Esa crónica negra de la Calle Amparo

A mí, como a tantos, también me caía bien, con su aire introvertido y sus modales educados.

Lo conocía de aquellos años en que cambiamos tanto con tan poco que, mientras ellos tomaban Irak, nosotros tomamos la calle Génova, que en grupos, más grandes o más pequeños echamos a rodar utopías que llegaron a ser 15M... y más realidades emergentes.

En los últimos años sólo nos cruzábamos por la calle, de tarde en tarde. Y nos saludábamos, desde el brillo que nos dejaron esas experiencias, en el fondo de los ojos.

Ahora me ha hecho reconocerme en esa expresión de sorpresa que sólo escuchaba en la tele aplicado a otros, que presuponía menos ilustrados, más fascistas y menos x, b, o z, que...“parece mentira, era tan agradable”. Que lo de de enajenar es una estrategia muy útil para evadir...

Yo soy una de esas mujeres que participaban en algunos activismos del barrio. Una de esas a las que se refiere el artículo, que pese a estar formada e informada, se las hace sentir ninguneadas por el patriarcado transversal en los espacios de decisión de izquierda, y no sólo por los hombres.

Ahora ya sólo me importa cuidar de la Vida y evitar tanto dolor como el que él ha causado.

Pero, con el estupor removiéndome las tripas, se me ocurre que si cuando con tan poco cambiamos tanto, cuanto tardaremos en cambiar lo que de verdad hace falta... para cambiar el miedo por el amor, dejar de querer controlar, cambiar competir por colaborar y el envidiar por admirar.

No se si somos muchas o pocas pero me echo a andar hacia ahí...