerán en la foto de la noche electoral.

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