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Para que el tiempo no las borre

La presidenta de la Asociación 11M Afectados por el Terrorismo, Pilar Manjón

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En poco más de una hora, su voz temblorosa sacudió conciencias. La de los políticos y los medios de comunicación allí presentes, sin duda. Hasta donde alcanza la memoria fue el de Pilar Manjón el discurso más estremecedor escuchado jamás en el Parlamento. El desgarro y la verdad habitaron en aquellas palabras que exigían verdad, perdón y asunción de responsabilidades. Desde la aflicción, pero también desde la indignación por el uso partidista de la tragedia. Aquella mujer vestida de negro, demacrada y rota por la pérdida del hijo, desmontó la farsa que el PP y algunos de sus medios afines representaron durante los meses posteriores a los trágicos atentados del 11M: 193 muertos y más de 1.500 heridos. Mucho más que dos cifras.

Tras aquella intervención un 15 de diciembre de 2004 ante la comisión que supuestamente investigaba los hechos, sufrió el descrédito, la humillación, el insulto, la revictimización y el odio de un sector de la derecha, que secundó durante años la teoría de la conspiración y la implicación de ETA en los atentados. A ella la machacaron por ser sindicalista, por militar en la izquierda, por tener principios, por denunciar las mentiras y la utilización partidista del horror y de sus víctimas y, sobre todo, por no callar nunca. La querían muda en su llanto y su luto, si acaso despotricando sólo contra los asesinos, pero nunca hilvanando un alegato moral que permaneciera de por vida en la memoria colectiva. No lo lograron porque aquella intervención hoy aún retumba entre las paredes del Congreso y en el corazón de cuantos, diputados y periodistas, la escuchamos aquel día sin poder contener las lágrimas.

Cuando se cumplen 20 años de la infamia política y periodística que siguió a los atentados más trágicos de nuestra historia y cuando Aznar ha aprovechado el XX aniversario para reivindicar su gestión de aquellos días y negar la evidencia policial y judicial, aquellas palabras merecen ser recordadas de nuevo. Para que el tiempo no las borre. Y para que nunca, nunca más se repita la historia, aunque a veces, desgraciadamente, se le parezca tanto.

Los que siguen son los párrafos más impactantes de aquella exposición lúcida y desgarradora:

“(...) Porque ustedes, señorías, en esta Comisión han discutido sobre quién habló, de qué y cuándo se informó. Han hablado de circunstancias, de manejos y manipulaciones, de desinformaciones, de confidentes y de desconfianzas. Han hablado de circunloquios o periferias. Han hablado, señorías, de ustedes. Esencialmente de ustedes. Ha sido la comisión de ustedes y para ustedes. Nosotros, nuestros familiares, no hemos estado en esta casa que, se supone, es la de todos.

Hoy, por primera vez, se hacen un hueco. Mal que les pese a algunos de ustedes, que preferirían seguir utilizando a las víctimas como arma arrojadiza e inmoral argumento para el desprestigio ajeno, hoy hablamos en nombre de personas de carne y hueso, de los seres que están en nuestro corazón y cuyas figuras manipulan como recurso para medallas o para fotos de ocasión.  Pero aquí estamos y esta es nuestra voz. Hoy no somos el testigo mudo para la descarga de los flashes. Hoy hablamos, señorías (...)

(...) Ha habido quien ha tratado de vetar esta comparecencia. El último paso en esta apropiación de algo que no es de ustedes. En el intento de usurpar la voz a los afectados, de deslegitimarlos, de someterlos a su propio juego político y de intentar encasillarlos en tal o cual opción. Esa es su guerra, señorías, no la nuestra. Aquellos que intenten identificar a los afectados como colectivo en general o a esta Asociación en particular con una determinada opción política, se equivocan y hacen un flaco favor a la transparencia que todas las voces claman (...).

(...) Todas las víctimas son víctimas. El sufrimiento no reconoce fronteras ni ideologías. Desde nuestra legitimidad como afectados seguiremos insistiendo, señorías: no utilicen nunca más, ni aquí ni en ningún otro contexto, el dolor de las víctimas con fines partidistas. No lo utilicen como bandera de su propia causa. (...)

(...) Pretenden someternos al discurso de la polarización, al discurso de “quien no está con nosotros está con ellos”, el discurso de “quien no nos defiende, es un traidor”. No vamos a caer en tal despropósito.  Ningún partido nos mueve. Ningún partido nos interesa más allá de las opciones privadas y personales de cada uno. Las víctimas no entendemos de posicionamientos políticos. Somos víctimas. Nada más. Y nada menos. Para ustedes todo es política, y para ustedes todo significa partidismo pero, afortunadamente, fuera de esta casa aún queda mucho aire fresco y mucha luz bajo el cielo. Escuchen con el corazón lo más limpio que puedan, al margen de sus respectivos partidos, como hombres y mujeres de a pie que aún son capaces de escuchar un discurso que sale del corazón, de la reflexión, de la discusión colectiva, de la autoridad ética de nuestra posición como supervivientes del horror. Si algo nos aporta ese dolor, es la máxima lucidez para sentir. Nosotros, señorías, sí podemos decir que no llevamos gafas de ningún color.

