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No me toques los quorums

Sede del Tribunal Constitucional en Madrid en una imagen de archivo. EFE/Juanjo Martín
29 de enero de 2022 22:51 h

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Tres grados, a la altura del polo, derriban la jurisprudencia. Un meridiano decide sobre la verdad”

Bernard von Brentano

Uno de los efectos perversos que tiene en el resto del país la cuestión catalana es que el desinterés y la pereza y el cansancio -general y de las audiencias- hace que cualquier resolución que deniegue cosas a Puigdemont y el resto de los políticos que pleitean en Europa, pase desapercibida. Eso no impide que estas decisiones o tomas de posición de órganos de tan gran importancia como el Tribunal Constitucional acaben implicando variaciones que afectarán en el futuro a asuntos que nada tienen que ver y que pueden ser de importancia capital. 

Eso es lo que sucede con el viraje que ha llevado a cabo el Tribunal Constitucional en el que, prácticamente, ha acabado con la posibilidad de recusación de sus magistrados y que blinda a los polémicos Conceción Espejel y Enrique Arnaldo, llegados en medio de la trifulca por su clara decantación ideológica y sus liaisons, frente a otras posibles recusaciones por motivos diferentes a los que ahora alegaba Puigdemont. No es baladí que el Pleno, de forma conjunta, se blinde frente a esta posibilidad alegando que “va en la propia naturaleza de las cosas que un magistrado constitucional haya sido designado por sus ideas y opiniones” y que a la par sea ese un órgano al que Rajoy dotó de posibilidades de ejecución de sus sentencias y del que ellos mismos afirmaron que “ha sido configurado por la Constitución como un verdadero órgano jurisdiccional”. 

En un extraño ejercicio de sorbido y soplado nos dicen que son distintos de los tribunales ordinarios -y por eso su apariencia de imparcialidad no se mide por el mismo rasero- pero a la vez pueden ejecutar sus resoluciones, incluso inhabilitando cargos públicos. No les niego que a mi me resulta inquietante, aunque sesudos expertos habrá que nos digan que esto es lo más normal del mundo y que si Dios es uno y trino, sin duda un magistrado constitucional español ejerce una verdadera jurisdicción pero ha sido designado por sus opiniones en un tribunal con un equilibrio ideológico que no conviene romper. Bangalore no va con ellos pero pueden mandar a casa a un cargo público.  

La resolución que deniega la recusación de Espejel y Arnaldo en el caso de Puigdemont y otros, recoge una nueva doctrina del TC que da la vuelta a lo resuelto hasta el momento. Recuerden que Pérez Tremps fue recusado por el PP y aceptada su recusación, por un informe que había realizado como catedrático, y que su salida alteró el equilibrio del TC propiciando que se declara inconstitucional gran parte del Estatut de Catalunya. Un polvo con demasiados lodos. Posteriormente se intentó recusar a Emilia Casas y, más recientemente, los magistrados Conde-Pumpido y Narváez se abstuvieron voluntariamente de entrar a decidir sobre asuntos relativos al procès por declaraciones u opiniones emitidas en conferencias o actos, para “reforzar la imagen de imparcialidad del tribunal”. Ahora, en una decisión en la que también ha participado ellos, todo cambia. 

Nos dicen ahora los miembros del Constitucional que, en primer lugar, sus propias recusaciones deben analizarse a la luz de la especial característica de un órgano que interpreta la Constitución y que, de hecho, está previsto que nombren el Gobierno y las Cámaras, porque la interpretación tiene un componente político. Insisto que esto iba bien hasta que Rajoy los convirtió en ejecutores de sentencias. Esa especificidad de la función del magistrado constitucional, les lleva a afirmar que las recusaciones deben ser siempre analizadas de forma restrictiva, como si eso fuera un derecho del tribunal y no un derecho de los ciudadanos. El cambio de tercio ha sido suscrito también por los magistrados progresistas e incluso por los que se habían abstenido. Puede ser que hayan pensado que si la expresión anterior de opiniones o la firma de manifiestos puede convertirse en causa de apartamiento, no faltará quien encuentre motivos para sacarlos a ellos de recursos como el de la ley del aborto o la eutanasia. No sé, algo así les ha debido dar para asumir que la apariencia de imparcialidad de los magistrados constitucionales ya no es casi relevante sino que viene a ser un mérito haber sido nombrados “por sus ideas y opiniones” sobre asuntos sobre los que después se han de manifestar. 

La segunda razón que alegan es que las recusaciones que hacían los catalanes estaban hechas “a mala fe” puesto que los recurrentes sabían que de aceptarlas les dejaban en cuadro. Llegan a explicar que si son doce y uno ha sufrido un ictus y dos se han abstenido, quedan nueve y esas dos recusaciones más les dejarían en siete, por debajo del quorum de ocho. Así que concluyen que a Espejel y a Arnaldo los recusan para hacer el mal y dejarlos sin poder resolver. ¿Y qué tienen que ver los derechos que asistan o no a un recurrente cualquiera con los problemas de quorum del tribunal? De nuevo se señalan diferentes, y lo son, porque ellos no pueden ser sustituidos mientras que los jueces ordinarios sí. Pero, oiga, pueden ejecutar sentencias porque son una jurisdicción completa y plena. Sorbo y soplo.

Además reconocen que las recusaciones pueden usarse para alterar el equilibrio ideológico del tribunal y que eso no está bien. Es, exactamente, lo que pasó con Pérez Tremps. En su nueva doctrina lo llaman “preservación de la composición del tribunal” y “defensa de la jurisdicción”. En resumen, que hayan dicho o se hayan posicionado como se hayan posicionado respecto a un asunto concreto antes de ser nombrados no tendrá ya ninguna importancia. Eso supongo que puede querer decir que ya están tardando los que aspiran a entrar algún día en dejar constancia, doctrinalmente por supuesto, de por dónde van sus tiros en lo que queda por fallar. Así, cuando toque nombrar, pues se va a tiro hecho.

Puede que me equivoque de medio a medio y que sea super jurídico que los magistrados sean nombrados por sus opiniones y que luego decidan sobre esos mismos asuntos sobre los que han opinado, que de hecho los nombren por eso. En todo caso ha pasado demasiado desapercibido este cambio de rumbo porque total era otra chorrada de Puigdemont y a esos toda leña es poca. Lo hablamos la próxima vez cuando sea un escándalo que uno de ellos se pronuncie sobre cualquier otra cosa de la que ya sepamos desde hace mucho por dónde derrota. Aunque entonces a lo mejor toca volver a lo que se argumentaba sobre Pérez Tremps.

Cuando todo puede ser de una forma o de otra, nada es nada. 

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