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La prensa y los Oscar

Jane Campion tras recibir el Oscar.

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En mi adolescencia, la noche de los Oscar era lo más esplendoroso que la televisión nos ofrecía en una España gris donde casi todo estaba prohibido. Nuestra principal diversión y nuestra ventana al mundo era el cine, donde pasábamos horas y horas en aquellas tardes de programa doble y sesión continua. Conocíamos a todos los actores y actrices, había cine-clubs en los que analizábamos y desmenuzábamos las películas más exigentes, las de “arte y ensayo” donde teníamos acceso a cintas que no se consideraban atractivas para el gran público, pero que eran obras de arte, “cine de autor” como se decía antes, ya que autoras no había, o no las dejaban llegar a las pantallas. El séptimo arte formaba parte de nuestras vidas y daba ocasión de hablar y discutir de muchas cosas que nos ayudaban a comprender el mundo, a crecer, a pensar.

Cuando llegaba el momento de ver a nuestras estrellas favoritas casi al natural, no haciendo un papel sino haciendo de sí mismas en la alfombra roja, nadie se lo perdía, porque esas imágenes traían el perfume del gran mundo, de lo que había más allá de nuestras fronteras y mostraba lo deseable, lo que queríamos imitar. La simple idea de que alguno de nuestros actores o actrices, alguno de nuestros directores (directoras españolas no había ninguna conocida, salvo Pilar Miró) pudiera alguna vez ser nominado a ese codiciadísimo galardón que encumbraba a quien lo recibiera para el resto de sus días era francamente utópica.

Y, sin embargo, lo fuimos consiguiendo. España y sus artistas fueron ocupando posiciones de relevancia en el “gran cine”, en el cine de Hollywood que, durante mucho tiempo fue el epítome del cine en sí. Tenemos -como país- 14 Oscar y 68 nominaciones.

Este año, precisamente este año, que teníamos dos nominaciones a actuación -Penélope Cruz y Javier Bardem-, este año que ha ganado el Oscar al mejor corto de animación un director español -Alberto Mielgo- y su equipo de artistas, este año que una mujer, una directora maravillosa -Jane Campion- ha obtenido el Oscar a la mejor dirección por “El poder del perro”, una película deslumbrante, igual que la novela original... precisamente este año todos los medios y las redes se han concentrado en un hombre dándole un puñetazo a otro hombre por el insulto a una mujer.

Hace tiempo que siento una vergüenza ajena casi constante y ya ni siquiera sé si es más por la actuación de las personas o por la forma en que la prensa trata la información. Creo que más bien por lo segundo, la verdad; porque hombres que se dan de golpes entre sí por una cosa o por otra ha habido siempre y nunca se ha considerado que valiera la pena darle tanta difusión al hecho. Sin embargo ahora parece que el que un compatriota haya sido galardonado con un Oscar, y una mujer -es solo la tercera vez en la historia de estos premios- sea, oficialmente, la mejor directora de 2022 no es suficiente noticia ni merece que se la destaque especialmente. Tanto uno como otra acabarán diciendo: “Sí, yo gané un Oscar el año en que un actor le dio una bofetada en público a un presentador”. ¡Qué pena!

No es mi intención en estos momentos opinar sobre si el que golpeó tuvo razón al hacerlo o no, sobre si el que se permitió un chiste sobre la enfermedad de otra persona cometió un error o no. A mí, todo esto me parece sobre todo triste: esa pérdida de la buena educación, del saber estar, y también lo de hacer lo que sea para no perder audiencia.

Mi reflexión va más bien en la dirección por la que nos están llevando los medios de comunicación e información, que encuentran mucho más apetecible y suculento hablar de un cotilleo banal -muchos centrándose en si se trató o no de machismo (micro o macro, que de todo hay)- que de darnos ocasión de sentir alegría y orgullo por el hecho de que unos artistas de nuestro país hayan obtenido ese gran premio y por el otro hecho -igual de impactante- de que, aunque sea muy poco a poco, las mujeres vayan posicionándose en la primera fila de un mundo altamente competitivo y brutalmente masculino. Eso sí que ofrecería una buena base para hablar de machismo y de patriarcado: que en casi cien años de Oscars solo tres mujeres hayan sido consideradas lo bastante buenas como para obtener el máximo galardón de la Academia como directoras. Pero no. Da más juego dos hombres haciendo el salvaje vestidos de esmoquin.

Siempre se ha dicho que las buenas noticias no venden, que a nadie le interesa tener ocasión de alegrarse por alguien o con alguien de un éxito que, de algún modo, podemos también hacer nuestro. Parece que es verdad. Si repasan los diarios de estos últimos días, verán una avalancha de noticias, comentarios y opiniones sobre los hombres que defienden a las mujeres a puñetazos, sobre los chistes de mal gusto, sobre si la violencia física tiene justificación, sobre si el machismo no tendrá fin... Todos temas importantes, necesarios, dignos de ser ofrecidos como reflexión, por supuesto. Pero esa violencia -y cosas muchísimo peores, como todos sabemos- se da cotidianamente en nuestras calles y casas y bares (hombres que se pegan entre sí; hombres que maltratan a sus esposas y ex-parejas; hombres que asesinan a mujeres e hijos...) y no copan los diarios. Seguramente porque esa violencia no es tan glamourosa como la que se ejerce en vivo y en directo en la gala de los Oscar. Es decir, que no es que esa violencia nos parezca tan escandalosa e inaudita que tengamos que comentarla en todos los medios de masas, relegando al olvido todo lo demás. Es, problemente que lo demás -la parte positiva- no nos parece noticia, o no lo bastante, comparada con esta.

Siempre me ha parecido terrible esa incapacidad de disfrutar de las cosas positivas y creo que mucha parte de culpa la tienen quienes, estando en posición de iluminar esta o aquella parcela de realidad, optan siempre por lo negativo. Me parece especialmente terrible sobre todo cuando hay una ocasión concreta de alegrarse; en este caso, de darse cuenta del progreso que representa que un equipo de artistas españoles haya visto su trabajo reconocido, que nuestros actores y actrices sean respetados fuera de nuestro país y sean nominados junto a otros de la máxima altura profesional, que las mujeres artistas que trabajan en el mundo de la cinematografía empiecen a disputarles a los hombres -con éxito- el terreno que siempre fue exclusivamente masculino y ganen premios a la mejor dirección.

Me preocupa que la violencia sea más noticia que el reconocimiento del trabajo, que lo negativo acabe siempre eclipsando a lo bueno.

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