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Perfil

De Prada, un juez de frente

El juicio de Gürtel pendiente de una nueva recusación

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En crónica de urgencia me veo haciendo lo que los periodistas llamamos un perfil de José Ricardo de Prada, el magistrado en el que se acaban de estrellar los propósitos de enmienda del Partido Popular. Ahora los populares lo llaman escollo, pero cuando se inició el proceso lo respaldaban en pacífico consenso. Aviso de que no sé si voy a ser capaz de hacer un perfil de De Prada porque no es él hombre de perfil sino de frente. Por eso para muchos no da el perfil, ya me entienden. 

José Ricardo de Prada Solaesa lleva más de 30 años en la Audiencia Nacional y en todo ese discurrir que va desde la vida en riesgo hasta el riesgo de esta vida de ahora, ha dado más que sobradas muestras de que es un juez de una pieza, o sea, un juez de los de vocación. Eso no se lo van a discutir ni sus más encarnizados enemigos, que los tiene y bastantes, que nunca se ha disfrazado, que nunca fue su senda la de hacer política y que se ha dedicado a servir la toga que viste, incluso si lo ha tenido que pagar. Nunca ha sido un político adornado con puñetas –como ese férreo candidato a vocal que es Alejandro Abascal, al que lo contraponen como pieza de ajedrez–, pero nunca ha sido un hombre sin convicciones. Hosco, raro, muy suyo, hasta desabrido, de eso habrá hasta amigos que lo tachen. Tampoco ha sido nunca de florituras de cóctel ni de coqueteos de afterwork. Te guste o no te guste, él es como es y no piensa dejar de serlo ni para el debe de la derecha ni para el haber de la izquierda. 

El pulso que lo ha colocado como excusa para volver a paralizar la renovación por vía de chalaneo y cónclave del CGPJ no me gusta. Supongo que él tampoco debe de estar muy feliz. Lo imagino tranquilo pero decepcionado. Él no precisa del Consejo pero cabe la posibilidad de que el Consejo precise de gente como él, de todo signo. De Prada ha sido muy crítico desde hace décadas con el devenir del órgano de gobierno de los jueces, es más, me malicio que siempre ha pensado que la obligación de renovarlo de una vez por todas debería abrir un espacio de reflexión serena sobre las fórmulas para liberar a este órgano del dogal partidista. Él tiene propuestas y tiene ideas. Espero que algún día pueda contarlas en un sitio en el que cuenten.

He dado ya varias pistas de todos los inconvenientes que presenta José Ricardo De Prada para ser vocal del CGPJ, que no son pocos. Uno de ellos es que no se deja mangonear. No sería jamás la correa de transmisión de nadie, ni siquiera de aquellos que le fueran más próximos. Es un tipo radical, dicen sus detractores, y sí, es radicalmente independiente. Nunca aceptará órdenes ni mandatos. Verán que tiene un hándicap de salida que no sé si es superable. 

El otro problema insalvable es su enorme prestigio internacional. De Prada ha sido el único español en un tribunal penal internacional. España, siempre madrastra. Mientras aquí es “el juez de la Gürtel”, algo que sólo ha sido una anécdota en su trayectoria profesional, ha formado parte del tribunal que enjuició los crímenes de la antigua Yugoslavia y es ampliamente reconocido no sólo en Europa sino en toda Latinoamérica, donde su palabra es de ley en la mayor parte de los tribunales supremos. Ya sabemos que en estas lides no importa, pero es un tipo que sabe derecho penal, derecho penal internacional y especialmente derecho internacional humanitario. La mejor tarjeta para que en España te puteen, como de facto ha sucedido. 

Lo tachan sus detractores de ser un juez altamente ideologizado y, tal vez, lo que olvidan añadir es que es un juez nulamente partidista. De Prada es un magistrado progresista, como muestra está su forma de ver el papel del Derecho, de preocuparse por los Derechos Humanos o de no querer derecho penal del enemigo con los malos de la historia, lo identifican dentro del espectro de sensibilidades de izquierda y, si me apuran, bastante más a la izquierda que otros, pero, desde luego, ni De Prada ni ningún magistrado son revolucionarios o, si acaso, él si lo es porque pretende ser fiel a lo que su conciencia y su ética profesional y personal le indican y eso, amigos míos, empieza a serlo. 