(...) Lo que tenemos es un denominador común que predomina sobre nuestras diferencias: el dolor, la pena, el sufrimiento, la tristeza, la melancolía, la añoranza, la capacidad de resistencia y de lucha y la voluntad incorruptible de intentar llegar hasta el fondo y la verdad de los hechos. Y ese, señorías, es el motor que nos tiene hoy aquí, delante de ustedes. Esa fuerza moral y ese coraje, y no otro. El firme propósito de que la verdad, la transparencia y la justicia imperen entre nosotros.

Sólo sus intereses partidistas pueden hacerles ciegos a esta realidad. Desde la autoridad moral que detentamos, la única que jamás nos podrán usurpar, les exigimos que no nos manipulen, que no nos usen. No tenemos siglas. Si esas son las únicas gafas con las que ustedes pueden ver el mundo, hagan el esfuerzo de quitárselas por un momento, de escuchar, pensar y sentir como seres humanos (...)

(....) Con la fuerza de estas convicciones, también venimos a reprocharles como diputados, y por tanto como representantes del pueblo -que no se les olvide-, sus actitudes de aclamación, jaleos y vítores, durante el desarrollo de algunas de las comparecencias de esta Comisión, como si de un partido de fútbol se tratara. De lo que se está hablando, señorías, es de la muerte y de las heridas de por vida padecidas por seres humanos, de pérdidas que nos han llenado de desolación y amargura en el mayor grado posible. ¿De qué se reían, Señorías?, ¿qué jaleaban?, ¿qué vitoreaban en esta Su Comisión? (...)

(...) Muchas han sido las ocasiones en que hemos sentido que la finalidad de esta Comisión no pasaba ni de lejos por esclarecer los hechos que se planteaban inicialmente, sino más bien para utilizar los hechos y a nosotros mismos como alimento a las líneas argumentales de según quién habla. Los unos para echarse la culpa a los otros. Hace años, señorías, que firmaron el Pacto Antiterrorista en el cual se comprometían a no utilizar el terrorismo como arma electoral y partidista. Permítannos no creerles a algunos de ustedes en esta ocasión. Su credibilidad a este respecto ha quedado más que deteriorada. Ustedes lo saben perfectamente, aunque les desagrade oírlo, nos han convertido en moneda de cambio del juego político.

De igual modo en que decíamos que no podemos admitir que se nos utilice como arma política entre partidos, no podemos admitir, de ninguna manera, que utilicen de manera sistemática a nuestros heridos y afectados, y mucho menos a nuestros muertos, como culpables de la derrota electoral de algunos, o del billete de triunfo de otros. Ellos, para su desgracia, no pudieron votar. Algo hicimos mal, alguien se equivocó, algunas personas debieron cometer graves errores para que los malditos pudieran preparar y llevar a cabo tamaña asesina tropelía (...)

(...) Los hay que acusan de imprevisión política y manipulación de la información. Los hay que acusan de organizar manifestaciones ilegales y linchamientos sociales. ¿Y quién nos defiende a nosotros, los supervivientes, y las víctimas? ¿Quiénes van a ser aquellos que de una vez por todas asuman las terribles irresponsabilidades (vengan de donde vengan) que nos han llevado a sufrir este brutal atentado? (...)

(...) Si esta Comisión es un juego, la calidad ética de nuestros parlamentarios está por valorarse. Si esta Comisión maneja datos reales y errores reales, basadas en datos objetivamente comprobables, seguimos esperando las disculpas y la asunción de responsabilidades por parte de quien corresponda. Y para que no quede lugar a dudas, la asunción de responsabilidades para nosotros significa dimisiones de los cargos políticos, institucionales y policiales que correspondan (...)

(...) Tampoco nos ha dejado satisfechos la inquina con la que se han pronunciado ciertos comisionados en sus interrogatorios, dejando caer y crecer la duda sobre las responsabilidades directas del atentado. La frivolidad con las que algunos alardean sobre determinadas autorías, además de congoja nos causa perplejidad y no nos sirve el amparo en cortinas de humo o en oscuros propósitos. Cuando se sabe que los autores no están en lejanos desiertos, se deben aportar las pertinentes pruebas ante el Juez Del Olmo. Queremos decirles que confiamos en la Justicia y en que las Fuerzas de Seguridad del Estado, al margen de las posibles equivocaciones en que pudieran haber incurrido -y que en cualquier caso no deben ni pueden ser ninguna excusa para nadie-, están desarrollando con éxito y con ahínco su labor profesional (...).

