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Mi libertad
A día de hoy podemos decir que “libertad” es la palabra más usada y vacía de contenido en lo que llevamos de 2021. Desde “Libertad sin ira” en el 76 hasta “Comunismo o libertad” hace un mes, hay un mundo en espiral, y el colmo ya está aquí. Curadísimos de espanto antes de empezar, nos comportamos como sombras de micromaltrato, tan hastiados que vamos en modo impermeable. Entre tanto libre albedrío seguro que tendremos derecho a formular una pequeña pregunta: ¿La libertad era esto?
La clase política empieza hablando de democracia plena como dogma insuperable y acaba a insulto limpio en el debate en el Congreso. El 15 de abril tenía visos de teatrillo con el histriónico cabreo de Casado y su “pero ¿usted quién se cree que es? ”, digno sucesor del antiguo “usted no sabe con quién está hablando”, recordando a Sánchez que estaba allí de prestado. Chulería, vergüenza, mentiras, fueron palabras clave, con acusaciones que podrían dejar boquiabierto a un profano, pero no a nosotros. Y el teatro se transformó en circo con la llegada de Abascal. El que rompió el cordón policial en Vallecas, culpaba de todo al gobierno, adoquín en mano. Con menos rodeos que su colega soft, tachó a algunos de terroristas y a algún otro de sinvergüenza. A la violencia verbal se unían todas las afirmaciones gratuitas que se pueden blandir para intentar hacer sangre en el contrincante. Y en período electoral no hay ley moral que sujete los instintos de farwest. Con el nivel alcanzado por nuestros representantes, quién va a criticar ahora lo que pase en un reality o en un debate acalorado de un programa del corazón donde el verdulerismo es en ocasiones el termómetro de la intensidad televisiva.
Después, algunos no entienden que se pierdan las formas en los barrios. Los mamporrazos a pie de calle en cada manifestación del pueblo llano acaban protegiendo al pueblo alto y a las élites. Ahí se diluye de manera alarmante el gobierno progresista, entre la libertad de expresión y la violencia del desorden público. Su inacción da la razón por omisión tanto a los que acusan al ministro del interior de beneficiar a sus supuestos acólitos, como a los que le acusan de aporrear al pueblo.
De hecho la confusión transforma también el mundo de la información. La libertad es un arma arrojadiza en manos perversas que deciden desde las alturas quién es el bueno y quién es el malo. La locura última es comunicativa. Sin embargo, la crítica al periodismo como herramienta partidista ha sido a su vez criticada por los criticados. Esto no es un trabalenguas, es el mundo al revés. Si la crítica es considerada como un atentado contra la libertad de prensa que me expliquen lo de la libertad de expresión. El último ejemplo es el rótulo que hizo saltar de sus puestos a dos profesionales en cuanto el César orientó su pulgar hacia abajo.
Blanquear lo inblanqueable pasa factura a nivel social y a nivel de red social. La homofobia, el racismo, el machismo, ya son tan tolerados como sus víctimas. La semilla prende y se adereza con bots que hacen que el acoso y los insultos en las redes sean cada vez más frecuentes. Sobre todo hacia mujeres, y si además son de izquierdas, y feministas, tienen todas las de perder. No es casualidad que en apenas unos días hayamos visto desaparecer de twitter a Ada Colau y a Cristina Fallarás.
Lo peor de todo sería que esto llegase a convertirse en un fenómeno de masas, y que todos nos acabásemos subiendo al carro del insulto sin argumentos, el insulto de patio de colegio que carece, por inmadurez, del recurso de la réplica, el insulto de energúmeno al volante protegido por su habitáculo, o el del espectador de fútbol fusionado con la masa anónima. Por poner un ejemplo reciente recordemos la primera entrega del programa “Lo de Evole ” con Miguel Bosé. Aún no había salido del tema personal que en las redes ya se lanzaban mordiscos al aire. Se le criticaba por lo que fuera, incluso por su consumo de drogas (ya sabemos todos que drogarse no lo hace ningún artista, ¿verdad?). Poco antes había sonado en el programa “Mi libertad”, su primera canción en televisión en 1977: Libertad, mi sola amiga, / cuando era un inocente/ y creía que la gente/ era toda amiga mía.
¿Por qué los usuarios no esperaron a la segunda entrega de la entrevista, donde se abordaba su posición frente a la Covid-19? Nos hubiéramos ahorrado leer tantos improperios desorientados una semana antes como afirmaciones infundadas oímos a Miguel Bosé una semana después.
Y vamos con el negacionismo. Aunque hoy todo se le achaca a la libertad de expresión, ¿qué libertad ejerce realmente una personalidad emblemática, de clara influencia social, que sienta cátedra en temas políticos, científicos y de seguridad, sin poseer una formación específica y sin aportar argumentos concluyentes? Quizás sería más exacto decir “libertad de presión”, la libertad de los privilegiados por su popularidad. Sin embargo, la repercusión de las declaraciones depende de la presentación del comunicador que, en el caso de Evole –chapeau -, ha ofrecido al invitado la perspectiva de su propia imagen en el espejo, en un intercambio de tú a tú. Otra cosa muy distinta fue Tamara Falcó en El Hormiguero.
Al final, nuestra protección nunca está asegurada. La información como la libertad, hoy en día, es todo y nada a partes iguales. En España vivimos nuestra historia en espiral, como un eterno retorno tornasolado de modernidad. La pescadilla que se muerde la cola acaba como el perro de San Roque, y el riesgo es que, de usados y aturdidos, con tanta libertad ajena, nos quedemos sin derecho propio. De hecho, ya está sucediendo.
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