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Oficio

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Hace mucho tiempo que no escuchaba esta palabra. Había caído en desuso en el habla cotidiana porque era el reflejo de otros tiempos, de otra cultura, de otros valores, de otra forma de entender el trabajo. Tener “oficio” no sólo representaba tener un trabajo sino hacerlo bien y sentirse orgulloso de ello, más allá del resultado del mismo. Podías tener y hacer un trabajo, pero hacerlo con oficio era otra cosa, porque los valores de la discreción, de la ausencia de competitividad, del tiempo al servicio de la actividad, del trabajo bien hecho…eran los predominantes.

Salvador Illa, líder de los socialistas catalanes la ha vuelto a poner en valor estos días, reclamando a los independentistas catalanes (ERC y Junts) “algo más de oficio” en estos días cruciales en los que entramos tras el fracaso en la investidura de Núñez Feijóo, hacia una posible investidura de Pedro Sánchez o repetición electoral (que al parecer nadie quiere).

Sobre la amnistía a los implicados en los sucesos del 1 de octubre de 2017, se ha hablado hasta la saciedad, tanto desde la perspectiva política como jurídica, que no cabe añadir nada más. Salvo recalcitrantes y lectores de la Constitución que reducen la misma al título VIII, los expertos constitucionalistas como José Antonio Martín Pallín o Tomás de la Quadra-Salcedo o Javier Pérez Royo… no tienen ninguna duda sobre la constitucionalidad de la medida. Sólo es pertinente negociar sobre los términos de su redacción final (ámbito político) y técnico (ámbito jurídico). Pero ello hay que hacerlo con oficio, y los representantes del independentismo (imbuidos en su lucha interna) están demostrando una carencia total de oficio que recuerda aquellas algarabías de la adolescencia a ver “quien la tiene más grande”.

Presentar en el Parlamento catalán una moción para exigir a PSOE/Sumar el compromiso de un referéndum de autodeterminación si Pedro Sánchez quieren sus votos para mantenerse en La Moncloa es, no sólo carecer de oficio en el ámbito de las negociaciones, sino empeñarse en seguir pidiendo la luna, cuando ésta no está en la Constitución sino en el espacio, fuera de la tierra. Ellos lo saben, pero la carencia de oficio les inhabilita para llegar a buen puerto.

Ellos saben que el referéndum sólo sería posible contemplarlo, cambiando la Constitución y para ello la propia Carta Magna, establece la necesidad del pronunciamiento en positivo de tres quintos de sus señorías (en ambas cámaras), es decir, es necesario contar con los votos de los diputados del PP, quienes jamás estarán por la labor. Nos pongamos como nos pongamos.

Ya lo hemos comentado en otro momento. El problema de ERC y Junts es ¿cómo desmontar la gran estafa, la gran mentira? Aquella que culminó con la solemne declaración de independencia, aquel lejano (o muy cercano) 1/O de 2017. Tiempos aquellos en los que las calles de Barcelona y del resto de ciudades de Cataluña se llenaron de corazones y emociones desbordantes. La República Catalana se tocaba con los dedos y la ANC (Asamblea Nacional Catalana) dispuesta hacer caja de la mano de ERC, JUNTSxCAT y la CUP. No había fisuras…Y consiguieron la segunda mayor movilización que se recuerda en la historia de Cataluña (un millón en la Diada de 2017). La euforia era incontenible. ¿Cómo desmontar todo esto sin sufrir las consecuencias electorales que de ello se deriven? Ha sido y es el gran reto de los independentistas de izquierdas y de derechas. Por ello, el oficio ha desaparecido de su manera de hacer política al igual que el seny (tan practicado durante la transición) y se lanzan a la desesperada con declaraciones inoportunas (cuando no falsas), con mociones que saben que no van a tener ningún recorrido y sólo pueden avocar a una repetición electoral

Seguir alimentando la gran ilusión que crearon en el 2017 es un mal negocio para el independentismo porque el “suflé” que crearon, lleva ya algunos años desinflándose y el cuerpo electoral catalán está apostando por Salvador Illa (PSC). Este sí que tiene oficio y practica la pedagogía. No tiene necesidad de desmontar nada porque ya advirtió en su día, que la luna sigue fuera de la tierra y los catalanes y catalanas adolecen de los mismos problemas que el resto de ciudadanos que habitamos en esto que llamamos España.

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