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Crónica de una victoria anunciada

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El primer error fue comprarle el discurso. Dejar que marcara el ritmo y los temas del desdebate. Para empezar las elecciones pretendían tapar el juicio que estos días muestra las vergüenzas de un Partido Popular en ruinas. Objetivo cumplido.

Después, no denunciar con la misma energía cada una de sus mentiras y su falta de propuestas. Cuando llamó a algunos ciudadanos “mantenidos subvencionados”, además de asombrarse, se debió aclarar el hecho de que esos “mantenidos” no los genera la izquierda, sino que son consecuencia de una política de derechas que no hace otra cosa que ampliar la brecha.

Por cierto, atenderlos es una necesidad. No así a los mantenidos subvencionados que la derecha genera en el sector de la tauromaquia sin ir más lejos, para que, estos sí, les sigan votando.

En segundo lugar, y aunque se ha dicho, se debió denunciar más, las 24horas del día, que hubo protocolos para dejar morir a ancianos. Protocolos firmados. Algo que primero se quiso vender como borrador. (Como los contratos a Sarasola). Y que más tarde, ante la obviedad, la Presidenta intentó justificar diciendo algo así como que, de haberlos trasladado, tampoco hubiera habido garantía de se hubiesen salvado. (Los que tenían seguro privado sí fueron derivados, suerte la suya). Por último, alegando que hablar de los muertos es una bajeza, así que, claro, cómo no, mejor los dejamos para otro momento (como los de las cuentas).

Una Presidenta que reniega de devolver vivienda pública vendida a un fondo de inversión, ni con sentencia judicial por medio.

Una Presidenta que baja 4000€ al rico y al pobre cero.

Una Presidenta que prefiere repartir dinero entre constructores para que monten una nave con camas, a contratar más personal en los hospitales. (Eso no da beneficios, claro).

Una Presidenta, que cuando habla, habla del Madrid de la clase media alta; con sus teatros y terrazas cada tarde. Y que obvia al resto. O peor, los desprecia. Porque no gobierna ni gobernará para todos. Eso que se sepa.

Que crispa desde el primer momento con eslóganes basados en falsos dilemas, y luego no sólo no esconde la mano, sino que acusa de crispar al que la pone ante su reflejo.

Que banaliza la violencia si no es contra los suyos. Que ataca al que se defiende.

Algo está podrido en las instituciones. Tanto que ya huele. Parecen instaladas en el delirio constante con sus declaraciones y decisiones. Con sus discursos y sus desplantes al sistema de derechos y libertades.

Hay quien no lo ve. Y quien no lo quiere ver, porque le va muy bien.

Pero al final, cuando todo se desmorone y la desigualdad sea galopante, será la política de derechas la que desencadene una revolución tan bolivariana como la que temen. Los causantes de la desigualdad que generó la primera, por cierto, ya duermen en el barrio de Salamanca.

No, por más que lo pregonen, no serán aquellos que abogan por un Sistema de Bienestar homologable con el de los países decentes, modernos y respetables.

Tiempo al tiempo.

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