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Otro Prestige

Dos personas observaban ayer el mar desde el santuario de A Barca, en el concello coruñés de Muxía, corazón de la Costa da Morte y epicentro del hundimiento del Prestige. EFE/ Cabalar

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Hace veinte años un petrolero monocasco, que ya no debería andar navegando por viejo y peligroso, quedó a la deriva ante las costas gallegas en medio de una galerna. Se trataba de uno más entre los 7.000 barcos con mercancías potencialmente peligrosas y en condiciones de seguridad semejantes que entonces pasaban cada año por delante de nuestras costas.

Aquel barco llamado Prestige sólo era al principio el último en una larga lista de desastres -Bonifaz, Polycommander, Jackob Maersk, Urquiola, Andros Patria, Casón, Mar Egeo-. La incompetencia, la mentira, la irresponsabilidad y la soberbia del Gobierno de José María Aznar esparcieron el fuel y el chapapote a lo largo de las costas gallegas y provocaron la indignación de un país por el abandono y la indiferencia de sus gobernantes frente a un desastre humano y ecológico que pretendieron despachar a base de negacionismo y propaganda.

Los mismos medios que entonces nos contaban que todo era manipulación y politización, que la culpa era de la oposición y los nacionalistas del Nunca Máis y que con el Prestige se hizo lo único que se podía hacer, nos cuentan ahora que en Galicia poco o nada cambió tras tanta protesta y manifestación, que las gentes de a Costa da Morte nunca vivieron tan bien como aquellos meses, que nunca corrió tan alegremente el albariño y las centollas por las tabernas y que muchos añoran en voz alta otro Prestige y poder dedicarse a estar en casa, cobrando por no trabajar en vez de salir al mar a jugársela. Como prueba siempre nos cuentan que el PP de Manuel Fraga volvió a ganar en la mayoría de los concellos de a Costa da Morte.

Si esos mismos medios y periodistas le pudieran preguntar a Manuel Fraga si algo había cambiado en Galicia, seguramente les contestaría que, tal vez, algo no volvió a ser lo mismo. Pero don Manuel ya hace tiempo que nos dejó. Pueden preguntarle a Núñez Feijóo, a ver si habría acabado de líder y candidato del PP, primero en Galicia durante los cuatro años de gobierno bipartido, y ahora en Madrid.

También podría preguntarse a esos mismo medios y periodistas qué deberían haber hecho de otra manera las gentes del mar, que se vieron privadas de su trabajo y recibieron aquellas ayudas, para que el hecho de cobrarlas no se convirtiera en un cargo en su contra, una prueba irrefutable de que, en el fondo, el Prestige no estuvo tan mal y la mayoría de los gallegos estábamos encantados y rezando por otro.

O sencillamente pueden echar algunas cuentas sencillas. En las elecciones municipales de 1999 el PP superó en más de 25.000 votos a la suma de PSdeG y BNG. En las municipales de 2003, fueron los partidos del bipartito que vino después quienes sumaron unos 85.000 votos más que los populares. En las elecciones gallegas de 2001, Fraga se impuso con más de 110.000 votos de diferencia a la suma de socialistas y nacionalistas. En 2005, el resultado fue al revés: los partidos de bipartito sumaron más de 110.000 votos que los populares del patrón.

Aunque puede que todos esos votantes depositaran su papeleta con la secreta esperanza de que hubiera otro Prestige, para poder volver a forrarse a percebes y vino godello, hacerse mansiones con los millones ganados con el marisco que nunca se pudo faenar tan fácil y sin competencia como entonces, y cobrar ayudas sin más exigencia que salir a gritar un par de veces “Nunca máis, nunca máis!”.  

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