(...) Unos dirán que estamos manipulados por el PSOE y que es obvio que servimos a sus intereses. Otros que servimos a los intereses del Partido Popular. No se molesten en escribirlo. Lo sabemos y lo esperamos. Y nos adelantamos a ustedes, porque por ese camino no vamos a andar. No entraremos al juego de la polarización social en interés de los partidos. La actual Junta Gestora de la Asociación 11M Afectados de Terrorismo, los socios y afectados que representamos, constituyen un colectivo integrado por seres humanos que votan a todos (o a ninguno) de los partidos. Podremos encontrarnos mañana con quien diga que nuestras palabras están regadas por el rencor y la ceguera del odio. Pretenderán invalidar nuestros argumentos amparándose en nuestra condición de supervivientes, como si ser superviviente fuera un estigma (...).

(...) Queremos también decir NO al modo en que se han usado por parte de los medios de comunicación las imágenes de la barbarie. Las imágenes son instrumentos de información, de eso no cabe duda, y tienen el poder de convocar, de sensibilizar a la opinión pública, de explicar en breves instantes lo que un texto difícilmente puede narrar. Pero este no es el caso, y ustedes lo saben. La necesidad de utilizar las imágenes del 11 de marzo como fuente de información caducó hace mucho, ya no es noticia. Las emisiones no responden a una necesidad informativa sino a la demanda de una sociedad que convierte todo en espectáculo, incluyendo la angustia, el miedo, y el llanto desgarrado de los arrastrados por la locura humana.

Señores directores de periódicos y agencias de prensa, señores directores de informativos: permítannos dudar de su sensibilidad. Mientras por un lado acuden a nosotros una y otra vez, para que les contemos nuestro calvario, mientras son ustedes los encargados de hacerles recordar al mundo que no puede haber más “onces M” en ningún lugar del mundo, se olvidan de nosotros cuando el mercado les llama. Vendida ha quedado su conciencia de periodistas a la ley de las audiencias. Con nosotros, no. Si algo de decencia les queda, con nosotros, no. Queda escrita, leída y conste en el diario de sesiones nuestra más contundente repulsa. Y por si no hubiera quedado suficientemente claro, afirmamos que por encima del derecho a la información, está el derecho de los ausentes a preservar su intimidad. Condenaremos siempre a aquellos que expongan imágenes que aviven constantemente la causa de nuestro dolor. Cada vez que las imágenes se exponen sufrimos un paso atrás en ese trabajo de convivir con el dolor (...) 

(...) Pronto se acercará el primer aniversario de la masacre. Una excelente oportunidad para medir la altura moral de todos y cada uno de los directores de periódico y de cadenas de televisión de este país. Cada cual establecerá entonces su talla moral. Ustedes dispondrán de una oportunidad para demostrar de qué madera están hechos. La falta de rigor moral en la emisión de imágenes que no arrojan luz sino oscuridad en torno al omnipresente 11M, no sólo nos revuelve las entrañas a las víctimas, sino también a la sociedad en su conjunto. Con ellas nos embarga el miedo y la sensación de vivir absolutamente desprotegidos, y eso Señorías, nos hace aún más sensibles a las manipulaciones de todo tipo. El uso indiscriminado de las imágenes supera niveles que jamás imaginamos. Se han emitido o se han usado en medios escritos imágenes procedentes de las cámaras de vigilancia situadas en los andenes de RENFE. Estas imágenes fueron requisadas por la Policía inmediatamente después de las explosiones y estaban depositadas en la Audiencia Nacional. ¿Cómo pudieron filtrarse y llegar a la prensa? ¿Quién lo permitió o autorizó? ¿Quién las vendió, si ese es el caso? ¿Cómo pudieron emitirse imágenes sometidas a secreto de sumario? Desde aquí exigimos de manera urgente una investigación que depure responsabilidades respecto a la filtración y posible venta de las imágenes de los atentados que estaban depositadas bajo la custodia de la Audiencia Nacional. Debe esclarecerse la trama de tamaña indignidad y ser cesado y encausado el autor de manera fulminante (...)

(...) Señorías, todas estas peticiones se resumen en tres exigencias básicas: Verdad, Justicia y reparación, entendida como reparación moral, nunca económica porque el dinero no nos abraza ni nos consuela. Y hoy, aquí, en lo que a ustedes más les atañe, exigimos la VERDAD. Como venimos expresando desde hace meses: TRANSPARENCIA.

Por nuestra parte, lo único que podemos aportarles es nuestro DOLOR. Este es nuestro dolor. Y esta es nuestra fortaleza (...)

Y aun así, nadie ha pedido perdón todavía.

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