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Proyecto oso pardo: Pirineos, tenemos un problema

Banquete adelantado de bellotas para los osos cantábricos

José Luis Gallego

La recuperación y reintroducción de especies amenazadas, sobre todo cuando se trata de grandes carnívoros, requiere trabajar en estrecha colaboración con el territorio, alcanzar el mayor consenso y mostrar una gran capacidad de reacción ante el más mínimo conflicto.

Por todo ello, en ocasiones, la mejor manera de seguir avanzando es dar un paso atrás. Y eso es lo que se disponen a hacer los responsables del proyecto de reintroducción del oso pardo en Pirineos. Retirar a uno de los ejemplares liberados para reforzar su presencia en la cordillera.

El oso pardo tiene una alta capacidad de convivencia con la población rural. Con una dieta mayoritariamente vegetariana, en contadas ocasiones entra en conflicto con los pastores y ganaderos. Por supuesto que se producen ataques al ganado, pero muy esporádicos: alguna oveja, una vaca. Daños que son debidamente compensados por la administración. Tampoco entra en competencia con los cazadores, pues es más carroñero que predador.

Otra cosa es la pasión que sienten estos gigantones por la miel y la fruta madura: especialmente las cerezas. Lo que obliga a proteger las colmenas con pastores eléctricos, vallar el perímetro de los frutales y otras medidas de protección por las que apicultores y agricultores también reciben ayudas, así como por los posibles daños causados.

El objetivo del programa de conservación del oso pardo es promover la coexistencia: montañas habitadas por osos y personas conviviendo en perfecta armonía. Ése es el mayor éxito alcanzado en la cordillera cantábrica, y el que persigue el proyecto Piroslife, cuyo objetivo general es “consolidar la presencia del oso pardo en los Pirineos en un entorno favorable”.

Para ello uno de los principales retos es avanzar hacia un escenario de ataques “cero” a la ganadería y la apicultura para favorecer un clima de aceptación y coexistencia con los ganaderos de montaña y la población rural en general.

Un reto que el joven Goiat, un ejemplar de oso pardo capturado en Eslovenia y liberado en el Pirineo de Lleida hace dos años, está poniendo en riesgo con sus reiterados ataques al ganado. Desde que llegó a causado más de quince bajas, entre ellas seis yeguas y cuatro potros, algo que resulta excepcional en la especie.

Un oso con querencia a atacar al ganado es un mal embajador del proyecto, además de un problema muy serio para todos: para los ganaderos, para los conservacionistas y en especial para la propia especie. El clima de respeto, tolerancia y empatía hacia el oso pardo no para de deteriorarse con cada ataque. Por eso hay que actuar antes de que el problema pase a mayores.

Hay que reaccionar rápido. No podemos permitir que el comportamiento excepcional de un ejemplar recién introducido pueda dar al traste con la gran labor que se ha llevado a cabo a las últimas décadas. Un trabajo en equipo que ha permitido consolidar la población de oso pardo en los Pirineos cuando la especie parecía condenada a desparecer, pasando de contarlos con los dedos de una mano a tener cerca de una cincuentena en apenas veinte años.

Es hora de dejar trabajar a los técnicos, después de todo si estamos hablando de osos en el Pirineo es gracias a ellos. Por eso debe ser el equipo del proyecto Piroslife quien tome la mejor decisión: la mejor para el territorio, para la especie y para el animal.

Solo ellos conocen las oportunidades y los riesgos de las diferentes opciones que se están planteando: intentar reeducar su comportamiento incrementando las medidas disuasorias para que deje de atacar al ganado, capturarlo para liberarlo en un reciento acotado en condiciones de semi-libertad o llevárselo de vuelta a Eslovenia para reintegrarlo al lugar donde fue capturado. Esperemos que su decisión sea finalmente respetada.     

En cualquier caso lo que es injusto e intolerable es que los enemigos del oso pardo, esos que llevan desde siempre rechazando su presencia en nuestras montañas, aprovechen los ataques de un solo ejemplar, uno solo de los más de 350 que tenemos en España, para arremeter contra esta valiosa especie: una de las mayores joyas de nuestra biodiversidad y la de todo el planeta.

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