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Si los partidos políticos fuesen personas

De izquierda a derecha, Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias

Imma Aguilar Nàcher

Hace unos meses escribía sobre la situación hipotética de que los partidos políticos fuesen empresas. En ese caso, estarían en suspensión de pagos y en concurso de acreedores. Su deuda sería enorme con los ciudadanos como proveedores y las ventas de su producto habrían descendido en los últimos años hasta el punto de verse abocados a cambiar su oferta y sustituir a toda su área directiva. Deficitarios en su balanza, la lectura en términos de eficacia y de afección de los partidos políticos se podría calificar de fracaso. Las comparaciones son útiles para entender mejor las características de las cosas.

En estos días, trabajando sobre las emociones como entorno de los flujos de mensajes políticos, me ha dado por pensar en la extraordinaria similitud entre la relación candidatos-electores, políticos-ciudadanos y la relación de una pareja. Esto es así en la medida en que para que funcione requiere grandes dosis de seducción, respeto, admiración, el conocimiento exhaustivo del otro para empatizar y la necesidad de alimentar la gratificación que supone seguir al lado de alguien.

Hablamos mucho de la necesidad de enamorar a los electores, de seducirles, pero lo solemos hacer con nuestras cualidades sin atender a sus preferencias. Nuestra pareja, entonces, sentiría que desconocemos qué les acucia, o les molesta, que no nos importa lo que les apetece en cada momento. ¿Se imaginan? El fracaso de la relación o la infidelidad estarían a la vuelta de la esquina. ¿Conocemos suficiente a los votantes? Yo creo que nos conformamos con saber qué opinan de nosotros, si nos quieren o no, si nos van a seguir siendo fieles. Pero ¿y ellos? ¿qué sienten, qué desean, qué temen? Ni lo preguntamos ni parece importarnos.

Si quisiera enamorar a otra persona, lector, debería intentaría saber cómo es esa persona para entenderle, estar en su clave y ofrecerle su mejor yo, hacerla sentir cómoda, querida, entendida.

¿Y si hiciéramos al revés? ¿y si los partidos fueran personas y quisiéramos conocerlas? Les cuento lo que yo veo. Ustedes verán otra cosa, como es lógico. Hagan el ejercicio e imaginen.

El Partido Popular sería un señor mayor, de ciudad, muy serio y que no acaba de entender exactamente lo que ocurre a su alrededor. En su momento tenía la mejor preparación para afrontar su carrera y triunfar en su profesión, pero los tiempos han cambiado y se resiste a modificar sus hábitos. Eso sí, tiene recursos para vestir y parecer moderno, pero los usa con desigual fortuna. Alguna vez metió la mano en el cepillo de la iglesia y los parroquianos se han enterado. No parece fácil que recupere su reputación de hombre recto desde entonces.

El Partido Socialista es un hombre de mediana edad, de una ciudad pequeña. Tiene un un buen aspecto y parece atento a las modas. No es muy simpático. De hecho, hace tiempo que no saluda a sus vecinos. Vive solo y de vez en cuando se le ve acompañado sin mucha exhibición. Viaja bastante y se cree que tiene negocios en Europa, pero no sé sabe de qué sector. Tiene familia en América Latina, aunque nunca va a visitarlos.

Podemos es la más joven de las mujeres de este grupo. Es una idealista y no tiene oficio ni beneficio. La política le encanta y es muy simpática, algo desordenada y pasa por un mal momento anímico. Cree que todos la juzgan y ella se siente que ha fallado a sus amigos. No tiene ni idea de qué hará mañana, ni el mes que viene, ni el año que viene y, a veces, se queda tirada en la cama mirando al techo pensando e imaginando cosas. Tanta pasión para nada se dice cuando está así. Pero todo el mundo piensa que volverá a ser como antes: alegre, energética, vehemente incluso.

Ciudadanos es la mujer más desconocida, demasiado para tener tan buena prensa. Es a la que todos saludan por la mañana esperando su comentario certero, que siempre lo tiene, pero nunca sobre ella misma. Demasiado pija, piensa la del tercero, pero no es la única. También se critican sus múltiples relaciones amorosas, pero en el fondo es envidia por su capacidad de seducción. Muy preparada, cree haber llegado a su meta profesional y por eso se presenta altiva. Viste muy bien, siempre femenina y sigue buscando amigos de verdad a los que agradar.

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