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Pero ¿hubo alguna vez periodistas?

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Le conservo un cariño especial a la facultad de CC.II. (ciencias de la información) de la Complutense de Madrid porque allí cursé el primer curso de Periodismo. Año 1972. Se creó en septiembre del año anterior. Las clases no empezaron hasta febrero del 72 (en la antigua escuela de Periodismo de la Dehesa de la Villa) debido al lio burocrático generado por tener que ser apadrinada por dos ministerios, el de Educación y el de Información y Turismo. El estupendo edificio “nuevo” no estaría hábil hasta 1974, pero el debate estaba en marcha. Ciencias de la información: periodismo, imagen (radio y tv), y publicidad. Es decir, la invasión de la cultura de la imagen y del ocio. La rama de periodismo siempre sería minoritaria (o minorizada?).

En la escuela de Periodismo estudiaban los (pocos) que se podían permitir una carrera de las difíciles, más cercana a la ciencia diplomática que al reporterismo. Y en ella se otorgaban los títulos a la permanencia en la profesión. La batalla entre los periodistas de facto y los de “título” sería larga.

Fue una forma de restar protagonismo a una profesión que, bien entendida, siempre es de riesgo para el Poder, el Establishment.

Como era de esperar, las ramas de Publicidad e Imagen coparon el interés de los jóvenes por integrarse en una sociedad que se anunciaba próspera. Quince años después habría cadenas privadas de televisión que absorberían las oleadas de becarios generadas por la facultad.

Después vendría internet y los youtubers vinieron a suplantar la labor social del periodista, que ya no se sabe muy bien si es quien informa o quien publicita.

Por eso, porque veo el edificio de la facultad como un mausoleo de lo que el periodismo algún día pudo llegar a ser, me duele especialmente que la titulitis que algunos combatíamos de aquella, haya infestado hasta las más altas cúpulas del decanato y consentido que se declare “alumna ilustre” a quien el único mérito que ostenta es ajeno a la facultad. Es como concederle un título a quien llega a estrella de Hollywood, como si no supiésemos que llegar a ciertas cimas sociales no tiene nada que ver en el mérito académico.

No terminé la carrera, entre otras cosas, por evitar este tipo de mamoneos. Y ahora, una vez jubilado, me alegro.

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