Elecciones en la CAM, acto primero

No dejo de sorprenderme. No puedo dejar de hacerlo.

¿Por qué hemos permitido que un político se convierta en una estrella mediática, por razones tan desafortunadas como una pandemia y sus consecuencias? Ser la “atracción” muchos lo habían intentado siempre, pocos lo han conseguido ahora. Algunos de ellos utilizando el juego perverso de sacar partido, mentir y dividir en una situación tan incierta, inesperada y mortal como la que aún estamos padeciendo.

Este último año ha sido el escenario más locuaz para demostrar a la ciudadanía el talante moral y democrático de muchos políticos, donde todo vale con tal de desalojar del poder al adversario. Poco importan los muertos, los enfermos, los sufridos e indefensos, todos son útiles como armas de derribo o vehículo de desestabilización.

Y dentro de la jungla variopinta y ponzoñosa, en la que ahora parece configurarse la política española, resalta, por mérito propio y ajeno, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Sra. Díaz Ayuso. Surgida de la intuición de un político nefasto, Pablo Casado, y designada como la estrella emergente de este reality que podemos llamar ‘vivir en pandemia’. Se ha convertido en la celebrity del prime time, de la conversación intrascendente, del trasiego en infinitas tertulias televisivas. Un personaje caricaturesco creado para hacer oposición desde su posición de poder. Con un discurso perfectamente diseñado para cabalgar a golpes de realidad alternativa, mentiras flagrantes, contradicciones “sin complejos”, y con la trágica anuencia de medios de comunicación y, por supuesto, de asesores muy avezados en el arte de la desinformación.

Viven y nos hacen espectadores de su continua puesta en escena. Raro es el día en el que no aparezca la Sra. Ayuso con una de sus declaraciones controvertidas, carente de fundamentos o simplemente contradictoria, que la coloque en el centro de la polémica. Se nutre de hacer antipolítica, de atacar antes de que se le ataque, de crear una retórica de confusión y crispación. En su burbuja, inflada a base de insólitas encuestas, del delirio y la autocomplacencia, copia el peligroso patrón que siguen otros en Europa (Orbán, Salvini, Le Pen) y en América (Trump y Bolsonaro). La obra está en marcha y el enemigo esta fielmente representado por el otro, sea quien sea que este fuera, ellos siempre serán golpistas, batasunos, okupas y bolivarianos.

Es triste corroborar que el fin último de todo este espectáculo es perpetuar un modelo que, lejos de crear bienestar social, solo predica el desamparo de los sectores más humildes de la sociedad. Descuidando los servicios públicos y alimentando un modelo de riqueza basado en el ladrillo y el turismo de terraza y botellón, en el que solo se benefician aquellos que viven de la mano de obra eventual y precarizada, de aquellos otros que consiguen contratos públicos adjudicados a dedo y del pelotazo inmobiliario. Si no fuera porque nos toca de cerca, y porque es un espectáculo sangrante y aterrador, el caso de la Sra. Ayuso en Madrid sería estrafalario e inaudito, cuando menos.

Ahora estamos llamados a las urnas, un día cualquiera de un año en el que no toca, porque lo que realmente debería ocupar las agendas de políticos y partidos es responder a la enorme crisis sanitaria, económica y social que ahora lo abarca todo y nos asfixia. Pero, esto es secundario para los que gobiernan la Comunidad de Madrid. Cuando lo que está en juego es el control absoluto del poder cualquier maniobra electoral es bienvenida, aunque sea muy difícil su justificación.

Espero que ese día, uno de los pocos en los que los ciudadanos se dejan oír, sepamos replantearnos con el voto, el modelo de sociedad y de país que se construirá en un futuro inmediato. Porque, ¿Qué clase de sociedad se permite tener al frente personajes tan vacíos, retorcidos e ineptos como los que ahora están al mando en la Comunidad de Madrid?