Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

La ciudad que odiaba a sus vecinos

1

Ya en 1978 lo decía Rosendo en su canción 'Este Madrid':

'Bebemos, fumamos

Y nos colocamos

Tenemos plena libertad.

En Atocha encontrarás

Aire limpio sin igual.

Es una mierda este Madrid

Que ni las ratas pueden vivir'.

Son las 6 de la mañana y una música techno me ha despertado. Inmediatamente “mecagoensusmuertos”, antes de darme cuenta de que el pub de abajo cerró hace 3 horas. No han podido ser sus clientes con reguetón en el móvil, gritando o haciendo carreras con la moto.

Son las 6 y los estudiantes del 2°B, a quienes no conozco de nada (cada dos por tres cambian) han montado un after en su piso.

El techno zumbido penetra por las piedras hasta mis oídos y me deja pensando si la ráfaga de tum tum tum puede interferir en la velocidad de los latidos cardíacos. En realidad, lo más seguro es que sea porque me he despertado y el cabreo cause el aumento de pulsaciones: da igual la intensidad del tiroteo techno.

Madrid es maravillosa con 20 años y beca erasmus. Lo saben mis vecinos que vienen a hacer sus estudios, un paraíso para ellos aunque paguen las matrículas más caras de España. De 10 pisos en mi edificio, hay 3 erasmus, otros 4 turísticos y solo uno (además del mío) está habitado por vecinos que podemos denominar “normales y corrientes”. ¡Hasta tienen un hijo! Especie declarada en extinción en este barrio que ya es solo hábitat natural de turistas.

En Madrid parece que todo es una fiesta, me pregunto cuántos de los problemas reales de sus ciudadanos se diluyen en unos tragos de cerveza o se enmascaran en una conversación frívola en una terraza.

Es una paradoja, Madrid ofrece una imagen de fiesta y alegría en las calles mientras somos la capital del país que tiene el récord europeo en consumo de antidepresivos y ansiolíticos.

Me encuentro a mi vecino “normal y corriente” con su crío en el ritual de tirar la basura. Ya es casi un deporte, la montaña de basura acumulada es más grande que los contenedores. Me separa un metro de basura del hueco donde quiero meter mi bolsa.

Mi vecino dice que también les han despertado los del segundo y se despide rápido porque tiene cita con el pediatra y no quiere llegar tarde, con lo que le costó conseguirla. Qué suerte, para mi especialista no hay cita en 6 meses y tendré que ir a la privada.

Nos conformamos con que todo funcione a medias. Llevamos 3 años con Urgencias cerradas y la consejería de Sanidad nos quiere cambiar los centros por locutorios donde videollamar al médico. Ya a nadie le causan sobresaltos los despropósitos en sanidad o que los jóvenes vayan a la FP privada por falta de plazas. Bastante tenemos con nuestros problemas domésticos de convivencia, pienso mientras asimilo también que a las 6 de la mañana es normal que te despierte una fiesta: tu edificio es todo erasmus y turistas.

Uso tapones para dormir desde que abrieron el pub: produce ruidos sin cesar de martes a domingo hasta las 4 de la mañana. A ningún alcalde se le ocurrió que los ruidos de los clientes en la calle no existen si no está ahí el pub, por lo que se debe exigir responsabilidad, aunque se den fuera del establecimiento. Pero sería demasiado radical meterse con la hostelería, el sector es la niña consentida de la administración, el emblema de la ciudad. Que siga la fiesta. Porque el alcohol da dinero y el descanso no mueve la economía.

La capital cuenta con más de 15 mil negocios de hostelería, 4 veces más que el número de establecimientos de ámbito educativo, financiero y de seguros juntos.

La mayor densidad está en Centro. Hay un negocio de hostelería por cada 50 vecinos, casi 3 mil negocios que se disputan a los 9 millones de turistas que nos visitan cada año.

Los enamorados de este modelo de ciudad se sienten privilegiados de vivir en un lugar con tanta oferta de ocio etílico. Y es verdad, hay bares a patadas en todos los barrios, a cualquier hora puedes tomar algo y hay más terrazas que árboles.

La invasión de bares llega hasta los mercados: en algunos ya solo hay bares, en otros hay que hacer la compra junto a botellines de cerveza.

Vuelvo a encontrar a mi vecino con el coche, van a ver una casa en uno de esos municipios con nombre compuesto, verdes y opulentos del oeste de Madrid.

Me parece lógico que, pudiendo hacerlo, quieran poder descansar y respirar aire limpio yéndose a vivir a esa zona y el niño parece feliz de conocer su potencial casa nueva.

No le digo nada, pero no puedo evitar pensarlo mientras me despido:

“Ya volverás, ya... cuando tengas 20 años”.

Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

stats