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Tita encadenada a la Bolsa

Begoña Huertas

En el debate sobre economía mantenido el pasado domingo entre los cuatro grandes partidos (en el programa “El objetivo” de La Sexta) se trató, como no podía ser de otro modo, el asunto clave de los impuestos. Todos los participantes, excepto Alberto Garzón, de Unidad Popular, se apresuraron a dejar clara su voluntad de bajarlos. Y es que como unos días después dijo el dirigente de Izquierda Unida (1), se habla -y el lenguaje no es inocente- de “aliviar la presión fiscal” escondiendo en las connotaciones positivas del verbo “aliviar” el sentido real de los recortes en prestaciones sociales que ese “alivio” conlleva. “No podemos pretender tener un país con las prestaciones de Finlandia pero con la fiscalidad de un país subdesarrollado”, dijo también. En nuestro entorno europeo, España es uno de los países que menos ingresa vía impuestos.

Por otra parte, hablar de subir o de bajar impuestos, así, en general, no tiene sentido. Se trata de establecer unos impuestos progresivos, es decir, que pague más quien más tiene. El aumento de tasas a los muy ricos y el control del fraude fiscal –y de la elusión fiscal- podría suponer un aumento de los ingresos esencial para cuadrar las cuentas. Cuando algunos escuchan esto se llevan las manos a la cabeza. ¿Pero quién podría tener miedo a un planteamiento tan básico de justicia social?

Hacienda investiga a Borja Thyssen por un posible fraude fiscal. Su nombre apareció en los papeles de Panamá y fue uno de los beneficiarios de la amnistía fiscal. Su madre, Tita Cervera, que siempre se ha mostrado muy crítica con la Agencia Tributaria y sus actuaciones contra los Thyssen, ha vuelto a amenazar con llevarse su colección de España. Es insólito que se atreva a adoptar esa postura cuando el Estado pone un dineral para hacer posible esa exhibición, cuando ocupa un museo que pagamos todos y que a veces ha utilizado como galería de arte para revalorizar y vender sus obras, es decir, que no está exactamente haciendo un favor sino extrayendo un beneficio. Detrás de sus palabras puede estar la ignorancia o la mentalidad de mercado que no se rige por más parámetros que la acumulación de capital. Ese espíritu neoliberal es el que enarbola Ciudadanos y el que representaba en el debate del pasado domingo su asesor económico, Luis Garicano, quien hiló una palabra tras otra sin pudor a que no tuvieran relación una con otra ni conformaran ningún sentido. Mencionó la educación, los neumáticos de Seseña y un tipo de contrato al que definió con un gesto de las manos. Cuando lo que dices no va a gustar a la mayoría me imagino que lo mejor es hacer un discurso tan vago y deshilachado que cada oyente pueda interpretar a su manera.

O tal vez, directamente, lo mejor es no decir nada. Como nada dicen las élites financieras que se reúnen estos días invitados a la reunión anual del Club Bilderberg. Propietarios de multinacionales, banqueros, políticos y miembros de la realeza manejan sus conversaciones en este foro con total secretismo. El presidente del grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, que es miembro del comité directivo y se encarga de cursar las invitaciones a los españoles, ha invitado precisamente este año -junto a los habituales directivos de Telefónica y Banco Santander- a Luis Garicano. Allí me imagino que el asesor de Ciudadanos no será tan vago en su exposición. Sencillamente no le hará falta convencer a nadie.

Frente a Luis de Guindos, Alberto Garzón criticó la bajísima carga impositiva a las grandes empresas, cosa que el ministro de economía en funciones no negó. Y es que según la Comisión Europea, la UE deja de ingresar al año un billón de euros como consecuencia de la evasión y la elusión fiscal. La escasa tributación de ciertas empresas es increíble. Y no siempre se trata de evasión fiscal, claramente ilegal, sino de “elusión” fiscal, de prácticas al filo de la ley, gracias por ejemplo a normas obsoletas como el requisito de disponer de un soporte físico suficiente etc. No necesitan estar ahí para obtener enormes beneficios. Del mismo modo que resulta obsoleto –y una burla para todos- el criterio de que Borja Thyssen duerma en Barcelona o en Andorra para pagar o no pagar aquí sus impuestos.

En su día, Tita Cervera se encadenó a un tronco para salvar los árboles delante del Museo Thyssen. Quizás se encadene ahora a alguna columna del edificio de la Bolsa, en la acera de enfrente, para salvaguardar su derecho a enriquecerse a costa de todos.

(1) Durante la presentación del libro de Miguel Roig, Conversación con Alberto Garzón, Ediciones Turpial, 2016

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