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Lo que Podemos aprender de las elecciones andaluzas

La candidata de Podemos a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Teresa Rodríguez, saluda a sus simpatizantes tras conocer los resultados de las elecciones andaluzas, en las que ha obtenido 15 diputados. / Efe

Francisco Jurado Gilabert

1. El partido de Susana Díaz va a gobernar, presumiblemente en solitario, sin llegar al millón y medio de votos, lo que supone aproximadamente un 22% del censo electoral. Tan sólo entre la abstención, el voto en blanco y el nulo, las personas (auto)excluidas del juego de elegir suman el 40% de ese mismo censo. La realidad de este sistema político nos muestra que casi la mitad de la población de Andalucía ha decidido, por las causas que sean, no hacer uso del mecanismo de participación que da sentido al conjunto de las Instituciones de la Comunidad (y del Estado, y de la UE...).

2. Podemos –o, al menos, su corriente dominante– lleva un tiempo desarrollando una estrategia consistente en atraer a la masa de votantes que, históricamente, se ha movido entre el PSOE y el PP, dando por sentado que a la izquierda de estas formaciones no hay mucho donde rascar y que lo que hay ya está fidelizado.

3. Esta estrategia corre paralela a los interminables procesos de configuración de los órganos internos que, mediante competiciones entre listas, han terminado la transición, al menos formalmente, desde el movimiento hasta el partido.

4. La campaña desarrollada, en la misma tónica, se ha concebido desde las formas clásicas del juego electoral: un comité de campaña, áreas bien delimitadas, responsables al frente de cada área, mitines de toda la vida, etc. Lo único innovador ha sido el sistema de microcréditos que han permitido una financiación al margen de los bancos sin incumplir la legislación electoral. Quizás por falta de tiempo, tanto la configuración de las listas como la confección del programa no se han hecho de la manera abierta y participada que se pretendía, habiendo sido, al final, procesos bastante más centralizados y dirigidos. Hasta la estrategia en redes ha sido centralizada, algo que va en contra de la misma lógica de la Red.

5. Así, hemos visto cómo Podemos ha intentado jugar a lo mismo que juegan los partidos de toda la vida, pero con menos recursos y menos experiencia que los dos grandes jugadores, a los que se había identificado como los rivales directos, interpelándolos continuamente, en busca de un reconocimiento como iguales, mientras se evitaba a toda costa competir directamente con los partidos de un “orden inferior”.

6. Con este panorama, los resultados han sido de lo más previsible. Tanto que, alrededor del 10% del escrutinio, ya se tenía una imagen bastante fiel de cuál iba a ser el resultado final. Incluso las empresas demoscópicas han respirado aliviadas, salvando los muebles después de haber hecho un ridículo espantoso con las elecciones europeas.

7. En general, el Régimen del '78 debería respirar aliviado, dentro de tanta previsibilidad. Aunque una de sus patas ha quedado medio rota, la otra aguanta y la pata de repuesto ya está casi lista. La trampa ha funcionado y la fuerza rebelde ha terminado por confundir el cuestionar el Régimen con competir con sus partidos. Y no me refiero a que haya que mantenerse al margen y no participar en las elecciones, sino a participar adoptando las lógicas, los lenguajes, las estructuras, las cadenas de mando o los vicios clásicos de la política institucional.

8. Ese tipo de funcionamiento, ser un partido como los demás, repele a los potenciales votantes dentro de la abstención, a aquéllos que no creen en la política convencional, a aquéllos a los que sí llegó el 15M y el primer Podemos, el que no escondía su legado.

9. Podemos ha intentado jugar a lo mismo sin tener los mismos recursos ni la misma experiencia, dejando de lado, precisamente, los modos de hacer que compensaron esa escasez en las europeas, a saber, la apertura a la participación, la distribución de las competencias, la improvisación, la imaginación, los procesos colaborativos, el boca a boca... La gente tiene menos sensación de que el partido es una herramienta de todas las personas, donde pueden proponer, donde son escuchados, donde tienen cierta capacidad de decisión.

10. Atraer y fomentar una participación masiva, desbordante y distribuida produce una construcción de una identidad como partido menos definida, más difusa, y aunque esto pueda parecer un problema, no lo es, pues hace que el sentimiento de pertenencia e identificación con el partido sea extienda. Cuanto más rígida y más definida sea una identidad, menos capacidad tiene para representar la heterogeneidad que se le supone a una mayoría social.

11. Esto parece no haberse entendido en el equipo mediático de Podemos, que confunde llegar a la centralidad con hacer laxos los mensajes, con suavizarlos o moderarlos. No. El 15M demostró que se puede tener un discurso ambicioso y transformador y recabar los apoyos de una mayoría  social, pero lo hacía desde una multitud de emisores, de manera que los perfiles concretos de sus portavoces no condicionaban a la imagen del movimiento ni a sus mensajes. Por mucho que Pablo Iglesias o Íñigo Errejón se empeñen en pasar por políticos moderados, la hemeroteca e Internet están plagados de discursos e intervenciones suyas que los vinculan a imaginarios que los medios del Régimen han sabido explotar muy bien para desinflar los apoyos de Podemos.

12. Precisamente, cuanto más abierta sea la organización, cuanta más gente se sienta perteneciente y participante, más capacidad se tiene para contrarrestar las campañas difamatorias, puesto que siempre habrá un vecino, una amiga, un peluquero o una compañera de yoga que sea Podemos y que desmonte en su círculo familiar, laboral o de amistad los infundios de la manipulación mediática.

13. Curiosamente, el liderazgo personalista que permitió a Podemos tener presencia en los medios de comunicación de masas se ha convertido ahora en un problema a la hora de cohesionar a esa anhelada mayoría social alrededor del proyecto. Como si el destino del proyecto y de sus portavoces estuviese inevitablemente unido.

14. Los niveles de exposición de los portavoces los asemejan ya a productos televisivos, condenándolos a sufrir los mismos ciclos de enamoramiento en la novedad, pero de hartazgo con el tiempo y la saturación, sobre todo si no se someten a una continua reinvención –de look, de discurso...– .

15. Esta línea argumental no quiere sentenciar que todo lo hecho hasta ahora no sirve. Es increíble que en un año nos encontremos en este escenario. Muy por el contrario, mi tesis es que la fórmula mágica consistía precisamente en saber mezclar el funcionamiento de una organización descentralizada, dinámica, cambiante, abierta y hasta cierto punto difusa y caótica, con la proyección mediática de los rostros más conocidos –que deberían intentar rotar antes de quemarse–. Es cierto que esa organización híbrida no es fácil de gobernar y dirigir pero, quizás, eso sea otra ventaja.

16. Y, por terminar con buen sabor este análisis, reconocer el trabajazo que se ha hecho en la campaña, desde la primera a la última persona implicada, con la seguridad de que la experiencia aportará luz al futuro para, como bien aconseja el método científico, intentarlo, fallar, intentarlo otra vez y fallar mejor. 

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