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Los problemas que no preocupan a los españoles. Opina Rosa María Artal

Si tanto les gustan los hombres españoles, que los metan en su casa

Grada de un partido de fútbol en pandemia.

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El pasado 28 de julio, el estudiante de Periodismo Alaaddine Azzouzi tuiteó en catalán: “Poco a poco van cayendo los rumores racistas que vinculaban el aumento de homofobia con jóvenes magrebíes. Los agresores de la playa de Somorrostro son tres hombres de nacionalidad española. Los autores de la paliza de Terrassa son chicos también de nacionalidad española”.

Contaba luego Azzouzi, hablando conmigo, que después del atentado del 17-A se tuvo que desmarcar “más que Samuel Eto’o en su mejor época”, según sus propias palabras, simplemente por tener orígenes marroquíes. Como unos musulmanes habían atentado en la rambla, se exigía que toda la comunidad musulmana saliera a condenar los hechos. Sospechosos hasta que se demuestre lo contrario. Pensaréis que es una barbaridad. Yo me pregunté qué pasaría si actuásemos siempre igual.

Ya está bien, que caigan las caretas. Que no nos importe ser políticamente incorrectos: de hecho, en esta era absurda en la que vivimos es un honor serlo. Ante las últimas agresiones homófobas, exigimos que salga toda la comunidad a condenar los hechos. Sí, me refiero a los hombres de nacionalidad española. Que salgan a desmarcarse de lo que hacen otros como ellos. Son muchos, sí, porque les recibimos en grandes cantidades con los brazos abiertos (¡a la gran mayoría desde el día en que nacen!) como sociedad tolerante que somos. Que denuncien alto y claro, si no celebran en secreto estas palizas. No sabemos cuántos cómplices pueden esconderse detrás de su silencio. Es su gente, ¿no? No pronunciarse es simpatizar. No finjamos que no lo vemos.

¿Eres hombre español? Quiero ver una manifestación, una condena, una pancarta, un “Basta ya”. Quiero ver a los hombres españoles gritar en contra de todos sus congéneres homófobos, estos que no pueden soportar ver a dos chicos de la mano por la calle, porque no pueden sufrir la libertad. Quiero ver a la madre de cada detenido decir por televisión que no les enseñaron esto en su casa. Quiero ver a sus amigos y vecinos con los que hacían la barbacoa del domingo decir públicamente que no, que no son como ellos. ¡Es más! Que se besen entre ellos, especialmente en los estadios de fútbol. Esos centros de culto son un caldo de cultivo peligrosísimo para nuestros valores democráticos.

Y si de verdad son tan pocos, los hombres españoles homófobos, ¿dónde están el resto de hombres para pararles? Porque no nos engañemos: existen honrosas excepciones y ejemplos para todos, sí. ¿Queréis nombres? Los tenemos: Carlos Sobera presentó el pregón del Orgullo de Madrid 2020. Héroe, fiera, titán de la causa. Sin embargo, así como no se debe generalizar, tampoco se debe silenciar sistemáticamente un problema social solamente porque el colectivo que realiza las agresiones esté amparado por la derecha buenista. Y los primeros son los medios: muchos ciudadanos hartos comentan en los periódicos digitales “¿No ponéis la nacionalidad?”, porque la constante es omitir esa información deliberadamente.

Y si hay personas a las que tanto les gustan los hombres españoles, muy fácil: que se los metan en su casa. Por no hablar de la cantidad de dinero público que se destina a cada uno de ellos. Nutriendo la homofobia desde las arcas estatales, claro que sí. Y aunque esté demostrado que constituyen una amenaza para el resto de ciudadanos, no se actúa. Se está fraguando un futuro apocalíptico y todos tendremos un asiento en primera fila. La próxima vez quizás sea su hijo o hija. Y no hace falta que se besen por la calle con otra persona de su mismo sexo, o que vayan de la mano. Una sospecha o la arbitrariedad pueden empezar una pelea. Digámoslo claro: esta gente está en contra de nuestro modo de vida y lo tendremos que defender. No puede ser que hayamos conseguido un clima social de progreso para que tengamos que hacer media con ideas tan retrógradas. La nuestra es una sociedad abierta; el que no se integre que se largue.

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