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Fotografía de archivo del logo de la red social TikTok . EFE/EPA/ROMAN PILIPEY

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“Vosotras estáis 100% en vuestro derecho de acostaros con quien queráis, pero nosotros estamos 100% en nuestro derecho de elegir con quién salimos y nos casamos. Os garantizo que si una chica tiene un body count alto queda descartada para ambas opciones”, decía un tiktoker hace unas semanas en un vídeo que se hizo viral. Por body count se refería al número de hombres con los que se ha acostado una mujer. Si el número es alto, la mujer queda descartada. Si es bajo, o mucho mejor, nulo, estamos ante la elegida y glorificada. La filosofía de este sujeto no es marginal, ni mucho menos. Son cientos los perfiles en redes que fetichizan a las vírgenes, que desprecian el maquillaje como forma de fraude femenino o que describen como putas a las mujeres que buscan el placer en su vida sexual.

Es solo parte de un fenómeno al que hace años se denominó como manosfera, un término que proviene de man (hombre) y sphere (esfera). Básicamente, manosfera se refiere al conjunto de espacios virtuales en el que la misoginia brota como musgo en Escocia. El fenómeno se había estudiado mucho en otros países, especialmente en EEUU, pero en España hemos conocido esta semana un primer informe realizado por la FAD que establece las particularidades patrias. Aquí es menos letal y tiene más tintes de guerra cultural contra un enemigo imaginario que de amenaza extremista, según las investigadoras.

Hay varios perfiles en la manosfera (se vienen anglicismos grotescos, atención): los MGTOW (Men Going Their Own Way, hombres que siguen su propio camino), quemados con las mujeres en general; los Activistas de los Derechos de los Hombres, abanderados de la lucha contra la discriminación masculina, especialmente contra los chiringuitos feminazis y las denuncias falsas; los Incels (Involutarily Celibate), que han construido una ideología política violenta en torno a la injusticia de las mujeres que se niegan a tener sexo con ellos; los Gurús de la Seducción, que, como su propio nombre indica, enseñan a seducir (o algo así); y los Youtubers Misóginos (aquí entra un poco de todo y un poco de nada).

Siempre han existido hombres que descuidan a las mujeres, las evitan, las restringen o las discriminan. Lo novedoso es que ahora el desprecio llega en hermandad, en un vestuario virtual común en el que se jalean antes de saltar al terreno de juego. Algunos pensarán que se trata de un grupo de hombres acomplejados, que en realidad temen a las mujeres más que odiarlas. Pero el temor y el odio a menudo viajan en el mismo vagón del tren. 

Así que en redes sociales crece un grupo de hombres uniformados en disposición de recuperar el terreno perdido por el feminismo, cuando en realidad se trata de un terreno ganado para ambos. Lo más difícil de combatir de la manosfera es que ningún integrante necesita que los mensajes estén respaldados por datos, argumentos o evidencias porque todo es más emocional que racional. Su visión del mundo les permite interpretarse a sí mismos como víctimas, pero también como superiores porque ellos, y solo ellos, son capaces de ver la verdad del mundo.

Ahora mismo un chaval estará leyendo en uno de esos canales de Tiktok que hace falta un certificado firmado para tener sexo gracias a la ley del ‘solo sí es sí’ y se lo estará creyendo. En dos horas habrá quedado con sus colegas y se lo comentará. Entonces uno de los amigos dirá que “ya es imposible follar” y en su cabeza nacerá algo de celibato ideológico macerado con machismo. Y el de al lado le escribirá a su novia en Whatsapp que por qué va así vestida, que qué anda buscando saliendo de fiesta con esa ropa. Y todos se sentirán validados por la no tan pequeña hermandad de la misoginia en Internet.

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