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Padre y asesino

Una mujer camina con un cartel contra la violencia de género durante una manifestación con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género. EFE/Villar López/Archivo

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Martín Ezequiel Álvarez Giaccio tiene 44 años y el martes asesinó presuntamente a su hijo de dos años. Unos días antes, su pareja le había anunciado su decisión de poner fin a la relación que mantenían. “En el hotel te dejo lo que te mereces”, le escribió Martín a la mujer en uno de los mensajes amenazantes que le envió esa tarde, cuando se llevó al niño a dar un paseo. Esa frase escalofriante resume a la perfección parte del trasfondo de la violencia machista: es la violencia que las mujeres recibimos por tomar decisiones, por querer tener el control de nuestras vidas e intentar vivirlas libremente. Esa violencia nos golpea a nosotras y golpea a otros sujetos, como los niños y las niñas.

En este caso, no consta información sobre si el hombre había ejercido anteriormente algún tipo de violencia machista contra su pareja. Por otro lado, la separación era tan reciente que no había acuerdo o régimen de custodia. La investigación podría añadir otros datos, pero más allá de todo eso, la mujer que hoy llora la pérdida de su hijo había tomado una decisión, la de separarse. “Te arrepentirás”, le escribió él, que decidió castigarla por ello.

Las voces expertas subrayan que los hombres que ejercen violencia machista lo hacen para controlar a las mujeres. Cuando los agresores perciben que su control disminuye o cuando temen perder ese control, aumenta significativamente el riesgo para las mujeres y también para sus hijas e hijos. La decisión de separarse es uno de esos momentos en los que los agresores sienten que pierden el dominio y pueden redoblar la violencia para tratar de recuperarlo.

En palabras de Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género: “En 2020 tuvimos la cifra más baja de asesinatos machistas porque la limitación de la movilidad, las restricciones y la dificultad para salir de las relaciones de violencia, tanto por las circunstancias sociales como por las económicas, hicieron que los agresores ya vieran cumplido su objetivo: el control de la víctima (...) El ritmo de la pandemia influye y ahora que estamos en un momento de optimismo incluso económico, hace que muchas mujeres se planteen salir de las relaciones, que es el momento de mayor riesgo de asesinato, cuando el agresor siente que pierde el control. Así que el riesgo de casos que acaben en asesinato o agresiones grave va a aumentar”.

“Te arrepentirás”. “En el hotel te dejo lo que te mereces”. Martín Ezequiel Álvarez Giaccio pensaba que su expareja merecía un castigo por tomar sus decisiones y no querer continuar con él. Martín Ezequiel Álvarez Giaccio quería hacerle daño y recuperar el control perdido. Para ello, no dudó en ejercer violencia contra su hijo y presuntamente le asesinó. El niño se suma hoy a la lista de menores víctimas mortales de la violencia machista. La mujer, a la lista de mujeres que sufren una violencia que no va a terminar porque la ausencia de su hijo es ya para siempre. El agresor, a la lista de hombres que no aceptan que las mujeres somos sujetos y que ellos no son ni nuestros dueños ni nuestros salvadores.

De igual manera que en otros casos ponemos el foco en los fallos y puntos ciegos del sistema, en los protocolos, en los juzgados o en los sistemas de detección, este crimen debería servir para recordar el trasfondo social y cultural de la violencia de género. O actuamos sobre la masculinidad, las relaciones afectivas y los valores que las rodean, y la socialización o por muchos protocolos y sistemas de detección que tengamos seguirá habiendo hombres que piensen e incluso que pronuncien un “te arrepentirás”, un “voy a darte donde más te duele” o un “te lo mereces”.

El grado de violencia, más allá de la verbal, que haya tras cada una de esas frases variará, pero seguirá siendo la violencia que ejercen contra nosotras por ser las mujeres que no quieren que seamos. Seguirá siendo la violencia -que también alcanza a niñas y niños y en ocasiones a otras personas cercanas a las mujeres- con la que intentan mantener un control que creen que les pertenece.

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