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Pongamos que hablo (otra vez) de Madrid

Vaquerizo y Díaz Ayuso, con Núñez Feijóo y Martínez-Almeida, en Fitur

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Hemos pasado varios días discutiendo sobre las esencias madrileñas, entiendo que con creciente hastío de los oriundos de otros municipios, cansados de que les demos parte continuo de cuándo en la capital llueve o truena o cuántas veces Ayuso se ha puesto delante de un micrófono o se ha hecho un selfie. No se había apagado la polémica sobre el vídeo promocional de la Comunidad Autónoma de Madrid presentado en Fitur, que tiene la rara virtud de parecer a la vez elitista y cutre, cuando Polònia, el programa de humor de la televisión catalana TV3, emitía una parodia de esta campaña. Esto entrañaba cierta dificultad porque el original ya era una parodia de Madrid pero los guionistas lo intentaron, enfrentando unos tópicos con otros, que en ambos vídeos tenían su dosis de realidad y su gran parte de meme. El Mario Vaquerizo del sketch de Polònia podía haber sido interpretado por el propio Vaquerizo sin que se notara apenas la diferencia, porque sobre lo que de por sí es un chiste, y además un chiste fetén, es complicado hacer humor.  

A la candidata a la alcaldía por el PSOE, Reyes Maroto, el sketch le hizo gracia (como a buena parte de los españoles) y lo tuiteó, lo que provocó una airada reacción de la oposición, con José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís a la cabeza, que se sintieron insultados porque otros hicieran humor sobre la mala gestión de la sanidad madrileña, por ejemplo. Rita Maestre se desmarcó señalando que el vídeo de Polònia no la representa, porque hemos llegado a tal punto de confusión que parece que nos tienen que representar también los chistes que, por definición, distorsionan la realidad para, entre otras cosas, poner el dedo en la llaga del ridículo que muchas veces hacen los poderosos. 

El primero era un vídeo institucional del Gobierno de Madrid y el segundo, un sketch de un programa de humor. Con esto debería estar todo dicho, pero para algunos reírse del vídeo de Ayuso era reírse de Madrid y de todos los madrileños, y hasta insultarnos, odiarnos y detestarnos. La cuestión no es si el vídeo es más o menos gracioso, eso va en el sentido del humor y el gusto de cada uno, la cuestión es si realmente una parodia con escasa carga de violencia y mala fe tiene capacidad para ofender a todos los habitantes de una ciudad o si, por el contrario y como única alternativa, nos tenemos que sentir representados al verlo. Los españoles somos en general quisquillosos con lo nuestro, pero no hemos calibrado lo que ha calado en una ciudad que siempre fue vacuna contra los nacionalismos este supuesto nacionalismo madrileño que mezcla neoliberalismo y casticismo y convierte Madrid en una city con sabor a callos y calamares, plenamente satisfecha de una identidad basada en las cañas y las tapas.  

Los madrileños no somos una minoría excluida o desfavorecida para sentirnos atacados por la comedia, la capital copa gran parte de la información y la conversación públicas y de vez en cuando hay que recordar que la autoironía es una expresión de inteligencia y el humor tiene un gran poder conciliador entre los diferentes. Podemos elevar a arte la capacidad de ofender y ser ofendidos en cuestiones geográficas y administrativas o compartir y ayudar a sobrellevar los problemas y alegrías comunes. Podemos reírnos de todo, y todos juntos. 

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