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Piquetes violentos

Seis de los ocho trabajadores de Airbus para los que la fiscalía pide ocho años de cárcel. Foto: OLMO CALVO

Isaac Rosa

No sabemos si al final habrá Gobierno, si será “progresista y reformista” como pide el PSOE, “de cambio” como insiste Podemos, o “de transición” como quiere Ciudadanos. O todo a la vez, progresista, reformista, de cambio, de transición y de todos los santos.

Lo único cierto es que para muchos ciudadanos va a llegar tarde. Por ejemplo, para los ocho sindicalistas de Airbus que este martes se sientan en el banquillo. El documento que el PSOE pasó ayer a los equipos negociadores incluye la “derogación inmediata” del artículo 315.3 del Código Penal. Pero mientras negocian y no negocian, a los ocho de Airbus se lo van a aplicar esta misma semana: 66 años de cárcel pide el fiscal para los ocho. ¿Su delito? Participar en un piquete durante la huelga general de 2010.

Están ellos en el banquillo, como lo estarán próximamente los cerca de 300 trabajadores que tienen juicios pendientes tras las últimas huelgas generales. Pero podrían estar muchos otros. Yo mismo, por ejemplo. Y no es que me quiera poner ninguna medalla, al contrario: es para que vean cómo la amenaza no es contra un puñado de sindicalistas “violentos”, sino contra todos los trabajadores que en el pasado ejercimos nuestro derecho de huelga, y queremos seguir ejerciéndolo en el futuro.

Yo no estuve en la fábrica de Airbus en Getafe aquel día, cuando la policía disparó hasta siete veces al aire y repartió porrazos que sirvieron para señalar a los que luego serían detenidos: todos aquellos que pasaron por el botiquín esa mañana.

Yo no estuve en Airbus, sino en Fuencarral, en las cocheras de los autobuses municipales, apoyando a los piquetes sindicales frente a los abusivos servicios mínimos impuestos. Y allí también hubo porrazos, choques con los antidisturbios, heridos. Cualquiera de los que estuvimos podríamos haber acabado en un banquillo, a merced de ese artículo 315.3.

La huelga de 2010 fue muy violenta, es cierto. La recuerdo bien. “Piquetes violentos”, valga la redundancia, titularon al unísono la mayoría de medios, en la que ya es una frase hecha de toda huelga. Pero los piquetes más violentos no se manifestaron en Airbus ni tiraron huevos contra los autobuses en las cocheras. Quienes más calentaron la huelga no fueron los piquetes sindicales, sino esos otros de los que nunca se habla, y que más violencia emplean en toda huelga general: los piquetes patronales, con su coacción tan discreta como eficaz; los piquetes mediáticos, que desde televisiones, radios y periódicos cargaron contra la huelga desde semanas antes; los piquetes políticos, que deslegitimaban a los sindicatos convocantes e impusieron servicios mínimos abusivos (que luego fueron declarados ilegales por los tribunales); y por supuesto los piquetes policiales, que se emplearon con dureza.

La actuación violenta y combinada de todos esos piquetes fue la que hizo necesaria la presencia de un piquete sindical a las puertas de Airbus, una fábrica donde nunca había habido conflictos: para defender el derecho de huelga de los trabajadores, en tiempos en que este derecho está amenazado como nunca en democracia. Y eso es lo que hicieron. Con la tensión propia de toda huelga, claro, hasta que la carga policial dio con ellos en la enfermería, en la comisaría y en el juzgado, donde esperemos que no actúe también un piquete judicial.

No son ocho, somos muchos los que estamos en ese banquillo, los que nos manifestaremos esta semana llena de convocatorias. Y lo que está en juego no es la huelga de 2010, sino la próxima.

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