Los audios de Santos Cerdán y la pieza separada suponen una escalada de corrupción que interpela directamente al presidente de Gobierno y que no se apaga con la dimisión de su número dos en el partido y unas disculpas. En el cambio de rasante conocido este jueves ya no se trata de Koldo y Ábalos consiguiendo trabajos para novias que no iban a trabajar, comisiones para vivir mejor o el uso de casas que pagaban terceros. Ya no son dos socios de presuntas fechorías.
En esta nueva pantalla se trataría de posibles adjudicaciones amañadas y cientos de miles de euros en mordidas, lo que tiene implicaciones directas para Pedro Sánchez. Primero, porque para hacer adjudicaciones de obra pública hay filtros y mesas de valoración técnicas en las que hay funcionarios. ¿Cómo anidó, sin control, esa estructura, si se demuestra que estuvo? La auditoría que ha anunciado Sánchez sobre el PSOE es de agradecer, pero no es suficiente. Es desde las admnistraciones públicas y el Gobierno, no desde el partido, desde donde se adjudican carreteras. Para que eso se haga con trampas se necesita un sistema que se ha negado que exista. De hecho, el ministro que sustituyó a Ábalos, Óscar Puente, llamó “papeluco” a la denuncia de mordidas que hizo Aldama y aseguró que la revisión de las obras sospechosas estaban limpias como una patena.
Sánchez –que primero apartó a Ábalos de su Gobierno y luego lo expedientó al conocerse el caso de las mascarillas de manera fulminante– se ha quemado incomprensiblemente defendiendo a Santos Cerdán durante días. Doce horas antes de que saltara el auto judicial, el PSOE mostró total respaldo en un comunicado a su secretario de Organización. Es incomprensible, a menos que haya sido él mismo quien ha dirigido la operación comunicativa, lo cual tampoco deja en buen lugar al partido. Otro gol en su contra, que el presidente haya elegido dos veces a una mano derecha que no era de fiar y que le ha engañado. La probabilidad matemática era baja y la sensación de engaño y descontrol, alta.
El presidente ha querido remarcar en su intervención muchas veces las “disculpas a la ciudadanía” desde la sede del PSOE. Es un gesto honroso por insólito entre nuestros dirigentes. Pero la profusión de detalles que se anticipan no son halagüeños respecto a su voluntad de esquinar el tema en Ferraz. Los socios de Gobierno han dado muestras de que necesitan contundencia. La primera ha sido Ione Belarra, de Podemos, que ya ha dicho que no es suficiente. Ningún partido que pretenda mantener incólume su decencia puede ser contemporizador con el PSOE en estos momentos, porque se conoce el principio, pero no hasta dónde llega. Que esos socios no quieran que caiga este Gobierno y llegue uno de derechas no quiere decir que quieran mancharse. Dependiendo de lo que se vaya conociendo el PSOE se verá arropado o solo en su camino a 2027.
La moción de censura no es una opción para Feijóo por el momento, según ha dicho en una declaración muy institucional. El líder del PP no quiere evidenciar en público su demérito, que es que ni aun estando delante “del mayor aluvión de corrupción de la democracia”, según sus palabras, es capaz de atraerse a su parcela a suficientes partidos para ganarla. La salida que algunos atisban es una crisis de gobierno –que hoy ha descartado el presidente– o una moción de confianza, un instrumento que propone el propio presidente y para la que también necesita socios. Ha dejado claro que no quiere convocar elecciones, pero quizás deba. La rueda de prensa de este jueves de Sánchez no es el final sino el principio. Y su iniciativa audaz –el adjetivo que le ha acompañado cuando ha logrado salir de lo imposible– ya no podrá ser activa, sino reactiva a un sumario judicial, a informaciones periodísticas diarias y a lo que le exijan unos socios que acaban de aumentar su poder político y de influencia en el Gobierno, porque ahora la investidura ha subido de precio y no solo en Cataluña.