Y Mariano echó a andar
Nos hemos reído mucho de los vídeos de Rajoy andarín, hemos hecho todos los memes posibles, pero es hora de reconocerle el acierto. No solo era una buena campaña, sino que además representaba bien el relato que el PP quería fijar en los votantes: un presidente enérgico y activo, frente a la imagen tópica de un Rajoy tumbado a la bartola; y un candidato que avanza hacia el futuro para romper la parálisis institucional de los cuatro meses posteriores al 20D.
Cuatro meses en los que todos se movieron, menos Rajoy. Por no ir, no fue ni a la investidura. Todos corrían en círculos, sin llegar a ninguna parte, todos se cansaban (y nos cansaban), mientras el presidente guardaba fuerzas para cuando llegase la carrera de verdad.
Y cuando llegó el momento, Rajoy echó a correr. Mejor aún: echó a andar, a caminar deprisa: “siempre he preferido caminar rápido a correr. Es mi manera de alcanzar los objetivos, porque cuando no corres, tienes menos posibilidades de tropezar”. Y así es: caminando deprisa Rajoy fue avanzando, avanzando, mientras por detrás los que corrían se iban tropezando: ahí está la caída de Ciudadanos, un esprinter que ha llegado al 26J sin aire; y la decepción de Unidos Podemos, que abrió la zancada a base de pactos y confluencias, pero ha terminado en la cuneta, con un tirón muscular.
La marcha de Rajoy sobre España a paso ligero recuerda a la carrera sin fin de Forrest Gump. Como este, Rajoy quiso dejar atrás el pasado, y en parte lo consiguió: salvo el imprevisto de Fernández Díaz, durante la campaña apenas se habló de la legislatura pasada, los recortes, la corrupción, como si todo hubiese sido ya castigado el 20D.
Y como Forrest Gump, mientras Rajoy marchaba, se le iba sumando gente por detrás: votantes, unos cuantos miles de votantes que el 20D compraron la marca blanca, Ciudadanos, y que ahora han vuelto al redil de la derecha-derecha que no acepta imitaciones. No muchos, es cierto, pero suficientes para ser el vencedor de la extraña noche del 26J. El único vencedor en una noche en que todos perdieron: Sánchez se dejó otros cinco escaños, Iglesias defraudó las expectativas, y Rivera se desinfló un poco más, aunque a cambio puede ser decisivo para construir mayoría de derecha.
La condición de Ciudadanos era que Rajoy se apartase. Pero a ver quién le dice ahora a Mariano que se pare, que deje de caminar y se vaya a su casa. A ver quién le dice que no puede ser presidente cuando ha sumado 14 escaños más. No sabemos quién le prestará los votos que le faltan para que dirija su caminata hacia la Zarzuela a pedir investidura. Pero Rajoy no dará un paso al lado, y está dispuesto a seguir a zancadas hasta las terceras elecciones si hace falta.
Por detrás del PP, el sorpasso acabó en sorpresa. Esperábamos foto finish en escaños, pero cuando Pablo Iglesias llegó a meta celebrando y saludando a la afición, se enteró de que Sánchez había entrado un rato antes. No hubo sorpasso ni en votos. Hay que repetirlo, porque cuesta creerlo tras tanta encuesta rotunda: no hubo sorpasso ni en votos.
A falta de más certezas, parece que Unidos Podemos tocó techo con Pablo Iglesias. No sabemos si con otro liderazgo se habría conseguido mejor resultado, pero no podemos olvidar que, en una campaña tan polarizada y basada en el voto del miedo, Iglesias acumulaba desgaste y generaba mucho rechazo en otros electorados, especialmente ese electorado socialista que se movilizó en el último momento.
En cuanto a Pedro Sánchez, ha vuelto a tocar suelo en votos y escaños. Una vez más, el peor resultado de su historia reciente. Pero como en el 20D, le sabe a victoria. La mejor noticia para los dirigentes socialistas es que no suman mayoría con Unidos Podemos, por lo que no hay ni que pensarse un incómodo acuerdo. Si consigue gobernar Rajoy, ganan tiempo para reconstruirse. El único problema es que, para que gobierne Rajoy y ellos ganen ese tiempo, tendrán que dejarle gobernar. Salvo que le hayan cogido el gusto a la repetición electoral.