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Es la codicia...

Antonio García Gómez

30 de mayo de 2023 19:22 h

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“Talan sin licencia un centenar de árboles en un bosque de la Comunidad de Madrid para un proyecto urbanístico de lujo”. Alejandro Tena.

Y es la falta de escrúpulos, y la codicia, camino de la consecución de la codicia inoculada, sin paliativos, sin consideraciones humanitarias, codicia en estado puro, y que arree el que quede o venga atrás.

Es la codicia el motor del previsible y “cantado” éxito de la candidatura de Díaz Ayuso y sus secuaces, en Madrid, sobrealimentada la codicia, promovida, consentida y estimulada, sin otras consideraciones que las de favorecer a los más codiciosos, valga la redundancia, ya de arranque, ya de estatus, de partida, de casta, de sentido de clase en el peor sentido, por hacerse con más dinero, con más poder, a costa de la desigualdad rentable, a su favor naturalmente, lo crean los de arriba porque achuchan y achuchan lo crean los de abajo que sueñan con las migajas cayendo de las mesas de sus amos y señores, porque ése ha de ser el motor del supuesto desarrollo, no ya de la región, sino de la propia codicia, así tomada, sin barreras ni limitaciones, como esencia a adorar y venerar, gran madrastrona de ubres insaciables, y cárguense lo que y a quienes vengan a impedirles esa consecución de la codicia soñada, a amargarles el sueño húmedo de la codicia lograda, incentivada desde el poder.

Desde la inquina, desde la mentira, desde la desconsideración y desde el puro odio… contra quienes arguyan cualquier traba humanitaria.

Porque es pan para hoy y para los suyos que… mañana pedirán más pan todavía para seguir almacenando las riquezas.

Nos lo explicaron, de niños, estudiando “La Historia sagrada”, de entonces, de cuando Moisés bajó del monte Sinaí y encontró a “su pueblo”, al pueblo escogido por dios, entregado a la veneración y celebración del Becerro de oro, del dios dinero, del dios de la riqueza contante y sonante, especuladora, rapiñadora, como paroxismo a lograr, por encima de cualquier otro contratiempo que pusiera en cuestión esa máxima de conducta, esa aspiración ruin e insaciable, como para olvidar otras cuestiones incómodas, como cuando se convierte en una mezcla de “avaricia” y “soberbia”, como cuando se niegan a contribuir al esfuerzo fiscal y común, desde su posición de mirarnos por encima de sus hombres, de cuando ya han olvidado sus cacareados “pecados capitales”.

Por eso mismo Díaz Ayuso y sus secuaces “no recuerda” ni recuerdan, no se dan por aludidos, desprecian e ignoran, cualquier reivindicación, denuncia o llamada de atención, en su labor gubernativa que entorpezca esa dedicación exclusiva por alcanzar el desiderátum de una codicia prometedora, porque todo les será permitido, porque nada les será suficiente, porque se han desatado los instintos más bajos e insolidarios.

Por eso todo lo humano ha dejado de tener importancia, vigencia, en el “Reino” de Madrid. Con el peligro de su posibilidad de contagio infeccioso, porque la codicia puede llegar a ser imparable y traer consigo el menosprecio absoluto a las necesidades de los más vulnerables y desfavorecidos.

En cualquier caso ya manifestaron que “ellos no ven pobres por ninguna parte”.

Y, con todo, aún hay esperanza, qué otro remedio queda, salvo que la epidemia de la codicia descontrolada ya haya anidado en más y más corazones de hiel, porque su letalidad es, literalmente, insaciable, y aún quedan los y las resistentes, siquiera en el deseo buscado y soñado de quienes aún creemos en el ser humano, siquiera en el ser humano con capacidad de empatizar, de verse concernido por quienes menos tienen y más necesitan. Así de sencillo, así de rotundo, contra la marea de la codicia enseñoreada sobre los bajos instintos desatados Díaz Ayuso, sus secuaces y sus cómplices.

Por mucho que ellos nos acusen de “comunistas, separatistas, independentistas, progresistas, socialistas y otras lindezas, … y a mucha honra” .

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