Así que no es un buen candidato para el gatuperio del CGPJ, al menos no para los que quieran domeñarlo, pero tal vez sería un gran candidato para los que de verdad quieran gente independiente. A él tampoco le gusta ser considerado un candidato de partido y debo recordar que fue presentado a este circo por un amplio abanico que pasaba por la propuesta conjunta del PP y el PSOE y la realizada individualmente por Podemos. Así es como llegó él a estar en la lista de candidatos del Congreso en la que, al parecer, ahora le horroriza a los populares que figure. ¿Qué ha pasado entre esa firma del portavoz del Grupo Parlamentario Popular bajo su nombre el 12 de noviembre de 2018 y ahora? Que no les vendan otra moto que la sentencia de la Gürtel que constituyó la gota que sobró la paciencia parlamentaria y creó una mayoría alternativa vía moción de censura. Una sentencia que, por cierto, no puso solo. Eso es lo que no le perdonan y es demasiado evidente. 

No sólo el PP se ha empleado para que no pueda llegar al órgano de gobierno de los jueces sino que también Lesmes y sus chicos se pusieron las pilas para molestar todo lo que pudieron. Dice ahora López –¡ay, el amortizado López al que pronto recambiarán por Abascal!– que presentar a De Prada por el cupo de jurista de reconocido prestigio es un “fraude de ley” porque debe ir por el de jueces –ya saben que 12 vocales son jueces y 8 juristas de reconocido prestigio, aunque nadie dice que un juez no sea un jurista reconocido– pero lo que no cuenta es cómo se emplearon para castigarle y evitar que pudiera concurrir como candidato magistrado. De Prada inició el proceso presentándose como juez con el aval de 25 compañeros. Como estaba en servicios especiales por estar activo en el tribunal que dictaba sentencia sobre Radovan Karadizc, hizo la apreciación de que renunciaría a esa situación de salir elegido vocal. La Junta Electoral se lo rechazó y le emplazó a cumplir el requisito de estar de vuelta a la judicatura española antes de que se proclamaran unas candidaturas que luego han estado paradas más de dos años. Presentó, como le dijeron, la renuncia, pero entonces no se la admitieron porque estaba en el Tribunal Internacional y le exigieron que renunciara a este. No podía hacerlo porque aunque él estaba de vuelta, la sentencia se estaba redactando y si renunciaba, obligaría a repetir todo el juicio. Algo inaceptable incluso para España, que se hubiera echado sobre las espaldas la repetición del juicio a un criminal de guerra. Recurrió y le dijeron que nanay. Resumen, en uso del palo, Lesmes le negó poder siquiera concurrir como candidato judicial y ahí es cuando los tres partidos –PP, PSOE y UP– lo proponen como jurista. ¿De qué fraude de ley habla el PP ahora, cuando lo avaló con su firma? En ese ínterin, en el que no estaba ya en La Haya pero tampoco consentían que volviera a su plaza a la Audiencia Nacional, le dejaron hasta sin sueldo de ninguno de los dos sitios. ¡Ay, España de mi esperanza! 

Hay otra cosa que no le perdonan a De Prada y es su radical compromiso con los Derechos Humanos que le hacen militar en la justa idea de que estos son aplicables a todo hombre y por todo el sistema, y no pueden olvidarse cuando convenga. Así que los ha aplicado siempre, como manda la ley, a los acusados de terrorismo y esto, me van a perdonar, tiene mala prensa entre muchos sectores que piensan que contra el enemigo vale todo, como en el medioevo. De aquí se deduce, creo yo, que también las formaciones catalanas y vascas no vean mal que alguien así se siente en el órgano de gobierno de los jueces. 

No sé si ya se hacen una idea del tipo del que les vengo hablando. No es un personaje cómodo y espero que eso lo tengan claro hasta sus valedores. Su sensibilidad es claramente de izquierdas, pero eso no debería molestar porque entre los candidatos que no provocan lío hay algunos claramente de ultraderecha. Es un tipo válido, pero no se va a casar ni con Iglesias y eso, amigos, eso en este país no se perdona. 

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