En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquí. Consulta nuestras normas y recomendaciones para participar.
Un árbol contra el mundo
La comunidad de adosados donde resido está formada por vecinos que pueden calificarse de clase media, quizás tirando un poco hacia arriba (sin exageraciones). Médicos, maestros, pequeños empresarios o autónomos. Son personas formadas, educadas, ciudadanos ejemplares y sensibles a la conservación del medio ambiente. Separan escrupulosamente sus basuras, muchos han instalado en sus azoteas paneles solares y alguno incluso se ha comprado un coche eléctrico. Dan indicaciones a sus hijos para que no tiren cosas en la acera y sacan a pasear sus perros con bolsitas para recoger sus deyecciones sólidas y botellas con desinfectante para disimular o atemperar las líquidas.
Yo he sido uno de los últimos en llegar, pero casi desde el primer día mantengo un contencioso con mis vecinos, principalmente con aquellos que son colindantes a mi propiedad. Un vistazo hacia la parte trasera de mi vivienda desde la planta alta, arroja un panorama desolador. Casi todos los patios de la comunidad, con muy pocas excepciones, han sido desnudados de los árboles con los que fueron entregados y forrados con césped artificial. El mío es uno de los pocos que aún mantiene en pie uno de esos modestos árboles.
Por detrás de los patios transcurre una tranquila calle peatonal cuyo encanto cautiva de inmediato a los paseantes, merced a los árboles que la flanquean y que le confieren un ambiente casi romántico. Sin embargo, los vecinos no han dudado en acudir al ayuntamiento para solicitar que se talen algunos de ellos. Echando mano de ciertos contactos personales en el consistorio y presentando como excusa que las raíces de los árboles estaban socavando los cimientos de un muro de piedra al otro lado de la estrecha calle, el cual supuestamente amenazaba con derrumbarse sobre sus viviendas —cuando lo cierto era que se estaba viniendo abajo de puro antiguo—, lo lograron. Dos frondosos flamboyanes fueron las víctimas propiciatorias.
No me entraba en la cabeza, el asunto carecía de todo sentido. Durante el verano, el sol calienta con inclemencia las fachadas y los patios traseros, haciéndolos impracticables (se convierten en auténticos hornos). Hice un ejercicio de imaginación. Si los vecinos hubieran mantenido sus árboles originarios, a día de hoy —con el calentamiento global azotándonos con cada vez mayor virulencia— contaríamos con una refrescante barrera natural de vegetación que nos protegería del calor.
Quise indagar, con cierto tiento para no ofender a nadie, sobre el motivo de tanto ensañamiento para con los árboles. La respuesta fue que las hojas secas que desprenden sus ramas se infiltran en sus patios —llevadas por el viento, principalmente en otoño— y los «ensucian», con el consiguiente engorro de tener que barrer el césped artificial cada dos por tres. ¿Y el calor?, les pregunté, ¿no resultaba más fácil protegerse de él con la sombra de unos árboles? Unos y otros me miraron con incredulidad: no entendían por qué me empeñaba en mantener mi molesto árbol contra viento y marea, cuando cualquiera podía comprar una sombrilla de jardín a un precio asequible en un cercano centro comercial.
El relato de estos hechos, un tanto peregrinos y personales, podría inducirnos a pensar que se trata de una simple anécdota. Pero no lo es. ¿No nos sentimos igual de molestos cuando caminamos por la orilla de la playa y nos encontramos con que la misma está «sucia» de algas, o vamos por el campo y se nos estropea el paseo cuando nos pica un «bicho» o una zarza que, por ignorancia, no supimos identificar?
Esto es: ¿de verdad queremos un mundo más verde, más «ecológico», sin asumir que tendremos que convivir y gestionar la biodiversidad que lo habita y le sirve de sustento?
Me temo que aún no nos hemos dado cuenta de lo lejos que están nuestros deseos de los actos rutinarios que, con tan buenas intenciones, llevamos a cabo en nuestro día a día —y que tan contrariamente nos conducen hacia un escenario cada vez más aterrador e irreversible—.
Sobre este blog
En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquí. Consulta nuestras normas y recomendaciones para participar.
0