Violencia es ir contra el orden
Vivo en un Reino donde el Ministro del Interior afirma que silbar mientras suena música es violencia, pero unos jueces afirman que no hay violencia en el terror que se experimenta al ser asaltada por cinco animales humanos en un zaguán. No soy jurista, así que cuando oí que eran culpables y tenían penas de cárcel, pensé bueno, van a pagar. Pero entonces empecé a enterarme de las distinciones que hay entre “abuso” y “agresión”. Como no soy jurista, pensé, debe ser un debate técnico complejo.
No es la primera vez que me sucede que el empleo de uso común de una palabra toma un significado diferente desde el punto de vista de jurídico. Ante la indignación que ha incendiado España, pensé, bueno, seamos cautos ante el riesgo del populismo punitivo, que no me gusta venga de donde venga. Pero entonces empecé a leer la sentencia de las páginas 96 a 111, en la que se muestran “hechos probados”. Me quedé en estado de shock, pues no puedo entender que si todo eso está probado, se considere que no hay violencia. No hay violencia, en un país que quiere hacer creer al resto del mundo que poner unas pegatinas en un coche tiene la misma entidad violenta que los casi 100 muertos de la plaza Maidán en Ucrania, o donde te mandan seis coches policiales a buscarte a casa por escribir en Facebook un lema histórico en contra de la Monarquía.
Y claro, todo depende de lo vea el “observador neutral” que cita la sentencia en la página 96. ¿Puede el “observador neutral” ver que una chica que decide salir sola de noche y hablar con un hombre igual no quiere mantener relaciones sexuales con ese hombre?, ¿puede el “observador neutral” entender que el terror paraliza?, ¿puede el “observador neutral” entender cómo se ha roto la vida de esa mujer?. ¿Es un objetivo del “observador neutral” buscar que haya mujeres que sean asesinadas para así probar que la intimidación era razonable? El “observador neutral” nunca fue una chica deshinibida, así que en el fondo piensa que si ha sido agredida, algo habrá hecho.
Todo esto nos lleva a la neolengua en la que estamos viviendo. Antes de Babel las palabras describían las cosas, es decir, nunca existió un mundo mítico en que cada palabra tenga un sentido unívoco, por lo que siempre están en continuo cambio. Pero el asalto al sentido común que estamos viviendo en España con palabras como violencia o terrorismo nos lleva a la neolengua de Orwell: lo que ataca al orden es violencia, lo que lo mantiene no, independientemente del sufrimiento de carne y hueso. Por eso hacer el majadero contra Dios, la Patria o el Rey es violencia, pero anular la voluntad de las mujeres, no. No hay otra explicación. Es la única forma de entender la perdida de sentido común del sistema judicial e intelectual que cada vez me tiene más desconcertado, agobiado e impotente.